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Priorizar el bien común, la única solución

En Catalunya hay grandes ejemplos de lo que podemos denominar el nuevo éxito empresarial: rentabilidad económica e impacto positivo social y medioambiental.

Este artículo solo tiene sentido para aquellas personas que ya son conscientes del cambio climático y de la creciente desigualdad social, y que se preguntan cómo podemos cambiar la situación. En el texto se identifican los grandes retos a los que nos enfrentamos como sociedad y se explica cómo la economía del bien común aporta algunas propuestas y soluciones concretas a través de casos y ejemplos reales.

No más preguntas dicotómicas

Tendemos a una excesiva simplificación de los problemas, un hecho que se ve acentuado por la instantaneidad y la brevedad de los contenidos en los medios actuales y las redes sociales. En dichos soportes gana peso el populismo que nos plantea las situaciones a las que tenemos que hacer frente como disyuntivas que solo admiten dos respuestas excluyentes. Algo que tristemente pretende derivar el diálogo a un “piensas como yo o estás equivocado”.

En el ámbito económico también se da esta situación, y ahí no podemos evadir nuestro papel, porque todos somos economistas ya que tenemos que gestionar nuestras finanzas. Debemos, pues, participar en definir qué modelo deseamos para nuestra sociedad. Huyendo de fórmulas dicotómicas como: ¿capitalismo o comunismo? U otras como: “Este último ha demostrado igualar haciendo a todos más pobres, ¿por qué no todos más ricos como promete el liberalismo?”.

Pero la realidad es mucho más compleja y hay una infinita gama de posibilidades entre los polos que se plantean y que, formuladas de esta manera, no permiten expresar. La economía del bien común es una propuesta sólida que no pretende romper radicalmente, sino transformar lo que existe para hacerlo sostenible, garantizando la propiedad privada, pilar fundamental de nuestro sistema socioeconómico, al tiempo que velando por el interés general.

Los retos que requieren cambiar el modelo económico

Para comenzar, resaltar el excesivo peso que nuestra sociedad ha venido dando, sobre todo en los últimos 50 años, al dinero. Hemos llegado a considerar el dinero como un fin, olvidando que en realidad es un medio para el bienestar general. El lector podría pensar que la siguiente frase sale de algún manifiesto radical: “Toda la riqueza del país en sus diferentes formas y sea cual sea su titularidad está subordinada al interés general”. Sin embargo está extraída de la Constitución Española de 1978 (Fuente: Título VII. Economía y Hacienda. Artículo 128.1).

Esta obsesión en la acumulación de riqueza nos ha traído una desigualdad desbocada. Tan es así que, paradójicamente, muchos superricos, conscientes del riesgo de fractura social, han llegado a pedir que les pongan más impuestos, en el foro mundial de Davos del World Economic Forum de 2023, (Fuente: The Guardian).

Algunas escuelas de negocios tenemos gran parte de la responsabilidad al haber potenciado ciertos valores y prácticas de corto recorrido como la visión excluyente de la competencia con otras organizaciones, la opacidad y el individualismo empresarial (no colaboración). O algo que habitualmente les ocurre a muchos directivos y es que usan como sinónimos crecimiento y rentabilidad. La búsqueda de mayores cuotas de mercado y márgenes han llevado a la explotación sin reparos de la naturaleza y a la aceleración del cambio climático. Pero como se puso de manifiesto en la Conferencia Beyond Growth de la UE en 2023 (Fuente: Beyond Growth), el crecimiento continuo es imposible.

La economía del bien común es una propuesta sólida que no pretende romper radicalmente, sino transformar lo que existe para hacerlo sostenible.

No podemos olvidar los retos quelas tecnologías disruptivas nos traen. Las big tech conforman un oligopolio con una gran concentración de poder global que ninguna institución internacional puede controlar. La UE hace lo que puede, pero los graves incidentes como Cambridge Analytica, Facebook (Fuente: The Guardian) y otros similares deben hacernos exigir control en el uso de la inteligencia artificial, por ejemplo, siendo sin duda uno de los mejores avances de la humanidad.

Y es que el capitalismo ha ido evolucionando y ha permitido progresar a la sociedad, pero los grandes retos que enfrentamos requieren medidas drásticas que el mercado por sí solo no va a introducir, y llegamos tarde. Los resets sucesivos (crisis) de la economía ya no son capaces de revertir ni detener la degradación.

Hay soluciones posibles

Rompiendo con viejos paradigmas, hoy, las empresas más competitivas son aquellas que ya se han apercibido de los retos que vienen y priorizan estrategias largoplacistas. Podemos encontrar ejemplos populares como el caso de la empresa Patagonia, pero también hay miles de pymes y otros tipos de organizaciones como cooperativas, fundaciones, ONGs, y por supuesto, la Administración Pública.

En Catalunya se están dando ejemplos extraordinarios de lo que podemos denominar el nuevo éxito empresarial: rentabilidad económica a la vez que impacto positivo social y medioambiental. A todos nos viene a la cabeza La Fageda como ejemplo de empresa orientada al bien común. Y afortunadamente, cada vez son más las empresas referentes que miran por el bien común como La Selva, Majoral u otras. Se trata de una nueva generación que ojalá recoja el legado de aquellos “industriales” que buscaban el desarrollo, pero no a cualquier precio, y que llevaron al país a su gran éxito.

¿Cómo lo hacen?

Para hacer esta transformación y operar en triple impacto (económico, social y ambiental), ponen por delante los valores de la economía del bien común (EBC). Estos son: la confianza, la colaboración, la dignidad, la justicia, la transparencia y la participación. Esto no significa que vayan con el lirio en la mano. De nuevo, hay escalas grises que requieren de gran talento y liderazgo para acertar en la estrategia y el día a día. Para estas organizaciones, la competencia no es antónimo de colaboración, al tiempo que tiene elementos positivos que promueven la eficiencia y la mejora.

En las jornadas Innovalors de 2023, el Gerente de Majoral Joies manifestaba que estaban sometiendo a la valoración de sus empleados y clientes una estrategia de no crecimiento, una vez alcanzado un volumen de facturación que consideran razonable. Ojo, no crecimiento, pero sí rentabilidad positiva. La misma organización ha puesto en marcha un proyecto de colaboración con empresas del sector (competencia) para impulsar la sostenibilidad en la industria. Porque es una demanda del consumidor que individualmente las empresas solas no pueden afrontar.

La dignidad y la transparencia son valores que ayudan a la fidelización de talento, a mejorar la percepción de marca ante el cliente e inspirar confianza a otros grupos de interés como proveedores o la Administración Pública. En esta línea, la EBC promueve que la diferencia entre el salario máximo y el mínimo no supere en 20 veces el mínimo. Basetis, una empresa tecnológica catalana, no sólo cumple esta máxima sino que la lleva a la excelencia al hacer partícipes a sus empleados en la decisión de la forma de distribución salarial que todo el mundo conoce. Personal altamente cualificado goza de una elevada autogestión (son lo que se denomina una organización turquesa teal).

Estas son algunas empresas, de las muchas que han decidido ir por delante de la normativa europea de informes de sostenibilidad (CSRD), para impactar positivamente, generando para sí ventajas competitivas ante modelos de negocio de corto recorrido.

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