Albert Cañigueral es fundador del blog Consumo Colaborativo y uno de los líderes de la plataforma Ouishare, comunidad internacional enfocada a la economía de plataformas. Le entrevistamos con motivo de su libro El trabajo ya no es lo que era: nuevas formas de trabajar, otras maneras de vivir (Conecta, 2020), desde el que observa los cambios que se están produciendo en el mercado laboral y el impacto de la tecnología, y reflexiona sobre nuevas formas de entender las relaciones laborales. El futuro pasa por el multiempleo, afirma, con “siete trabajos a la vez”.
¿Qué le llevó al consumo colaborativo, la economía de plataformas y a investigar sobre el futuro del mundo laboral?
Cuando nacieron esas primeras plataformas digitales me interesó el nivel de eficiencia que ofrecían. No había que comprar cosas, simplemente alquilarlas o reutilizarlas. En ese momento no había nadie que divulgara sobre estos temas en castellano y empecé mi blog de consumo colaborativo. Después de diez años investigando qué hacen las plataformas digitales, cómo reorganizan los mercados, su rapidez o su grado de eficiencia, hace dos o tres años empecé a estudiar el impacto de este tipo de herramientas, con acuerdos a gran escala, en la organización de los mercados laborales. Ahí empezó mi periplo de investigación entre las plataformas digitales y el mundo del trabajo.
Y en Ouishare se interesan por el consumo colaborativo y por cómo la tecnología requiere de un pensamiento crítico…
Oiushare es una comunidad de autónomos interesados por el consumo colaborativo, con una visión critico-constructiva, para analizar la parte positiva y negativa de cualquier invento. Al igual que la sociedad, que ha comenzado a ver los peligros asociados a la tecnología y la necesidad de tener una aproximación más crítica hacia ella, nosotros defendemos que cuando inventas el barco, inventas el hundimiento, cuando inventas el coche, inventas el accidente. Analizamos cómo se pueden minimizar los riesgos de cualquier invento y ofrecemos sugerencias. No debemos aceptar cualquier innovación tecnológica sin un pensamiento crítico con el que preguntarnos qué accidentes puede generar esto, qué riesgos pueden surgir de esta innovación. Primero hay que identificar esos riesgos y luego eliminarlos o minimizarlos por diseño, aplicando medidas de corrección si es necesario.
El trabajo ya no es lo que era… ¿Hacia dónde va el mundo laboral? ¿Vamos hacia un mundo de freelancers, autónomos y de trabajo por proyectos?
En mi libro cito a Tom Malone, profesor del MIT, y su frase: “Mi padre tuvo un solo trabajo toda su vida, yo tendré siete trabajos diferentes a lo largo de mi vida, y mis hijos van a tener siete trabajos a la vez”. Venimos de un paradigma laboral y mental en el que la única forma aceptable era buscar trabajo en un sitio con mucha marca en el que te contratasen por muchos años. En ese momento, ver un currículo con siete trabajos en quince años era un escándalo. Después empezamos a concatenar trabajos y ahora la gente se sorprende si alguien está en una misma empresa durante mucho tiempo.
Lo primero es entender que los modelos van a coexistir, no a fagocitarse. Habrá gente que continúe trabajando como funcionario o en grandes empresas por tiempo prolongado, gente que va a ir concatenando trabajos de cinco o seis años con contratos estables, y autónomos haciendo malabares para encontrar varias fuentes de ingresos. Hay que aceptar esta diversidad y adaptar la normativa a todos los tipos de relaciones laborales.
Muchas veces hablando de la gestión de proyectos en las empresas, hablamos de la gestión de proyectos tipo Hollywood, con constantes formaciones de equipos para cada rodaje, y creo que ese modo de organización puede servir de inspiración. También se requieren equilibrios de poder entre empleadores y empleados y opino que veremos un renacer de entidades de tipo gremial y de escuelas profesionales, a pesar de las acusaciones de falta de competencia y de acuerdo de precios. En la Edad Media los artesanos organizaban su acceso al mercado a través de los gremios, y esas formas de organización colectiva son bastantes sencillas gracias a lo digital. Se trataría de volver a estructuras pre-industriales, pre-asalariadas, pero esta vez dentro del ámbito digital.
¿Estas nuevas dinámicas laborales son un avance o un retroceso?
Hay un tipo de trabajador de altas capacidades al que le puede ir bien este tipo de trabajo más diverso, con mayor flexibilidad y cierta estabilidad. El problema puede residir en trabajadores menos diferenciados, que se vean forzados a ese nuevo esquema. Por eso insisto en la necesidad de incorporar políticas de derechos ciudadanos, para que las situaciones de multiempleo no se conviertan en situaciones de precariedad.
En su libro defiende que en los últimos años se ha roto el acuerdo por el que el empleado recibía beneficios y seguridad.
En los últimos cuarenta años ha habido una externalización de los servicios no esenciales, la externalización de la producción a países con menores costes laborales y la compra de trabajadores como si fueran materiales de empresa, al menor coste posible. Tras el New Deal americano y el crash del 29 se construyó una narrativa sobre la necesidad de protección de las personas asalariadas, después de décadas de luchas sindicales. Ese pacto, el pacto fordista, se ha roto en gran medida y ahora hay que reconstruir esos acuerdos. Sobre todo, porque en el pacto inicial solo se consideraban las formas tradicionales de trabajo, excluyendo a los autónomos y el trabajo doméstico. Ahora, con una cantidad cada vez mayor de profesionales fuera del trabajo asalariado tradicional, hay que extender ese nivel de protección a todo tipo de trabajadores, y aprovechar el interés que generan las plataformas digitales para hacernos preguntas profundas acerca de nuestro mercado laboral.
Flexibilidad sin perder seguridad. ¿Qué estructuras y sistemas de protección social se necesitan para dar seguridad a este nuevo tipo de relaciones laborales?
Tenemos datos suficientes para saber que a la gente le encanta el salario, el nivel de protección, saber cómo van a ir las cosas en el medio y largo plazo. Pero también sabemos que la gente se aburre en las estructuras laborales tradicionales, treinta años haciendo lo mismo y con las mismas personas, y que las estructuras jerárquicas de control son desmotivantes. Yo defiendo que hay tres líneas que pueden ayudar a que esa flexibilidad vaya acompañada de un nivel de seguridad bastante alto. Primero, no pensarse como un trabajador autónomo solo o sola, hacerlo en tribu, como hacemos desde Ouishare, estar acompañados, para acceder a mejores trabajos, negociar proyectos más grandes. Por otro lado, que la ley laboral evolucione, para extender los derechos laborales a las distintas formas de trabajo. Por último, empezar a diseñar un sistema de protección social que reconozca la nueva realidad. Frente a los tradicionales derechos de desempleo, se debería implantar un seguro público de ingresos o de empleo, que estabilice tus ingresos cuando ves una caída en los mismos.
La crisis del coronavirus ha acelerado algunos procesos de cambio que ya estaban en marcha. El teletrabajo, por ejemplo.
Aquí ha habido una cultura fuerte del presencialismo, con una gestión empresarial muy tradicional y con muchas pymes. Ahora, por causas de fuerza mayor, el teletrabajo se ha ido normalizando y las empresas parecen satisfechas. A mí personalmente me gustan las situaciones intermedias, con mezcla de días en casa y días en la oficina. También hay que entender que teletrabajar no tiene por qué significar hacerlo desde casa. En Madrid, la startup Zityhub ofrece espacios de trabajo en oficinas, hoteles y coworkings, y creo que esa liquidez en el espacio de trabajo es interesante. Desde luego el deseo de muchas personas parece el de ir hacia una mayor flexibilidad, también con la famosa jornada de cuatro días. No sé si lo conseguiremos, pero yo defiendo que seamos un poco utópicos a la hora de repensar el futuro.
¿Las plataformas digitales han salido reforzadas de la crisis?
El confinamiento también ha afectado a las plataformas, especialmente a las más ligadas al sector turismo, como Airbnb o BlaBlacar, pero al ser empresas nuevas inmersas en el mundo digital tienen mayor cintura para adaptarse. Por ejemplo, a Airbnb le han funcionado muy bien sus “Experiencias”, con las que desde hace un par de años puedes contratar actividades adicionales, como ir a un cabaret o cocinar una paella con locales. Esta iniciativa les ha funcionado muy bien online este último año, con fiestas en la red y gente enseñando a hacer sangría. Airbnb salió a bolsa a finales del año pasado y los inversores se han lanzado a comprar acciones, por lo que las expectativas de futuro de este tipo de plataformas siguen siendo optimistas.
¿Los robots y los algoritmos nos quitarán el trabajo?
Mi percepción es que hay una complementariedad entre la fuerza mecánica de los robots y la destreza humana. Creo que iremos hacia una suma de inteligencias y de fuerzas y no a un reemplazo completo, que puede ser bueno en tareas automatizables. Pero no pensemos que los humanos son robots mal hechos o poco eficientes y veamos qué es un trabajo humano y de qué modo los robots nos hacen más únicos.
La clave, entonces, para afrontar el futuro, ¿cuál es?
Hay un cambio de paradigma, de uno en el que “me educo, trabajo y me jubilo” a uno en el que hay que aprender a lo largo de toda la vida. A la velocidad a la que cambian las cosas, el conocimiento técnico específico sobre cualquier área dura tres o cuatro años y caduca rápidamente. Lo más importante es aprender a aprender y aprender a desaprender. Es importante formar en habilidades blandas, en habilidades sociales, de comunicación, y aprender a documentarse bien, a escuchar, a trabajar en equipo pero, sobre todo, formar en pensamiento crítico.