Entrevistamos a Mario Esteban, autor libro Introducción a la China actual (Alianza Editorial, 2024) centrado en la evolución política, económica y estratégica del gigante asiático. Investigador principal del Real Instituto Elcano y catedrático en la Universidad Autónoma de Madrid, Esteban ha asesorado a instituciones como el Parlamento Europeo, la Comisión Europea y el Ministerio de Defensa. Ha asesorado a instituciones como el Parlamento Europeo, la Comisión Europea y el Ministerio de Defensa, y su trabajo se centra en el papel creciente de China en el escenario global, así como en la política exterior de España y la UE hacia la región. Su trabajo se enfoca en las relaciones internacionales de Asia Oriental, la política exterior de España y la UE hacia la región, así como en la creciente presencia de China en África y América Latina. En esta entrevista, analizamos con él los desafíos y oportunidades que plantea la proyección global de China y su impacto en la economía internacional.
¿Hasta qué punto el poder político pesa más que el poder económico o el mediático en China?
Quien ostenta más poder, claramente, es el poder político. En Europa, los tres poderes mencionados se mantienen independientes; en cambio, en China las relaciones son mucho más verticales, ya que el Partido Comunista Chino tiene capacidad de control sobre los agentes económicos. Por ejemplo, el fundador de Alibaba, Jack Ma, fue llamado a capítulo tras realizar ciertas acciones y declaraciones que no fueron del agrado del Partido. Esto es una señal clara de quién manda. Es decir, los agentes económicos ostentan poder solo mientras el Partido les permite tenerlo.
Con los medios de comunicación ocurre algo similar, ya que existe un fuerte control estatal. La mayoría de los medios son públicos y, aunque no hay una censura explícita previa, prevalece la autocensura: se sabe, de forma difusa, qué se puede decir y qué no. Traspasar esos límites puede tener consecuencias no solo para el periodista en lo profesional, sino también para el medio que difunde la información, dependiendo de lo que se haya dicho. La relación entre los distintos actores es muy vertical.
España es uno de los países de la Unión Europea con menor nivel de relaciones con China y con una de las tasas más bajas de inversión.
Cuando se habla de inversión en China, aparece inevitablemente el tema de la seguridad, ya que el Estado interviene incluso en empresas privadas. A menudo, las inversiones del capital chino están más influenciadas por intereses geopolíticos que por decisiones basadas en el mercado.
Es importante entender que la forma en que se relacionan estos poderes no solo afecta lo que ocurre dentro de China, sino que también tiene un impacto en cómo China se relaciona con el resto del mundo.
¿Cómo está respondiendo China a los desafíos de su crisis demográfica y qué implicaciones tienen estas estrategias en su papel global y en la transformación de su modelo socioeconómico?
La crisis demográfica de China se está manifestando en forma de un acelerado envejecimiento de la población, acompañado por una reducción en términos absolutos del número de habitantes. El Partido Comunista intenta frenar esta tendencia, hasta ahora sin éxito, apelando a los valores tradicionales sobre la importancia de la familia, los hijos y, también, al rol de género. Se promueve el regreso de los valores tradicionales de la mujer dentro del ámbito familiar. Sin embargo, los jóvenes chinos no parecen estar dispuestos a seguir esta línea. Están mucho más orientados hacia el ámbito laboral y tienen una visión más hedonista de la vida. Todo lo relacionado con el linaje y los valores familiares tradicionales se está perdiendo, a pesar de los esfuerzos del Partido.
Esto resulta paradójico, ya que cuando el Partido Comunista llegó al poder, luchó precisamente contra esos valores tradicionales, promoviendo la liberación de la mujer china. Hoy, en este aspecto, su discurso se ha vuelto mucho más conservador.
Las cifras demográficas son apabullantes: antes de que termine el siglo, China podría haber perdido la mitad de su población, pasando de 1.400 millones a unos 750 millones de habitantes. Esto tendrá un impacto directo en su papel dentro del tablero internacional.
Probablemente por eso el país está invirtiendo cantidades ingentes de dinero en sectores destinados, entre otras cosas, a sustituir la mano de obra. Un ejemplo claro es la industria militar, donde destacan la robótica y la inteligencia artificial, con plataformas de armamento no tripuladas. China es actualmente el país del mundo con más robots industriales en funcionamiento. La competitividad tradicional basada en mano de obra barata está siendo reemplazada por tecnología. El nivel de sofisticación que ha alcanzado hoy en día es altísimo.
Dado el papel cada vez más influyente de China en la geopolítica global y sus intereses estratégicos en Taiwán, ¿qué tipo de liderazgo internacional busca ejercer en el emergente orden multilateral?
El tema de Taiwán puede derivar en distintos escenarios. Uno sería mantener el statu quo. Otro escenario posible es que China lograra hacerse con el control de Taiwán mediante un enfoque de presión creciente: utilizando coerción, presión económica y la amenaza del uso de la fuerza. Esto le daría un impulso significativo en muchos ámbitos, especialmente en el tecnológico, ya que en Taiwán se encuentra TSMC, la empresa de semiconductores más avanzada del mundo. Además, desde el punto de vista geoestratégico, otorgaría a la flota china acceso directo al Pacífico. Para China, todo serían ventajas, lo que reforzaría su influencia internacional.
El tercer escenario sería un conflicto bélico abierto. Sería largo y costoso, con el potencial de escalar hacia una tercera guerra mundial. El precio que pagaría China sería enorme, entre otras razones porque tendría como principal adversario a Estados Unidos. Por tanto, aunque con grandes dificultades, el escenario más plausible parece ser el segundo.
¿Qué pasa si Taiwán se mantiene como hasta ahora? Teniendo en cuenta que la evolución demográfica es una verdadera espada de Damocles –como mencionábamos antes–, China tiene, aproximadamente, una década para resolver esta cuestión, ya que a partir de ahí su distancia con Estados Unidos podría ampliarse significativamente. Aunque, claro está, tampoco sabemos cómo evolucionará este último país.
El proyecto más relevante de China en España es el del vehículo de la marca EBRO, en las instalaciones de la antigua planta de Nissan.
Lo que sí es cierto es que China ha vuelto para quedarse. No sabemos aún cómo será su papel exacto, pero los distintos escenarios apuntan, sin duda, a una China fuerte en el contexto internacional.
La relación reciente entre China y Estados Unidos ha sido un constante vaivén, marcado por subidas y bajadas de impuestos. Con los diferentes escenarios que se van perfilando, ¿quién será el ganador final?
La postura de Trump se basa en el concepto de ganancias relativas en las relaciones internacionales, es decir, si algo resulta perjudicial para China, entonces es beneficioso para Estados Unidos. Por ejemplo, si tú pierdes dos, pero el otro pierde cuatro, comparativamente la distancia entre ambos se incrementa. Este es, en esencia, el enfoque de Trump, especialmente porque le permite venderlo favorablemente a nivel interno.
El enfoque sobre la balanza comercial y la recuperación de la actividad productiva sigue una lógica muy mercantilista. Esto podría llevar a que China proponga un acuerdo puramente económico, a cambio de que Estados Unidos no se involucre activamente en la defensa de Taiwán. De hecho, Trump ha sido explícitamente ambiguo cuando se le ha preguntado sobre Taiwán. Ha declarado: “No tengo ningún compromiso ni me he pronunciado”, dejando abiertas muchas posibilidades. El Partido Comunista Chino estaría dispuesto a llegar a un acuerdo económicamente más favorable para EE. UU. que para China, a cambio de que no se involucren con el tema de Taiwán. Las autoridades chinas consideran, con razón, que sin el apoyo militar de Estados Unidos, Taiwán no podría resistir la presión económica y política de China, donde incluso la propia población taiwanesa podría llegar a sentir que es imposible mantener la situación. Sería algo similar a lo que ocurrió en Hong Kong y Macao: un país, dos sistemas.
En cuento a la relación entre China y la Unión Europea, ¿la falta de una estrategia unificada hacia China sigue siendo un obstáculo?
En Europa existen diversas políticas hacia China, pero también es cierto que hay puntos en común. La Unión Europea busca ver a China como un socio, un competidor y un rival. Los diferentes Estados miembros ponen énfasis en distintos aspectos: algunos la consideran más como un socio, mientras que otros la ven como un competidor o un rival. Por ejemplo, los países bálticos hacen más hincapié en mantener la cooperación militar con Estados Unidos y ven a China principalmente como un rival, buscando maneras de facilitar la cooperación con EE. UU. Los ámbitos de colaboración incluyen lo económico, las políticas frente al cambio climático, entre otros. No ven todo en términos absolutos de blanco o negro. Los Estados miembros entienden que la relación con China es compleja, por lo que la prioridad (colaborar o competir) depende de cada país.
Ya ha habido tensiones, como ocurrió con los aranceles a los vehículos eléctricos, donde los países miembros adoptaron posiciones variadas: a favor, en contra o abstención. ¿Se considera que los gobiernos de Meloni y Sánchez son radicalmente opuestos? Si se compara el plan de acción de Italia (2024-2027) con el de España (2027-2028), se observa que ambos son sorprendentemente similares. El plan italiano es incluso más ambicioso que el español. A menudo se destacan las discrepancias sin notar las muchas similitudes, independientemente del color del gobierno. De hecho, España es uno de los países de la UE con menos relaciones con China y menos inversiones provenientes de allí. Lo que está haciendo Sánchez es tratar de atraer más inversiones de China, por ejemplo, en el sector de los vehículos eléctricos, e intentar equilibrar una balanza comercial que es muy deficitaria para España.
¿Qué destacaría de las inversiones chinas en España?
El proyecto más relevante en este momento es el del vehículo de la marca EBRO, que se está desarrollando en las instalaciones de la antigua planta de Nissan. No lo percibo como una competencia entre comunidades autónomas. España, en su conjunto, se está consolidando como un país atractivo para la inversión china. De hecho, hay una entrevista con el embajador chino en la que menciona diversos proyectos de inversión repartidos por todo el país: en Extremadura, Aragón, Catalunya… con una notable capilaridad y diversidad temática, desde energías renovables hasta el coche eléctrico y las baterías.
En cuanto a la exportación española a China, ¿es relevante para equilibrar la balanza comercial?
Todo el sector agroalimentario es muy relevante. No obstante, los volúmenes siguen siendo muy inferiores en comparación con las importaciones chinas, por lo que corregir el desequilibrio comercial a través de esta vía resulta muy difícil. Más que una oportunidad para que España gane cuota de mercado en China, la preocupación actual gira en torno a la posibilidad de que China imponga aranceles a productos españoles, por ejemplo al sector porcino, en el que somos el mayor exportador.