A pesar de la pandemia, las fundaciones han creado ocupación y generado inversiones por encima de los 300 millones de euros anuales. Es uno de los pocos sectores que ha aguantado los embates de la crisis, a pesar de contar con menos recursos. ¿Magia? Pere A. Fàbregas, historiador y presidente de la Coordinadora Catalana de Fundacions desde hace más de 7 años, nos explica cómo lo consiguen.
En Catalunya se contabilizan más de 2.500, con diferencias sustanciales entre unas y otras. ¿Cómo valora la cifra y el papel social que cumplen?
Las fundaciones son instituciones jurídicas con unas normas de funcionamiento muy peculiares. No tienen afán de lucro, pero generan actividad económica. No reparten dividendos, pero crean ocupación e invierten en proyectos beneficiosos para la sociedad. Para hacernos una idea, una tercera parte del sector salud en Catalunya está en manos de fundaciones, dando empleo a 35.000 trabajadores en este ámbito. Otro subsector que acapara un gran volumen de ocupación, hasta 30.000 asalariados, es el destinado a fines sociales, como la lucha contra la violencia de género, la pobreza, la exclusión social o la discapacidad mental. Por lo tanto, mientras el tejido empresarial sufre los efectos de la crisis, las fundaciones siguen invirtiendo y creando puestos de trabajo. Desde las fundaciones, intentamos que la sociedad civil confíe más en sí misma, y sea menos estadista. Que no espere sentada a que las administraciones públicas lo solucionen todo.
A principios de año, la Fundación Privada del Hospital de Sant Pau captó 89 millones de euros para construir tres centros de I+D. Es un ejemplo de que se pueden mover inversiones de cierto calibre…
Cierto. Grosso modo, el sector fundacional invierte más de 300 millones de euros anuales. Un capital que se puede destinar a la transferencia de tecnología, a la construcción de un pabellón hospitalario o a la renovación del equipo informático.
Hablamos de un sector que administra más de 8.000 millones de euros en activos, emplea a 90.000 trabajadores y cuenta con 40.000 voluntarios. ¿Cree que la sociedad conoce su repercusión como sector económico?
Depende. Los donantes habituales suelen tener una percepción positiva sobre la fundación, como entidad generosa con la sociedad. Sin embargo, aquellas personas que aún no han colaborado aún piensan que es un proyecto de ricos. No existe un reconocimiento de la labor que hacemos, porque no existen datos cualitativos al respecto. Por el contrario, las fundaciones están muy controladas por las administraciones. Tanto la Generalitat como la Coordinadora Catalana de Fundacions publican los balances y las cuentas de resultados de todo el sector. Creemos que la transparencia es un valor.
Aun así, ¿todavía persiste la idea de que hay cierta opacidad en las cuentas que manejan?
Eso es falso. Desde la Coordinadora, podemos facilitar toda la información contable sobre cualquiera de nuestras fundaciones: actividades económicas que desempeña, ingresos, gastos de personal, inversiones, patrimonio, etc. Esto no siempre es posible en otros instrumentos jurídicos como asociaciones, cooperativas o incluso en la administración pública. Ahí sí se dan casos de opacidad.
Se calcula que entre el 60 y el 65% de las fundaciones catalanas no reciben subvenciones públicas. Eso quiere decir que dependen de donaciones privadas. ¿La gente es generosa?
La fundación es una figura jurídica con una gran tradición en Catalunya. Algunas se remontan al siglo XIII, aunque más de la mitad se han fundado durante los últimos 20 años. Cada año, 700.000 catalanes donan al sector fundacional en la declaración de la renta. Se ha pasado de un 6 a un 20% de la población en solo dos décadas. Aunque algunas fundaciones tienen patrimonio propio, la mayoría depende de micromecenazgos y donaciones. Y en este sentido, la gente no es extraordinariamente generosa. En España, se dona un 0,5% del Producto Interior Bruto (PIB), contrastando con lo que pasa en otros países europeos. Las donaciones francesas representan el doble de las españolas con relación al PIB; en Italia se dona 6 veces más y en Inglaterra 15 veces más que en nuestro país. Estados Unidos se lleva la palma: las donaciones alcanzan un valor 50 veces superior al español. Todavía nos queda mucho camino por recorrer.
Actualmente, el Congreso debate sobre el trámite de la Proposición de Ley de modificación de la Ley 49/2002, de 23 de diciembre, de régimen fiscal de las entidades sin fines lucrativos y de los incentivos fiscales al mecenazgo. ¿Creen que servirá para ampliar la cuantía de las donaciones?
Esta iniciativa parlamentaria, básicamente del PDeCat, ha pasado la etapa de enmiendas a la totalidad. Ahora se halla en una fase de enmiendas al articulado que no sabemos cuánto durará. Esta Proposición de Ley pretende ampliar la base de la deducción máxima de 150 a 300 euros en la declaración de la renta. Creemos que puede servir de estímulo fiscal, aunque el objetivo final es donar más para que las fundaciones sigan adelante. Somos optimistas y esperamos que se apruebe este nuevo marco de referencia. Al final, son bonificaciones fiscales que supondrán menos ingresos para el Ministerio de Hacienda. Depende de cómo se expliquen las cosas y, sobre todo, de la voluntad política. Si la sociedad soluciona sus problemas y carencias, le pedirá menos recursos al Estado.
A punto de finalizar este ejercicio, ¿qué previsiones tienen para el año que viene?
Todavía estamos dialogandocon un gobierno de la Generalitat relativamente joven. Un gobierno en el que ha habido varios cambios de cargos y de ideologías. Vamos a seguir discutiendo sobre la Ley de Economía Social. Queremos que las fundaciones tengan los mismos derechos que el resto. Dicho esto, creo que las fundaciones proseguirán con su actividad habitual. Seguirán creando puestos de trabajo y aportando riqueza al PIB, como han hecho hasta ahora. Incluso en plena pandemia: con menos recursos y más demandas de los usuarios. Todo un logro si tenemos en cuenta que no reparten dividendos ni ganan elecciones.