¿Para qué queremos crecer al 3% si con ello no garantizamos ni la eficiencia, ni el modelo de crecimiento, ni la distribución justa de riqueza y llevamos la naturaleza al límite?
Todavía impactado y preocupado por las consecuencias personales y sociales de la gran devastación provocada por la DANA (o gota fría en el lenguaje mediterráneo). Vayan por delante unas primeras palabras de cariño y ánimo, con la absoluta confianza en el futuro de una tierra y una gente tan dinámica y solidaria como hemos visto maravillados semanas atrás. ¡Amunt València!
A medida que pasan los días creo que es obligación de la academia analizar las causas de este desastre, proponer líneas de solución y transferir estos resultados a la sociedad. Con relación al ámbito que a mí me corresponde, la economía, no tengo ninguna duda de que mis colegas de la Universitat de València, la Jaume I o la Universitat d’Alacant se pondrán manos a la obra, si no lo han hecho ya.
Con el ánimo de empezar a focalizar, aquí va una idea que he ido madurando a media que aumentaba mi perplejidad, en particular con las respuestas políticas y de gestión de la emergencia.
1. La ciencia debe ser el pilar fundamental y el foco de nuestras decisiones. Ya hace muchos años que los expertos en cambio climático nos advierten. El Mediterráneo es una zona muy sensible a la creciente devastación climática. Tenemos que incorporar el cambio climático de una vez por todas en nuestras vidas. Y cuando digo nuestras vidas, en economía quiero decir en la organización de la producción y distribución, las formas de consumo, la planificación urbana o la misma manera de entender la economía y su función social.
2. Suelo denominar a la erótica o fetichismo del crecimiento como aquella pulsión irremediable que sienten los agentes económicos hacia la cantidad del crecimiento. Sucede cuando en situaciones expansivas y de creación notable de empleo, las decisiones adoptadas no pueden parar de sobrecalentar la economía añadiendo gran cantidad de factores productivos, especialmente capital en forma de infraestructuras y bienes inmuebles, así como trabajo de baja cualificación. La erótica del crecimiento es el menoscabo sistemático de la calidad del crecimiento. En la costa Mediterránea sabemos mucho de esto. Coloquialmente la denominamos como “cultura del pelotazo”, y suele ir vinculada con sobreponderaciones y aglomeraciones de las actividades de construcción y turismo de baja calidad, así como sus imprescindibles ramificaciones migratorias, financieras y políticas.
3. Pero la “erótica” es mucho más que un desvío temporal de la calidad del crecimiento, es una ideología económica. Está relacionada con los imperativos capitalistas de acumulación, maximización y competitividad (el capital que no crece muere), pero también con la métrica y gestión de la economía. Toda la economía gira alrededor del PIB y su cantidad de crecimiento. Una economía que aumente su PIB a una tasa constante del 1% duplicará su nivel medio y material de vida cada 70 años. En cambio, una economía con tasas de crecimiento del 3% por ciento duplicará el bienestar material medio de su población cada 23 años. Eso sí, para que esto ocurra debemos suponer una distribución igualitaria de recursos y la inexistencia de crisis ni desastres naturales.
4. Acabamos de constatar que esto es mucho suponer. ¿Para qué queremos crecer al 3% si con ello no garantizamos ni la eficiencia, ni el modelo de crecimiento, ni la distribución justa de riqueza y llevamos la naturaleza al límite? ¿No sería mucho mejor empezar a preocuparnos por crecer mejor, lo que incluye la eficiencia pero también la sostenibilidad de nuestras decisiones?
Ah, y una última cuestión. En la economía que viene no podremos defender por la mañana que España es la economía que más crece de la Unión Europea y por la tarde gestionar los desastres que genera esta erótica del crecimiento.
Tic, tac, el reloj ya corre…