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Cooperativas, por una sociedad justa, democrática y sostenible

Con 125 años de historia, el cooperativismo catalán atraviesa un momento de expansión, presente en sectores como la vivienda, la telefonía, la educación y la alimentación.

Catalunya es el territorio con mayor presencia de cooperativas en el Estado, con más de 4.770 entidades, lo que representa casi un 20% del total, y una facturación de unos 5.000 millones de euros, según datos de CoopCat (Confederació de Cooperatives de Catalunya). En la última década, se han creado 1.562 nuevas cooperativas, a pesar de los efectos de la crisis económica y la pandemia. Este modelo empresarial cuenta con un amplio respaldo social, ya que el 45% de la población es (o ha sido) socia o clienta de una cooperativa.

Cada vez más innovadoras y diversificadas, las cooperativas revolucionan mercados tradicionales muy sujetos a la especulación y las fluctuaciones de los precios. “El cooperativismo encaja especialmente bien en sectores donde las personas buscan una alternativa ética, sostenible y controlada desde el punto de vista democrático. Sectores como la vivienda, la telefonía o la energía, que han estado dominados por grandes empresas con poco margen para la participación ciudadana”, señalan desde CoopCat. En el modelo cooperativista los usuarios son propietarios y toman decisiones colectivas, con el objetivo de establecer precios equitativos y ofrecer un servicio basado en criterios sociales, económicos y medioambientales. “Eso genera un alto grado de fidelización y confianza”, añaden.

Vivienda asequible

La cooperativa Sostre Cívic nace en el año 2004 inspirada en el modelo Andel de vivienda en cesión de uso, un enfoque de origen escandinavo hasta entonces desconocido en España, donde las únicas alternativas de acceso habitacional eran la compra o el alquiler. “Fue un reto romper la dicotomía tradicional, demostrando que la propiedad colectiva era viable y sostenible. La dificultad principal fue hacer entender a bancos y administraciones que este modelo tenía futuro. Nos tocó superar numerosas barreras legales y financieras, mientras generábamos comunidad y conocimiento”, recuerda José Téllez, responsable de comunicación de Sostre Cívic. “El proceso fue largo, pero hoy día el modelo es una realidad en crecimiento”.

La vivienda en cesión de uso es un modelo sin ánimo de lucro, donde los socios son copropietarios colectivos del edificio. Básicamente, pagan una cuota mensual a precio de coste y, a cambio, tienen derecho a vivir en el inmueble de por vida. En este caso, Sostre Cívic, con más de 1.700 socios, obtiene una hipoteca compartida que le permita rehabilitar o comprar obra nueva. Los socios deben aportar entre un 15% y un 25% del coste total con sus ahorros en forma de capital social, retornable si se abandona el proyecto. “Este modelo garantiza estabilidad y acceso a la vivienda sin necesidad de comprarla de manera individual, evitando así la especulación”, afirma Téllez.

Aunque el capital inicial varía según el coste total de la promoción, siempre se trata de un precio de coste, sin intermediarios que se lucren. En obra nueva sobre suelo público cedido, la aportación inicial en Barcelona está entre los 20.000 y los 30.000 euros, mientras que en edificios adquiridos a través del tanteo con una pequeña rehabilitación se puede reducir a 5.000 o incluso 2.000 euros. El pasado mes de noviembre, Sostre Cívic obtenía un crédito de 31 millones de euros por parte del Banco de Desarrollo del Consejo de Europa (CEB) para seis proyectos con más de 350 viviendas sociales. “Gracias a la financiación con créditos blandos como el del CEB, con buenas condiciones de plazo de devolución y de tipo de interés, hemos logrado rebajar esas aportaciones entre un 8 y un 12% del coste total, lo que puede representar un ahorro de hasta 20.000 euros por vivienda en algunos casos”.

Más allá del aspecto económico, los socios participan en la gestión del edificio y en la toma de decisiones colectivas, garantizando su mantenimiento y estabilidad a largo plazo. Cada proyecto responde a un modelo de convivencia distinto, lo que demuestra la flexibilidad del sistema. Por ejemplo, La Balma, en el barrio del Poblenou, fomenta una comunidad intergeneracional con espacios compartidos. Can 70, en Sarrià, será un hogar cooperativo para mayores de 65 años con servicios de cuidados autogestionados. El Turrós, situado en un entorno rural, ayuda a revitalizar municipios pequeños y reactivar su economía.

Con el crédito del CEB, Sostre Cívic se convierte en la primera cooperativa catalana y del Estado que obtiene financiación de un banco europeo. Algunas obras de los seis proyectos financiados ya han comenzado y el resto lo harán en los próximos meses. “Nuestro objetivo es que más de un millar de personas residan en viviendas cooperativas en cesión de uso durante el año que viene. Esto representará un 50% del parque cooperativo de vivienda catalán, consolidando este modelo como alternativa al mercado especulativo”, vaticina Téllez. En realidad, estos proyectos no serían suficientes para cubrir todas las necesidades de vivienda social en Catalunya, aunque suponen un avance significativo. “La necesidad de vivienda asequible es mucho mayor. Para que el modelo genere un impacto real a gran escala es fundamental que las administraciones refuercen la cesión de suelo público, faciliten la rehabilitación de edificios abandonados y amplíen los mecanismos de financiación”, explica.

Telefonía alternativa

Catalunya cuenta con cooperativas en los principales sectores económicos, incluyendo la industria, la cultura, la atención a las personas, la educación, el sector agroalimentario, el marítimo, la energía y las telecomunicaciones. Dentro de este último, destaca Som Connexió, que se dio a conocer en la Fira d’Economia Solidaria (FESC) de 2013 y cuenta en la actualidad con unos 20.000 usuarios de sus servicios. Su creación se inspiró en otros proyectos de consumo cooperativo de suministros básicos, como Som Energía. “Nuestra voluntad es ofrecer una alternativa de telefonía e internet que anteponga las personas al capital. Tenemos el compromiso de concienciar sobre el impacto social y ambiental del consumo de tecnología”, resume Idoia Miranda, su responsable de prensa. Desde la cooperativa se muestran críticos con el sector de las telecomunicaciones tradicional. “Es un modelo de negocio injusto, insolidario e insostenible que maltrata a las personas y agota los recursos del planeta. Más que una compañía de telefonía, somos un proyecto de transformación social. En lugar de trabajar por los intereses de negocio de un grupo de accionistas, nosotros no tenemos ánimo de lucro y abogamos por el bien común”, asegura.

Al inicio, afrontaron desafíos como encontrar proveedores que garantizaran la calidad deseada y alcanzar la mayor autonomía posible en la comercialización de servicios. Finalmente, optaron por una estrategia basada en la reventa de servicios de otras operadoras, integrando sus propios criterios de sostenibilidad. “Debíamos ofrecer tarifas acordes con nuestros valores”, subraya Miranda.

El cooperativismo aporta un modelo económico más justo, democrático y sostenible. Además, fomenta la participación ciudadana y la cohesión social.

Una cooperativa de telefonía e internet permite que las personas interesadas se unan como socias o apadrinadas. Todas ellas tienen derecho a contratar servicios de telefonía fija y móvil y fibra a través de la cooperativa. En este caso, los socios realizan una aportación inicial de 100 euros como capital social, que se devuelve si deciden a abandonar el proyecto en el futuro. También tienen derecho a participar de las decisiones que se toman conjuntamente en las asambleas anuales como lo haría el consejo de administración de una gran empresa.

En Som Connexió todos los beneficios o excedentes se reinvierten en seguir impulsando el proyecto. Hasta la fecha, se han financiado a través del capital social de sus asociados, aunque también han obtenido algunas subvenciones, como el proyecto Singularsde la Generalitat de Catalunya, destinado a la promoción de la economía social y solidaria. “Queremos cambiar las reglas del juego y ofrecer las mejores condiciones posibles en cuanto a proximidad, atención, confianza, precio y servicio, garantizando la creación de empleo estable y de calidad”, dice la responsable de prensa de la cooperativa. A la vez, ponen en marcha proyectos de impacto social como las guías “Crecer en un mundo de pantallas”, con recursos para prevenir los impactos negativos de la tecnología en la infancia y la adolescencia. Además, luchan para reducir la brecha digital mediante tarifas sociales para colectivos vulnerables.

Contenidos educativos

Abacus abre sus puertas en el año 1968, en pleno franquismo, como cooperativa con inquietudes culturales.Desde el entorno de la Asociación de Maestros Rosa Sensat y bajo la guía de figuras como Marta Mata, Juli Vela, Joan Triadú y Maria Antònia Canals surgió la necesidad de recuperar la pedagogía que había convertido a la escuela catalana en un referente. Los docentes detectaron que se necesitaban recursos inaccesibles entonces para aplicar las metodologías de aprendizaje en las que creían. “Las mayores dificultades consistían en avanzar como organización en plena dictadura, dado que el régimen franquista consideraba la escuela un espacio de control y adoctrinamiento. Un grupo de docentes decidió organizarse para construir un modelo educativo basado en la libertad, poniendo en el centro a los alumnos y sus familias. Así nació Abacus, una cooperativa creada por y para docentes”, sintetiza Muntsa Tuñón, del departamento de comunicación de la cooperativa.

Dos hechos marcan la trayectoria de Abacus durante los últimos 57 años. En 1985, los trabajadores se incorporan como socios, convirtiéndola en una cooperativa de consumo. “Compartimos la propiedad y promovemos la participación y gestión democrática a través de un modelo de gobernanza propio. Los socios de trabajo pueden participar en la gobernanza y el capital de Abacus. Asimismo, tienen retorno cooperativo, a partir de los excedentes que se pueden generar cada año”. La otra fecha remarcable es el año 2021, en que Abacus y SOM se fusionan para dar lugar a una gran cooperativa dedicada a la creación y distribución de contenidos educativos y culturales.

La cooperativa se organiza en tres áreas de negocio que reflejan su diversificación y compromiso con distintos sectores. En primer lugar, Abacus Original se mantiene como el núcleo de la organización. Con 44 tiendas distribuidas principalmente por Catalunya y una plataforma de comercio electrónico cada vez más sólida, este modelo de negocio ha logrado posicionarse como la base desde la cual se desarrollan los demás proyectos. Para Tuñón, portavoz de la cooperativa, “las tiendas físicas, el comercio electrónico y la venta a empresas e instituciones son los pilares que sostienen Abacus Original. Todo lo demás nace de este centro neurálgico”. A su lado, Abacus Educación se dedica a apoyar a la comunidad educativa. Incluye materiales, robótica educativa, formación del profesorado o gestión de bibliotecas. Por último, Abacus Futuro apunta a la creación y difusión de contenidos únicos en diversos campos: libros, revistas, audiovisuales, publicidad, exposiciones y gestión cultural.

Con más de un millón de socios consumidores en la actualidad, la cooperativa mantiene su compromiso con sus valores fundacionales y la apuesta por contenidos de calidad.

Supermercado cooperativo

El 15 de marzo de 2018, coincidiendo con el Día Mundial de los Derechos del Consumidor, 250 personas de perfiles diversos se reunieron en las Cocheras de Sants. Algunos de los asistentes acudieron inspirados por los debates sobre la necesidad de dar un salto de escala en el marco del cooperativismo agroecológico. Muchos estaban interesados en ver el documental Food Coop que explica la historia de Food Coop Park Slope (Nueva York), con más de 17.000 miembros, donde la mayor parte del trabajo lo llevan a cabo sus socios y contribuyen con unas tres horas al mes en tareas operativas del supermercado. Apenas unos meses después, se constituyó la Asociación por el Impulso de los Supermercados Cooperativos y el Mercado Social, que dio pie al Foodcoop BCN, fundado en el año 2022 como primer supermercado cooperativo en Barcelona.

El funcionamiento de este supermercado, situado en el Passatge Aragó, en pleno Eixample, es muy similar al neoyorquino. En este caso, los socios consumidores hacen una aportación única al capital social de 40 euros y aportan tres horas de trabajo al mes en tareas del supermercado. La figura de socio consumidor (738 en la actualidad) permite reducir los gastos del establecimiento y bajar los precios de los productos, elegidos en función de los principios que mueven el proyecto, como son la sostenibilidad y la proximidad. “Creo que a la gente le engancha la calidad y la transparencia de nuestra oferta. Aquí se sienten libres para preguntar de dónde vienen los productos y cómo se producen”, argumentan desde Foodcoop BCN.

En el actual contexto económico, marcado por el encarecimiento de los productos alimentarios, surge la cuestión de qué papel desempeña una cooperativa como esta. “Defendemos que un supermercado puede contribuir de manera positiva al sostenimiento del pequeño y mediano agricultor. Hay que fomentar la soberanía alimentaria para así cambiar el modelo dominante actual tan globalizado”. Asimismo, se consideran sensibles al encarecimiento de la cesta de la compra. “Parte de nuestro proyecto es ofrecer productos más sanos y sostenibles a un precio justo. Como consumidores, debemos ser conscientes de eso“.

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