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Menos consumo, más ahorro: la otra cara de la pandemia

En medio de una crisis generalizada, fruto de la pandemia, la estadística dice que los hogares ahorraron casi el 25% de su renta bruta disponible.

La actual crisis de la Covid-19 está siendo asimétrica tanto para las empresas como para las personas. Mientras que algunos sectores han incrementado sus ventas de forma sustancial, como el comercio electrónico, las tecnológicas y el consumo de alimentos, otros sectores están sufriendo un fuerte impacto en su cuenta de resultados y en la liquidez. Y esto muy posiblemente se verá agravado cuando finalice la moratoria judicial el 14 de marzo de 2021 (salvo ampliación de la misma), ya que se prevé un gran aumento de los concursos de acreedores a partir de esta fecha, la liquidación de muchas empresas y pequeños negocios y la pérdida de empleo. Las previsiones (Euler-Hermes) apuntan que una parte de la población activa podría sufrir desempleo parcial, con la consiguiente pérdida de sus ingresos disponibles.

Sin embargo, existe un importante segmento de la población que no ha visto afectado su trabajo y que tiene contratos de larga duración. Obligados por las restricciones impuestas a la actividad, y la propia contención individual para proteger la salud en un contexto de gran incertidumbre, muchas de estas personas han venido limitando el gasto en bienes y servicios de consumo habitual. Y así, el ahorro privado ha repuntado.

Según un análisis realizado por el Banco de España (Boletín Económico), durante el segundo trimestre del año 2020 los hogares ahorraron casi el 25% de su renta bruta disponible, cifras muy por encima de los valores del 13% de finales de 2019. Aunque este aumento fue generalizado en los países de la UE, fue algo más intenso en España y Francia.

No obstante, este repunte extraordinario del ahorro, que ha tenido un carácter eminentemente forzoso, se ha concentrado en las rentas más altas, las que tienen un porcentaje de ingresos salariales menos expuesto a los sectores económicos más vulnerables a la crisis sanitaria. Además, el gasto no esencial más recortado durante la crisis está siendo el dirigido a los servicios que conllevan interacción social, que también tiene un peso algo mayor en el consumo de los hogares con mayor renta.

El impacto de la nueva ola de la pandemia, las mutaciones del coronavirus, la difícil estimación del tiempo necesario para alcanzar la inmunidad de grupo así como la incertidumbre sobre los efectos económicos de la crisis, hacen previsible que continúe el aumento de la tasa de ahorro, básicamente debido a una falta de confianza. Un hecho extensible a toda la UE, tal como confirman las últimas encuestas de opinión de la Comisión Europea.

Esta tendencia a aumentar el ahorro también pudo observarse en la última crisis financiera de 2008. Hubo primero miedo a perder el trabajo y un aumento continuado de la tasa de ahorro, y el punto de inflexión se consiguió unos cuantos años más tarde, para luego descender hasta llegar a 2018, cuando el ahorro de los hogares en España se hundió y se regresó de nuevo al endeudamiento.

Estos comportamientos nos indican que los ciudadanos tienden a gastar toda la renta que perciben y un poco más cuando tienen una gran confianza en la evolución de la economía, y a dotarse de colchones financieros en épocas de crisis e incertidumbre.

Si las condiciones sanitarias siguen mejorando, es previsible un nuevo impulso del consumo a partir de julio del 2021.

En cuanto a la composición de este ahorro acumulado, está básicamente concentrado en depósitos bancarios, los cuales constituyeron un 18% de la renta bruta disponible (RBD) en el primer semestre del 2020, seguido de las acciones cotizadas con un 5% y las participaciones de fondos de inversión con un 2,4%. Lo que indica que existe una clara preferencia de los ciudadanos por las inversiones conservadoras, pero también en mantener unos saldos remanentes a menudo situados en cuentas disponibles en espera de una mejora de la situación actual. Sin desestimar la tendencia natural de los españoles a invertir en activos inmobiliarios, con los precios de la vivienda estables durante la crisis e incluso con un ligero repunte al alza.

Por otro lado, si analizamos la intención de ahorro de los españoles durante 2019 (previo a la pandemia), se observa una ligera mejora de la tasa de ahorro respecto a 2018, si bien, el comportamiento de los ahorradores fluctuó en función de los meses, con una evolución creciente hasta el mes de junio, pero con una caída significativa en la intención de ahorro de los ciudadanos del 39,3% en el mes de julio (Observatorio Cetelen).

Esta evolución histórica y estacional del ahorro muy vinculada a la confianza de los consumidores hace previsible que, a medida que vayan mejorando las condiciones sanitarias y económicas y se proceda a una progresiva apertura de comercios y servicios asociados al ocio y a la restauración, una parte importante de esta bolsa de “ahorro forzado” por restricciones revierta nuevamente en el consumo. Atendiendo al comportamiento estacional en la intención de ahorro de los ciudadanos, así como al fuerte estímulo del consumo observado durante el tercer trimestre de 2020 cuando finalizó el proceso de desescalada de la primera ola de la pandemia, es previsible que si las condiciones sanitarias siguen mejorando se observe un nuevo impulso del consumo a partir de julio del 2021. Y el consumo, téngase en cuenta, es un importante motor de la economía.

Es evidente que existe una importante correlación entre el consumo, la confianza y la tasa de ahorro, por cuya razón vamos a analizar cuál podría ser el comportamiento esperado del consumo en detrimento de este ahorro acumulado.

De acuerdo a los criterios de clasificación del consumo individual por finalidades COICOP (Classification of Individual Consumption by Purpose) los bienes se clasifican en:

Duraderos (D): vehículos, joyería, equipos de fotografía e instrumentos útiles, herramientas y grandes equipos, muebles y equipamiento del hogar.

Semiduraderos (SD): vestido y calzado, artículos de cristal, vajillas u utensilios, productos textiles para el hogar.

No duraderos (ND): alimentos y bebidas no alcohólicas, suministros, reparaciones, productos farmacéuticos, servicios telefónicos. También se incluye el combustible, cuyo gasto dedicado a la movilidad constituía un 3,3 % del consumo de los hogares previo a la pandemia.

Servicios (S): alquileres, transporte público, servicios de recreación y deportivos, servicios culturales, paquetes turísticos, restaurantes y hoteles, educación.

De acuerdo al análisis del Banco de España, este último agregado que engloba el ocio y cultura, los restaurantes y servicios de alojamiento y los paquetes vacacionales representaba antes de la crisis más de un 13 % del consumo de los hogares en la UE, con un mayor peso en España, donde los restaurantes han venido siendo la partida más significativa en consumo final, frente a un escaso 4 % en Alemania.

Al tratarse de un sector muy asociado a la interacción social, está siendo sin duda el gasto más dañado y de forma más permanente durante la pandemia. A finales de 2019 (previo a la Covid-19), en un estudio del Observatorio Cetelem sobre la intención de gasto, los ciudadanos respondieron que sus preferencias en el consumo eran el turismo, la tecnología e informática, el textil y deportes, los muebles y complementos para el hogar, y los smartphone.

En base a esta intención de gasto y a la clasificación anterior del consumo por finalidades (COIPCOP), podemos identificar la existencia de unos gastos que son “aplazables” en situaciones de incertidumbre, como serían los bienes duraderos y semiduraderos que venían suponiendo un 20% del consumo habitual y que han sufrido una reducción significativa durante la pandemia. Sin embargo, este carácter aplazable también podría interpretarse como una demanda congelada, que podría devenir en un importante revulsivo al finalizar la crisis y contribuir a la recuperación, tal como también apunta el ligero aumento del consumo de estos bienes observado durante el tercer trimestre 2020, cuando parecía que los efectos del virus estaban descendiendo.

En el apartado de bienes no duraderos (ND), el confinamiento conllevó un aumento de la demanda de alimentos y de los bienes y servicios asociados a las comunicaciones. Si bien el gasto corriente en combustible sufrió una importante reducción, en torno al 30% por la caída de la movilidad, según datos del BE.

Como conclusión, podemos deducir que la reactivación inmediata del consumo está muy condicionada por las restricciones, la movilidad territorial y la evolución de la pandemia. Todo lo cual limita el consumo fuera del hogar, lo que seguirá propiciando un aumento de los ahorros. Sin embargo, una gran parte de este ahorro está situado en cuentas disponibles, depósitos bancarios por los que se intuye que, una vez mejoren las condiciones sanitarias y se proceda a la apertura de estos servicios, aumente el consumo vigorosamente.

Los depósitos bancarios

Vamos a ver a continuación las posibles ventajas e inconvenientes de mantener nuestros ahorros en depósitos bancarios.

– Ventajas: inversión conservadora sin volatilidades, mayor protección que los bonos o pagarés por su menor exposición a los riesgos derivados de la entidad depositante y por contar con la garantía adicional del Fondo de Garantía de Depósitos que cubre hasta 100.000 euros por depositante y entidad. Habitualmente son reintegrables antes del vencimiento con nula o mínima penalización. Las cuentas corrientes y de ahorro tienen disponibilidad inmediata.

– Desventajas: carecen de rentabilidad (la tasa de interés actual para la mayoría de depósitos es del 0%), lo que implica que el dinero invertido se desvaloriza con el paso del tiempo al no corregir el efecto de la inflación (aumento de los precios). Por otra parte, las entidades financieras tienen un exceso de liquidez y en ocasiones tienen que invertir estos depósitos en cuentas o productos con tipos de interés negativos, de hasta un –0,50 en el caso del BCE o de –0,39 para las letras del tesoro. En este escenario de bajos intereses, las entidades mayoritariamente no están cobrando al depositante un interés negativo, como ocurre en algunos países de la UE, pero sí que están anunciando un importante aumento de sus comisiones de mantenimiento para este mes de abril para aquellos clientes que no mantengan otros productos o servicios en la entidad.

Como alternativa a los depósitos existen otras vías de inversión prudente, tales como las acciones de compañías con fundamentos sólidos y con un pago de dividendo recurrente, fondos de inversión que cubran la inflación o que mantengan un perfil de riesgo moderado. También sería una buena decisión destinar una parte del ahorro a complementar las pensiones futuras (planes de pensiones o modelos alternativos de capitalización de rentas), ya que además de suponer un importante colchón financiero, es muy posible que el sistema público de pensiones no pueda mantener las actuales prestaciones en el futuro.

En este último punto, son interesantes las medidas excepcionales que de forma temporal y como consecuencia de la crisis de la Covid-19 permiten solicitar un rescate sobre los derechos consolidados en los planes de pensiones y EPSV (entidades de previsión voluntarias).

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