Giorgos Kallis (Atenas, 1972) es Doctorado en Política Ambiental por la Universidad del Egeo, cuenta con una segunda maestría en Economía por la Barcelona Graduate School of Economics y ha sido Marie Curie International Fellow en el grupo de Energía y Recursos de la Universidad de California-Berkeley. Afincado desde hace años en Barcelona, investiga sobre Economía Ecológica en el Instituto de Ciencia y Tecnología Ambientales de la Universidad Autónoma de Barcelona (ICTA-UAB) y es uno de los principales defensores de las teorías del decrecimiento. Ahora, junto a su compañero antropólogo económico de la ICTA-UAB, James Heckel, y a su homóloga del Instituto de Geografía y Sostenibilidad de la Universidad de Lausana (UNIL), Julia Steinberger, desarrolla el proyecto “A Post-Growth Deal” (REAL) para explorar las vías de un post-crecimiento beneficioso para el ser humano y el planeta gracias a la beca Synergy. Una subvención de 10 millones de euros altamente competitiva y uno de los premios más prestigiosos para la investigación avanzada en Europa otorgada por el European Research Council (ERC).
¿Cuáles son los pasos y las iniciativas que van a abordar dentro del estudio?
Es un proyecto bastante interdisciplinar, con muchos subproyectos. Nuestra colaboradora en Suiza, la profesora de Economía Ecológica de la UNIL, formada en Física, Julia Steinberger, realiza modelos cuantitativos y estudia sistemas energéticos y de recursos materiales. Está estudiando qué modelos pueden reducir radicalmente el consumo de energía, en torno a un 20% con respecto a su nivel actual, en distintas partes del mundo, sin comprometer la calidad de vida de los ciudadanos. Otra corriente de investigación es la que estamos llevando mi compañero de la UAB, James Heckel, y yo, en la que analizamos modelos de macroeconomía ecológica. Estudiamos estos modelos con distintas variables en diferentes países del mundo para ver trayectorias de decrecimiento estables, que no colapsen la economía y no lleven a una explosión de deuda o de desempleo. Queremos ver qué políticas y qué trayectorias pueden hacerlo posible.
¿Podríamos decir que van a basarse en modelos más teóricos que empíricos?
Son modelos teóricos pero basados en números reales. Hasta ahora nuestros colaboradores han estudiado los datos macroeconómicos de países como Francia o Canadá haciendo una proyección futura de sus datos macroeconómicos. A partir de ahora queremos estudiar los casos de España, Inglaterra y Sudáfrica. También nos interesa mucho estudiar los modelos de países que han permanecido estancados y sin crecimiento económico durante años y, sin embargo, han mantenido su nivel de bienestar, como es el caso de Japón. Queremos ver qué políticas, estructuras e instituciones han asegurado ese nivel de bienestar y les han aportado estabilidad. Otra economía interesante que nos gustaría analizar es la de Italia, aunque no sea un país tan estable políticamente. Además, estoy interesado también en estudiar los movimientos y movilizaciones sociales, así como el juego político y la geopolítica de países como España o Croacia. En este último, su movimiento municipalista verde ganó las elecciones en la capital con una agenda bastante postcrecentista. Queremos ver las dinámicas, la gestión o los obstáculos que han ido surgiendo. Otra iniciativa que nos interesa especialmente es la del movimiento internacional para la soberanía alimentaria, La Vía Campesina, que con su defensa de la agricultura sostenible a pequeña escala para promover la justicia social y la dignidad promueve políticas muy cercanas al postcrecimiento. Queremos entender cómo se gestaron y cómo se organizan estas iniciativas. Se trata, por tanto, de un macroproyecto con varios estudios en diferentes países.
¿Por qué hay que decrecer?
Es muy importante cambiar el rumbo de la economía y poner en marcha un nuevo modelo que pueda ser próspero, pero sin continuo crecimiento, por dos razones: La primera, por los problemas ambientales, el cambio climático y el uso cada vez mayor de recursos naturales y de energía, que hacen que sea casi imposible mantener un planeta habitable en el largo plazo. La segunda razón se ha hecho visible recientemente en Inglaterra, con el anuncio de más recortes en pensiones, servicios y reducción de impuestos a las economías más altas, como excusa para potenciar el crecimiento de la economía. La única manera de conseguir mantener un crecimiento que ha llegado a su límite es haciendo recortes, lo que acaba empeorando la calidad de vida de la gente. El economista, Herman Daly, dedicó toda su vida a escribir sobre este asunto y aseguraba que en las economías más grandes el crecimiento se está volviendo poco rentable porque conlleva altos costes sociales, ambientales y de calidad de vida.
¿Por qué en sus libros unes el decrecimiento con la idea de poner límites?
Es erróneo pensar que el capital y el dinero te pueden llevar a un crecimiento infinito. Con una tasa de crecimiento del 3% anual tendríamos una economía 19 veces más grande en un siglo, lo que sería imposible de asumir en 2 o 3 siglos. El crecimiento continuo es una sinrazón, porque todo en la vida tiene un límite.
¿Qué límites cree que necesitamos ponerle a la economía?
El modelo económico tiene que cambiar y dar prioridad a las necesidades de la ciudadanía. Hay que volver a una economía más humana, a un modelo de estado más intervencionista para dirigir la producción hacia donde se necesita en vez de a los mercados y a la construcción, como ocurre actualmente. Hay que invertir en todo aquello que tiene valor social y no solo valor económico, como bajar las emisiones de carbono con la rapidez que necesitamos, invertir en sanidad, cuidados y educación, o invertir en el sector energético, con la puesta en marcha de más comunidades energéticas y más cooperativas de producción y consumo de energía. Si todo ello frena el crecimiento, no debería ser un problema.
¿El decrecimiento significaría el fin de nuestro sistema económico actual o hay posibilidades de algún tipo de capitalismo más amable con el ser humano y la naturaleza?
Creo que el sistema capitalista, del que hemos disfrutado desde la época de posguerras, está evolucionando, como al fin y al cabo lo han hecho todos los sistemas a lo largo de la historia, y está llegando a su fin. El capitalismo puede evolucionar a partir de ahora en dos direcciones: una que empeoraría la calidad de vida de la mayor parte de la ciudadanía o una que podría ser una oportunidad para lograr algo nuevo y bueno para la mayoría. La primera de ellas nos llevaría hacia un nuevo feudalismo, si sigue la tendencia del aumento de las desigualdades y la concentración de la riqueza en unas pocas manos, como hemos visto en los últimos treinta o cuarenta años. La segunda opción, nos llevaría hacia un post-capitalismo, un sistema aún por definir que garantizaría el bienestar de los ciudadanos y el fin de las desigualdades. El momento actual es tremendamente difícil. La economía, y la humanidad en su conjunto, está amenazada por las pandemias, el cambio climático y, sobre todo, por un posible enfrentamiento entre naciones con armas nucleares. Las ideas hasta ahora establecidas han llegado a su fin y es necesario plantear otras nuevas. No sé qué va a salir de ellas, pero quiero ser optimista, porque de las crisis se suele salir reforzado.
No espero que nuestro estudio cambie el mundo de un día para otro, pero sí que podamos generar nuevas ideas que terminen germinando.
¿Algún país, como las tradicionales socialdemocracias escandinavas, estaría cercano hoy en día a esa economía post-capitalista?
Efectivamente, podríamos destacar una serie de países con un capitalismo más suave y centrado en el bienestar de sus ciudadanos que en el crecimiento de su producto interior bruto, como las socialdemocracias escandinavas, entre las que Finlandia es un buen ejemplo; pero también países como Uruguay o Costa Rica, con economías menos desarrolladas pero estables y sin conflictos; o un país como Japón, que como mencionaba antes lleva sin crecimiento económico las últimas tres décadas. Escocia, en el Reino Unido, también es un ejemplo interesante en el que fijarnos.
¿Cómo se puede abordar ese decrecimiento en España y en Europa?
España y Europa ya no crecen. El primer paso ya se ha hecho sin voluntad y el reto es cómo manejar ese estancamiento, cómo hacer ese cambio hacia un modelo de decrecimiento sin deprimir el nivel de vida de la ciudadanía. Se podrían incluir impuestos indirectos a los combustibles fósiles, que revirtieran en las rentas más bajas. También impuestos a los grandes patrimonios y a las rentas más altas. Este tipo de políticas pueden dar respuestas a la crisis económica actual y, a la vez, dar paso a un nuevo modelo económico y energético.
¿También deben decrecer los países menos desarrollados?
No, no tienen que decrecer, tienen que usar más energía y más recursos, pero no deben repetir el modelo del norte global por razones ecológicas y de sostenibilidad del planeta. Lo que pasa es que ahora mismo los países más desarrollados están explotando sus recursos para enviarlos a los países ricos a muy bajo coste, y esto tiene que acabar, tanto por razones ecológicas, como de justicia social. Yo creo que un decrecimiento en el norte va a dejar más espacio a los países menos desarrollados para recuperar sus propios recursos y revertirlos en su propio desarrollo, en lugar de que esos recursos vayan al consumo superfluo de los países más ricos.
Volviendo a su estudio, ¿qué pasaría si los datos no demuestran que podemos ir hacia ese modelo de decrecimiento?
Incluso si no podemos ir hacia ese modelo, al menos podemos ir hacia una reducción de las emisiones y evitar modelos que nos lleven al precipicio. Aunque no se llegue a poner en marcha el modelo completo, implementar políticas de cambio de los modelos energéticos y lograr una reducción de las emisiones es fundamental. Por supuesto, no espero que nuestro estudio cambie el mundo de un día para otro, pero sí que podamos generar nuevas ideas que poco a poco consigan cambiar la realidad. Que la información que procesemos y los hechos que demostremos consigan un cambio en esa dirección. Aunque las conclusiones del estudio no nos lleven de golpe a una economía postcrecentista, pueden ser ideas que terminen germinando y teniendo vida propia en esta época de crisis en la que nos encontramos.
Parece que Catalunya está siendo pionera en el campo de la economía ecológica, ¿no es cierto?
Catalunya es pionera en el ámbito de la investigación en Economía Ecológica. La Escuela de Economía Ecológica Internacional empezó aquí con el profesor emérito, Joan Martínez, que desarrolló su carrera en el instituto ICTA de la UAB. Catalunya lleva años siendo un centro de pensamiento y un lugar muy interesante porque hay muchas estructuras de economía cooperativa y social mucho más desarrolladas que en otras partes del mundo. Hay un espíritu cooperativo y un capital social muy importante, con la puesta en marcha, por ejemplo, de comunidades energéticas, experiencias en el campo de la movilidad sostenible y numerosas iniciativas a pequeña escala que pueden demostrar que nuevas fórmulas económicas son posibles.