Aunque el PIB es una buena medida de los resultados económicos, no lo es tanto del bienestar, un concepto más amplio cuya medición suscita mucho interés.
El producto interior bruto (PIB) es un indicador de actividad económica elaborado con mucho cuidado, diseñado para estimar la producción y la renta generadas en el mercado, pero no contempla otras dimensiones relevantes para el bienestar de las personas. Por ejemplo, el PIB no tiene en cuenta las actividades productivas desarrolladas en los hogares (culinarias, de limpieza y mantenimiento del hogar y cuidado de las personas) y tampoco el valor del tiempo que las personas dedican al ocio.
La COVID-19 supuso en 2020 una caída del PIB sin precedentes en España desde mediados del siglo XX (-11,3% en un solo año). Las restricciones adoptadas para frenar la pandemia afectaron a la mayoría de sectores económicos y mercados, como reflejan los datos de PIB, que son los que se utilizan habitualmente como medidas de desarrollo económico y bienestar. A la luz de los mismos, 2020 supuso un fuerte empeoramiento de las condiciones de vida y España todavía no había recuperado en 2022 los niveles previos a la pandemia.
Sin embargo, aunque el PIB es una buena medida de los resultados económicos de un país, no lo es tanto del bienestar, un concepto más amplio cuya medición suscita mucho interés. Por ello, en la actualidad existen diversas iniciativas internacionales que tratan de comparar el bienestar de los países mediante la elaboración de índices sintéticos (OECD Better Life Index o EU Social Progress Index).
Una alternativa a los índices sintéticos de bienestar son los indicadores de las estadísticas oficiales de las Cuentas Nacionales basados en el consumo –en lugar de en la producción, como hace el PIB– combinados con datos de uso del tiempo por las personas. La primera razón para ese cambio de enfoque es que el consumo está más próximo a las condiciones de vida de las familias y el grado de satisfacción de sus necesidades. La segunda es que el bienestar no depende solo del gasto realizado en los productos de consumo que forman parte del PIB, según el Sistema Europeo de Cuentas Nacionales (SEC). Además, habría que tener en cuenta los servicios públicos a los que la población tiene acceso y que no generan gasto directo de las familias. En tercer lugar, en los hogares se realizan importantes actividades no remuneradas que influyen en la calidad de vida de sus miembros (limpieza, cocina, cuidados de las personas, etc.) y sería deseable incluir esta producción doméstica que no se realiza en el mercado (y, por tanto, no está contemplada en las Cuentas Nacionales). Y lo mismo puede decirse del valor del tiempo dedicado al ocio, pues también influye sobre el bienestar de las personas.
La producción doméstica y el ocio amortiguan el ciclo económico, al mantener los niveles de bienestar más estables de lo que indica el PIB.
Tener en cuenta todos estos componentes plantea problemas de estimación porque es preciso valorarlos para agregarlos. Por ello, la Fundación BBVA y el Ivie han desarrollado un proyecto de investigación que construye un nuevo indicador, al que han denominado consumo ampliado de los hogares para medir el bienestar y que se explica en la monografía Más allá del PIB. El valor de la producción doméstica y el ocio en España. El indicador incluye el gasto en consumo de los hogares en bienes y servicios y la parte de la producción doméstica que incluye el SEC, así como el gasto de las instituciones sin fines de lucro al servicio de los hogares (ISFLSH) y de las administraciones públicas (AA. PP.) para los hogares. Y a esos componentes, que ya recogen las Cuentas Nacionales, se añade el valor del tiempo empleado en la producción doméstica –en función de lo que cuesta contratar en el mercado a personas que realizan esas tareas– y el valor del tiempo de ocio de las personas –en función del coste de oportunidad que ese tiempo tiene para ellas (es decir, el salario que hubieran podido percibir en ese tiempo que han dedicado al ocio).
Este indicador de consumo ampliado que se aproxima más a una medida del bienestar de las personas asciende a cerca de 2,5 billones de euros en 2022, lo que supone casi triplicar el consumo que mide el SEC y casi duplicar el valor del PIB. Los dos componente no incluidos en las estimaciones del SEC (producción doméstica y ocio) ascienden a 1,5 billones de euros, lo que demuestra su relevancia para medir las condiciones de vida de las familias.
El valor del tiempo dedicado al ocio supone un 36,1% de este indicador de consumo ampliado y el valor del consumo asociado a la producción doméstica alcanza el 28,6%. Así pues, el ocio y la producción doméstica concentran el 64,7% de consumo ampliado, mientras que el gasto en consumo de los hogares dirigido al mercado solo representa el 28,2%, y el gasto de las AA. PP. y las ISFLSH del que se benefician las familias el 7,1%. Esta visión del consumo ofrece una imagen distinta de la evolución del bienestar material de los hogares. A lo largo de las dos décadas transcurridas del siglo XXI el consumo ampliado oscila mucho menos que el consumo SEC y el PIB y la razón se encuentra en el valor de la producción doméstica y el ocio. Tanto en la gran recesión como durante la COVID-19, el bienestar ha fluctuado menos que el PIB.
Lo sucedido dentro de los hogares ha sido particularmente importante durante la pandemia, pues para las familias resultaron decisivas las actividades de consumo y ocio desarrolladas en ellos, tanto en las etapas de confinamiento como en las de restricciones más suaves. El consumo ampliado capta mucho mejor la importancia de estas actividades en los hogares, y mientras la caída real del PIB en 2020 fue superior al 11% y el gasto en consumo cayó un 9,2%, el consumo ampliado solo cayó un 4,6% porque la producción doméstica y el tiempo de ocio en el hogar no retrocedieron como el consumo de mercado.
Aunque las restricciones a la movilidad afectaron al ocio de las familias españolas, este se resintió menos que la actividad de mercado porque dentro de sus hogares las personas disfrutaron de ocio de otro tipo, siendo para ello muy importante el amplio equipamiento TIC. Lo mismo ocurrió con el trabajo doméstico ampliado para sustituir en los hogares –con comidas preparadas en casa y compras online– parte del consumo de mercado, como la restauración y el comercio presencial.
El consumo ampliado es un indicador que oscila menos, lo que indica que la producción doméstica y el ocio actúan como amortiguadores del ciclo económico, al mantener los niveles de bienestar más estables de lo que indica el PIB.