Farmacéutico y presidente de la Federación de Asociaciones de Farmacias de Catalunya (FEFAC), Antoni Torres acumula a lo largo de su trayectoria profesional una amplia experiencia como activista empresarial y un gran bagaje asociativo. Recién nombrado presidente de la sectorial de Comercio de Pimec, para Torres los establecimientos de proximidad son un factor de cohesión social. “Más que comerciantes, somos facilitadores de la vida comunitaria”, afirma.
Como empresario del sector farmacéutico, ¿cómo se ve la relación del servicio que ofrecen las farmacias con la que ofrece el comercio en general?
Los dos negocios se parecen en dos cosas: en primer lugar, su ubicación en la calle, y segundo, que atienden a los clientes de proximidad. Más que transacciones, como puede ser una venta online, su actividad se sustenta en la confianza del cliente con el establecimiento, más allá de que uno sea del ámbito sanitario y el otro no.
¿La confianza se establece, entonces, porque son establecimientos de proximidad?
Esa es la clave. Un establecimiento de proximidad abarca mucho más que la palabra comercio, que solo incluye el concepto transaccional. Tenemos los comercios tradicionales y los profesionales, como abogados, arquitectos, economistas, podólogos, y otros que también están en la calle. También hay artesanos e incluso industriales. La relación de confianza es la que hace la diferencia, porque nadie cambia de lampista o de panadero cada día.
Los empresarios y trabajadores del sector comercial han sufrido dos grandes crisis recientemente: la de la pandemia, en la que tuvieron que trabajar en unas condiciones muy duras, y la de la inflación, en la que han tenido que ajustar márgenes para continuar siendo competitivos. A pesar de ello tienen que luchar contra opiniones y posiciones contrarias. ¿Cómo podemos consolidar el prestigio de la actividad comercial?
Desde luego hay que luchar por conseguirlo, pero el problema no es de carácter comercial sino social. Los ciudadanos tenemos que escoger la manera en que queremos vivir, el tipo de barrio y el entorno queremos. ¿Un entorno desertizado, en el que todo se realiza en un área comercial concreta y que para cuestiones de cualquier tipo tenemos que desplazarnos hasta allí? Este es un modelo que vemos en muchos lugares en Europa y Estados Unidos. En París, por ejemplo, determinados barrios son un desierto total, y las consecuencias sociales y de convivencia son terribles. ¿O queremos un modelo mediterráneo en el que hay establecimientos de proximidad, en una ciudad que es concentrada y no extensa y en la que no nos tenemos que desplazar muy lejos para realizar cualquier actividad? La pregunta entonces es: ¿queremos una ciudad en la que la propia sociedad se cuide de sus individuos o vamos a ponerlo todo en manos de la administración para crear una red de protección ineficaz e insostenible?
A menudo las administraciones trabajan poniendo trabas, más impuestos y una legislación que no está pensada para el pequeño comercio.
¿Cuál debe ser, en este sentido, el papel de la administración?
En mi opinión ha de ser el propio entorno el que cuide al individuo. Este modelo aporta los beneficios de la relación social entre las personas. En cuanto a las administraciones, tendrán que gestionar una contradicción, y es que, por un lado, los alcaldes trabajan para que haya una red de sostenibilidad y luchan contra la España vaciada, por la seguridad y el bienestar de la ciudadanía, pero a menudo las administraciones trabajan poniendo trabas, más impuestos y una legislación que no está pensada para el pequeño comercio. Con lo cual estoy diciendo que no se cumple la normativa europea de hace 15 años de la Small Business Act. Es la Ley de la Pequeña Empresa, que viene a decir que no se puede aplicar a un pequeño comercio de dos o tres personas la misma legislación en temas como, por ejemplo, los planes de igualdad o la discriminación por razones de religión o género, que a una empresa de 50 o 500 trabajadores. Todo ello se tiene que hacer, pero hemos de pensar que cada gesto tiene un impacto.
¿Cómo luchar frente al cierre de pequeños comercios?
Se puede potenciar la reapertura de comercios con ayudas económicas combinadas con la formación profesional en el oficio y en la gestión. De paso se motiva al joven a quedarse a vivir en el barrio gracias a que se le ofrece una oportunidad para desarrollarse y crecer. ¿Porque no nos plateamos hacer campañas agresivas y de impacto sobre qué pasa si no hay comercio? Pensemos, por ejemplo, en las campañas de publicidad de tráfico en las que buscan impactar. Porque el cierre de comercios supone una pérdida económica y social para cualquier barrio. No puede ser que, con el comercio electrónico, las externalidades negativas se carguen sobre la sociedad y las positivas salgan del país. Al final, lo que te ahorras en cada clic lo vas a pagar en aumento de los impuestos que se necesitarán para atender las necesidades de seguridad, y otras, de las ciudades desiertas.
Algunas voces del gobierno quieren añadir impuestos a los márgenes comerciales y a la vez mantener un IVA muy reducido de ciertos productos considerados básicos. ¿Qué puede hacer ante esto el comercio y sus representantes?
Se tiene que ver con sentido común: la alimentación de las personas necesita una dieta equilibrada. Tenemos la suerte de la dieta mediterránea con una combinación equilibrada de cantidades de azucares, proteínas y grasas. ¿Qué hacen los gobiernos con el tema del IVA? Bajan el IVA de los alimentos básicos, lo que de entrada está muy bien (aceite, grasas, hidratos de carbono), pero no se baja el de las proteínas, lo cual desequilibra la dieta. Y es que el pescado y la carne también deben tener un IVA reducido. Al final el efecto de más hidratos de carbono y grasas, que son los que tienen el IVA reducido y por lo tanto son más económicos, nos lleva a un problema más grave: el sobrepeso y la obesidad. Ello repercute en la salud de las personas, con el resultado de más gasto sanitario. Por otra parte, las empresas buscan beneficio, pero el “castigo” de impuestos sobre beneficios merma su capacidad de gestión para negociar con proveedores y ser competitivos en precio. Es un contrasentido bajar el IVA y gravar los beneficios porque desincentiva la actividad empresarial. Que conste que no hago populismo: es una solución muy elaborada y pensada.
Desde mayo de 2023 se ha puesto en marcha la ZGAT (Zonas de Gran Afluencia Turística) entre el 15 de mayo al 15 de septiembre entre las 12 y las 8 de la tarde. El debate sobre la apertura de los comercios en días festivos en Barcelona parece que justifica el seguir en la línea de mayores aperturas ya que la ciudad ha generado 500 millones adicionales de ingreso y un aumento de la ocupación laboral cifrada en unas 1.500 personas. ¿Está Pimec de acuerdo en seguir añadiendo más días de apertura tal como promueve la entidad Barcelona Oberta?
Vamos a un paso hacia atrás: a lo social. ¿Como se llega a las ZGAT? Catalunya tiene un modelo de organización social muy potente. Con la pandemia y mediante un acuerdo social, es decir con la intervención de todas las entidades empresariales representativas del comercio, sindicatos y administración, se decidió que durante cuatro años se hiciera una prueba piloto para reactivar el comercio y que en determinadas zonas de elevada afluencia turística tuvieran un horario más ampliado. Se implantó y ahora llega el momento de evaluar. ¿Cuál es el nuevo acuerdo social que volveremos a hacer entre todos? Hay muchas preguntas que aún no tienen respuesta. ¿Cuántos nuevos puestos de trabajo se han creado y qué calidad tienen? ¿Qué retorno social han tenido estos puestos de trabajo? ¿Qué beneficios sociales se han conseguido y donde se revierten? ¿Van a parar a la sociedad o a la cuenta de explotación de cadenas cuya sede social y capital están fuera de España? No es un tema sencillo. No se puede simplificar en más horas o menos de apertura. Nosotros partimos de un entorno social y comercial determinado bajo el que ese hizo el acuerdo social. Esta evaluación permitirá decidir si se amplía, mantiene o reduce. El modelo social que tenemos en Catalunya, por suerte, está bastante trabajado. Tenemos colles, agrupaciones, colectivos, prácticamente de todos los ámbitos. Nuestra sociedad tiene capacidad para llegar a acuerdos por sí misma.
En muchas áreas (alimentación, cosmética, moda) se observa una tendencia a la concentración del mercado y la reducción de empresas competitivas de menor tamaño. ¿Qué hacer para sobrevivir?
Para el pequeño comercio, la especialización y diferenciación son claves para su supervivencia. La capacidad del pequeño comercio en reorientarse es infinitamente más rápida que la de las grandes cadenas. Como éstas van al gran público, se diferencia de los pequeños comercios que van a “su” público. Así, las rebajas, el surtido, el precio, lo adapta a quien le viene. Esa mayor capacidad requiere formación y especialización. Ahí es donde las administraciones pueden ayudar. Pero si la administración obliga al pequeño comercio a estar muchas horas abierto, ¿cómo podrá mantener el ritmo de formación necesario para especializarse y diferenciarse?
Parece que la burocratización va en aumento y que la puesta en marcha de nuevas empresas tiene grandes trabas que impactan en el territorio. ¿Cómo se puede cambiar?
La administración está pensada para perseguir el “pecado”, con lo que la regulación hace que cualquier cosa sea muy complicada de llevar a cabo. Se tiene que vigilar mucho para no pisar ninguna línea roja. En cambio, si la legislación y la administración estuviese orientadas hacia la confianza, únicamente se indicarían los márgenes que no se pueden sobrepasar y se dejaría libertad para empezar cualquier actividad. Si fuese así, el ciudadano sería el primer interesado en no recibir ninguna sanción. La idea es que se pueda empezar la actividad en horas o días. Si en vez de utilizar la actitud responsable del ciudadano que está montando el negocio, se hace al revés, tenemos un problema. ¿Por qué en el Reino Unido se puede montar un negocio en 24 horas y aquí no? ¿Somos los españoles menos capaces? Pues no, somos como mínimo iguales. Este es otro aspecto de mejora en el que la administración debe ayudar. El problema es que el coste del cambio del enfoque es alto, porque la costumbre de hacer las cosas de una manera frena el cambio de la administración. Hay argumentos fuertes para cambiar: el modelo social que se cae, la gente que se va, etc.
Ante la falta de talento en las empresas, la inmigración soluciona la falta de especialistas en muchos ámbitos. ¿Qué lectura hace usted?
Lectura positiva: con la inmigración se da la posibilidad de que personas que vienen de fuera de nuestro país se integren. La inmigración contribuye económicamente mediante el pago de impuestos y de seguridad social, entre otras cosas, al bienestar de todos. Cuanto mejor sea el ascensor social, la sociedad estará más cohesionada y habrá menos conflictos interculturales. Hemos de tener en cuenta que nuestra natalidad es muy baja. Si el estado del bienestar se mantiene con impuestos y los que pagan impuestos son menos, lo ponemos en peligro. La administración tiene, pues, la obligación cuidar a los que nos cuidan, que son los que pagan impuestos. Los recursos son simples: natalidad y mano de obra. Es sorprendente que, con el 12% de paro, las empresas no encontremos personal y las ayudas de la administración vayan mayoritariamente a las clases pasivas no activas.
La sostenibilidad y el cambio climático imponen unas nuevas reglas de comportamiento en las que es fundamental el ahorro energético, de agua y de residuos. ¿Qué puede hacer Pimec Comerç para favorecer esta cultura?
En el año 1975, la OMS declara que no hay una salud diferente para cada cosa sino que solo hay una salud (One Health): la salud ambiental, la salud animal y la salud humana son una única salud, no hay una sin la otra. Y así se empieza a hablar de los determinantes de salud, y resulta que el 50% de las personas enferman por el entorno psicosocial en el que se encuentran. De ahí nace el concepto de la ciudad de los 15 minutos, en el que se incluye la contaminación (reducción de partículas en el aire) y muchas otras variables que solo se pueden conseguir en un entorno de proximidad. En las ciudades extensas de estilo norteamericano la ciudadanía tiene que desplazarse para todo. Pero la sostenibilidad y mover cosas (personas u objetos) son incompatibles. Se trata, pues, de que la actividad diaria solo pida un desplazamiento de como máximo 15 minutos. En la ciudad de proximidad tienes los establecimientos a mano: farmacias, bares, etc.
Queremos mantener la ciudad cohesionada socialmente, con establecimientos de proximidad suficientes para responder a las necesidades de la ciudadanía.
La sostenibilidad, en definitiva, se potencia con el comercio de proximidad, que crea un entorno psicosocial adecuado para la mejora de la salud con el fomento de relaciones personales. Con el comercio electrónico se favorece la movilidad de paquetes y personas, y esto es lo más insostenible. No estamos en contra del comercio electrónico, pero decimos que tiene que estar en su justa medida y competir en igualdad de condiciones con el pequeño comercio, por ejemplo, en la fiscalidad. ¿Qué sentido tiene comprar un teléfono de 1.000 euros con impuestos que se pagan en Irlanda, cuando la actividad y todas las externalidades negativas de esta actividad se quedan aquí? La fuerza de trabajo que aporta el comercio electrónico es de baja calidad. Por ejemplo, los riders, que no se sabe si son falsos autónomos o no cotizan y tienen salarios muy bajos. Ni por impuestos, o por la calidad del trabajo, o por la congestión y la contaminación, se justifica que en un solo clic se pueda comprar un producto. Socialmente ese no es un modelo que queramos. Queremos mantener la ciudad cohesionada socialmente con establecimientos de proximidad suficientes para responder a las necesidades de la ciudadanía y con ello ser más sostenibles y saludables. Lo que no se visualiza no se alcanza.