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El modelo bancario: una transformación necesaria

El sistema bancario tradicional está inmerso en una profunda transformación hacia la digitalización y el ahorro de costes.

La génesis del proceso de transformación del modelo bancario está en varios hechos ocurridos en los últimos años. Por un lado, las consecuencias derivadas de la crisis financiera de 2008, que llevaron a los bancos centrales a aplicar unas políticas monetarias laxas con la finalidad de relanzar la economía. En esta etapa expansiva, los márgenes de intermediación de la banca han sufrido año tras año. Por otro lado, las dotaciones extraordinarias que tuvieron que realizar los bancos para cumplir con los compromisos exigidos por el regulador, dando como resultado una merma significativa de los beneficios de las entidades financieras. A ello se ha sumado la crisis producida por la pandemia global de la COVID-19, que ha supuesto una aceleración hacia la digitalización de la sociedad en su conjunto que ha obligado a los bancos a intensificar sus inversiones en tecnología. En la actualidad, con el incremento notable y sostenido de la inflación, se están ejecutando unas políticas monetarias restrictivas por parte del BCE y la FED con una subida significativa de los tipos de interés, lo que permite que los beneficios del sector financiero tradicional mejoren sensiblemente y tengan un mayor margen para poder competir con los nuevos bancos creados al amparo de las nuevas tecnologías.

Aunque el sector financiero ya estaba en un proceso de transformación desde la crisis de 2008, el brote de la COVID-19 intensificó los principales desafíos a los que se enfrentaban los bancos: aumentar los beneficios, crear una estructura operativa óptima e incorporar la digitalización para ser competitivos en el nuevo ecosistema financiero. Todos estos cambios se resumen en dos acciones: la optimización de los costes y la eficiencia en los ingresos.

Transformación tecnológica

Una de las medidas tomadas por los bancos, a todas luces impopular, para corregir las desviaciones de sus cuentas de resultados durante estos años ha sido aumentar los ingresos por comisiones, creando una brecha importante por la que ha accedido la industria fintech al usuario bancario. Otra de las medidas adoptadas ha sido la contención en el gasto recortando más de una tercera parte los puestos de trabajo en los últimos 10 años y cerrando en el mismo plazo casi 20.000 sucursales. Ello ha obligado a una reeducación de los clientes en el uso de la tecnología para poder operar y ha supuesto un esfuerzo de los bancos para digitalizar su estructura. Esta es otra importante vía que están aprovechando las fintech para ganar cuota de mercado.

El sector bancario está inmerso en una transformación tecnológica que supone un replanteamiento en su dimensión operativa en términos de recursos humanos y estructura física de sucursales. La digitalización, como forma de relación entre usuario y banco, ya es real y se potenciará con el paso del tiempo. Por tanto, las contrataciones de personal están más enfocadas a profesionales altamente cualificados con un perfil técnico que comercial; profesionales que han de ser capaces de desarrollar, entre otros productos, aplicaciones para gestionar sistemas de información, procesos de negocio y modelos de riesgo cuantitativos.

Aun así, sigue existiendo un importantísimo número de usuarios bancarios que prefieren el elemento humano para realizar sus gestiones. No se trata únicamente de personas mayores con problemas de acceso, sino también de clientes que requieren un asesoramiento financiero más específico bien por su alto volumen de ahorros o por las necesidades más concretas de financiación, como puede ser el caso de las empresas. Se trata de elementos de difícil sustitución porque las fintech están orientadas hacia la oferta de gestiones financieras más básicas en las que prima la celeridad y la eficiencia.

La inversión de los bancos en tecnología se centra principalmente en big data, inteligencia artificial, cadena de bloques, computación en la nube y reconocimiento biométrico, con los cuales se conseguirá mayor eficiencia en las estructuras y balances propios. Estos cambios convertirán las oficinas bancarias en espacios digitales, pero con un componente de trato humano que las diferenciará de las fintech, dando cabida a un gran número de usuarios que por sus distintas peculiaridades requieran una relación más personal.

Riesgos de la digitalización

Un área especialmente importante en el proceso de digitalización bancaria es la inversión en ciberseguridad para poder garantizar la protección al cliente y también a las propias empresas ante posibles ciberataques. Para ello es imprescindible el desarrollo de un marco regulatorio. La Unión Europea creó en febrero de 2013 la Estrategia de Ciberseguridad para tratar temas relacionados con el mercado interior, justicia y política exterior relacionados con el ciberespacio, y se desarrolló una normativa a través de la Directiva 2016/1148 del Parlamento Europeo y del Consejo de 6 de Julio de 2016 denominada Directiva NIS, cuya transposición impulsa a la adopción de una estrategia nacional de seguridad en los sistemas y en las redes. Con esta regulación se pretende profundizar en la seguridad y fiabilidad de las redes y sistemas de información con el fin de evitar que una incidencia operacional de carácter grave pueda tener consecuencias en la actividad económica y, por ende, genere considerables pérdidas financieras. Ello supondría un menoscabo a la confianza del usuario y un importante daño a la economía de la UE.

Pero sólo la legislación no es suficiente para evitar los riesgos inherentes a este tipo de ataques. Es necesario también invertir en profesionales altamente cualificados que puedan detectar cualquier amenaza y tomar las medidas necesarias para minimizar los riesgos. Como no todas las empresas del sector financiero pueden permitirse estas contrataciones, sobre todo muchas pequeñas empresas del entorno fintech, es básico realizar adicionalmente una labor pedagógica y formativa a los propios empleados, concienciándolos de que el sentido común y las buenas prácticas son las mejores defensas.

Cooperación con las fintech

En el campo de las fintech, las inversiones en los últimos años a nivel global son importantísimas. Si echamos la vista atrás hasta el año 2008, que supuso el pistoletazo de salida, observamos a un sector que movía 1.000 millones de dólares a nivel global, cifra que se triplicó en 5 años y que en 10 años ascendía ya a más de 127.000 millones de dólares. Según KPMG en sus informes semestrales Pulse of Fintech, la financiación a estas empresas alcanzó en 2021 los 210.000 millones de dólares en todo el mundo. 

La relación entre las fintech y los bancos está evolucionando hacia un escenario en el que ambos bloques compiten y cooperan entre sí. Por un lado, están las empresas big tech, que han establecido alianzas con los bancos para empezar a ofrecer sus métodos de pago (Google Pay, Apple Pay o Amazon Pay, entre otros). Por otro, está Bizum, una historia de éxito que ilustra las sinergias de esta cooperación para competir con las big tech en los nuevos canales y plataformas.

La relación entre lasfintech’ y los bancos está evolucionando hacia un escenario en el que ambos bloques compiten y cooperan entre sí.

Este nuevo modelo que está surgiendo genera un ecosistema digital en el que conviven numerosos proveedores financieros, tecnológicos y de comunicación, y en el que los bancos siguen teniendo algunas ventajas sobre las fintech: la información financiera de los clientes que contienen sus enormes bases de datos, y también la larga trayectoria de fiabilidad en el desarrollo de un estricto y riguroso marco de cumplimiento regulatorio y de protección de datos. En definitiva, se trata de implementar una banca relacional más digital que ofrezca la celeridad y eficacia que abanderan las fintech con un trato que genere confianza al cliente. La cooperación entre todos los actores del sector conllevará un beneficio para el usuario final gracias a la mejora de la funcionalidad y de la seguridad en su operativa y también a las entidades financieras con el aumento de sus márgenes de intermediación.

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