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CARLES CONILL: “Catalunya tendrá agua si cuenta con las infraestructuras necesarias”

El pasado 1 de febrero, la Generalitat de Catalunya declaraba el estado de emergencia por sequía en toda la región. Una situación prolongada hasta el 8 de mayo, fecha en la que el Govern levantó ese estado de emergencia, gracias a las precipitaciones de las últimas semanas. La gestión del agua en Catalunya ya no abre la mayoría de los informativos del país, aunque sigue estando muy presente entre la ciudadanía. No se puede obviar que la comunidad autónoma catalana ha padecido una de las sequías más largas y duraderas.

De todo ello, hablamos con Carles Conill, ingeniero de Caminos, Canales y Puertos por la UPC y diplomado en Dirección Financiera por ESADE. Tras casi tres décadas ocupando cargos relacionados con la movilidad, el medio ambiente y la distribución del agua en el Área Metropolitana de Barcelona (AMB), Conill se acaba de jubilar. Aun así, sigue ejerciendo como presidente de la Comisión de Agua, Energía y Medio Ambiente del Col·legi d’Enginyers de Camins. Conill compagina estas funciones con las de miembro del grupo de coordinación del Observatori Intercol·legial de l’Aigua de Catalunya. Un grupo de trabajo transversal creado con el objetivo de hallar soluciones en la gestión del agua y convertir Catalunya en una región más resiliente. Un objetivo que no será posible, a menos que se cuente con las infraestructuras necesarias.

Catalunya ha sufrido una de las peores sequías desde hace tres años. ¿Cuáles han sido las principales repercusiones en el campo y la industria?

Aunque nos faltan cifras al respecto, sí puedo comentar que algunos riegos no se han podido realizar. Esto ha sucedido sobre todo tanto en la zona del Segre como del Muga, donde ha habido pocas precipitaciones y nieve durante estos años. Desde el Observatori Intercol·legial de l’Aigua de Catalunya ya avisábamos, el año pasado, sobre la sequía y también sobre los efectos del cambio climático. El calentamiento global será el responsable de que cada vez llueva menos y de forma más irregular. Es más: se baraja un escenario en el que podríamos llegar a los 10 millones de población de cara al año 2050. Esto nos lleva a preocuparnos acerca de cómo garantizar el acceso al agua para todos los catalanes y usos. Lo que sí está claro es que el sector primario –agricultura y ganadería– junto con la industria agroalimentaria deben aprender a ser más eficientes. ¿A qué me refiero? A producir más alimentos con menos agua, porque esto es lo que va a pasar.

¿Qué nos puede decir sobre la población? ¿El consumo doméstico de agua está optimizado?

Por supuesto. En general, la mayoría de las empresas y los propios ciudadanos han sabido cómo ajustar su consumo de agua. Básicamente, porque además de la conciencia ciudadana, el canon y las tarifas progresivas existentes les obligan a gastar menos agua para abaratar la factura. En Barcelona y su área metropolitana se consumen entre 100 y 102 litros por habitante y día. En Catalunya, la media es de 107 litros por habitante y día. Hay quien dice que se puede ahorrar más agua por habitante y día. Yo creo que hace falta mucha imaginación, porque va a ser muy complicado bajar esa media. En una primera fase del estado de emergencia, la dotación de agua por parte del Govern se quedó en 200 litros por habitante y día; descendiendo a 180 y 160 litros en las fases dos y tres.

¿Por qué se ha llegado a declarar el estado de emergencia por sequía? ¿No se han hecho bien “los deberes”?

Pues no. Durante el periodo 2008-2009, cuando se acabó la anterior sequía, vimos claro lo que era necesario hacer. Pero no se invirtió, ni por parte de la Generalitat ni tampoco el Estado. Entonces, entramos de lleno en la crisis económica y se produjeron recortes en el ámbito de la inversión pública. Esa etapa nos ha dejado poco protegidos y, por supuesto, esto no puede volver a pasar. Aunque la gestión del agua es básica para todos, no nos acordamos del tema hasta que padecemos una sequía. Nosotros entendemos que todo esto irá a más en el futuro por culpa del cambio climático.

Además, en Catalunya el consumo de agua y la gobernanza de este recurso varían en función de la zona. Diríamos que hay dos realidades diferentes en las cuencas internas y en el área catalana del Ebro.

Cierto. Las cuencas internas incluyen los cursos de los ríos que nacen en territorio catalán y desembocan en el Mediterráneo, como el Ter, el Besòs, el Llobregat y el Tordera, entre otros. Estas cuencas, con una reserva de agua de 700 hm3, abastecen a siete millones de catalanes, distribuidos en la capital, su área metropolitana y los municipios con mayor población. En estos puntos, un 65% del agua se destina a consumo doméstico e industrial, mientras que un 36% se reserva a usos agrícolas.

El sector primario y la industria agroalimentaria deben aprender a ser más eficientes. ¿A qué me refiero? A producir más alimentos con menos agua.

Por otra parte, las cuencas intercomunitarias incluyen ríos que atraviesan varias comunidades autónomas. Es el caso del Ebro, que tiene al Segre como afluente. En esta demarcación, que ocupa un 48% del territorio catalán, se suministra agua a un millón de personas. Aquí las reservas de agua superan casi tres veces las de las cuencas internas, alcanzando los 1.800 hm3. En estas cuencas, un 5% del agua se emplea en consumo doméstico e industrial, mientras que el resto, la mayoría, se utiliza para el riego.

Para acabarlo de arreglar, la gobernanza es completamente distinta en ambas demarcaciones. En la primera, la que tiene menos agua, la Agència Catalana de l’Aigüa, de la Generalitat de Catalunya, tiene plenas competencias en la zona. Por el contrario, en las cuencas intercomunitarias la gestión se comparte con el Estado, a través de la Confederación Hidrográfica del Ebro. En definitiva, observamos una desproporción enorme entre la capacidad de almacenaje de agua y a qué se destinan esas reservas, ambas bajo una gobernanza distinta.

A finales del año pasado, ustedes propusieron conectar las redes del sistema Ter-Llobregat y del Consorcio de Aguas de Tarragona para llevar agua a Barcelona en casos puntuales. ¿En qué ha quedado esta propuesta?

Como criterio general, nosotros defendemos que las redes públicas de abastecimiento de agua deben estar conectadas para hacer frente al cambio climático. El proyecto consiste en conectar la red de agua del Consorci d’Aigües de Tarragona (CAT) y el Ens d’Abastament d’Aigüa Ter Llobregat (ATL) para trasladar agua del Ebro, ya concedida, hasta Barcelona. Del Ebro bajan 400 m3 por segundo, de los que se derivarían entre un 0,3 o 0,4%. Esta conexión solo se utilizaría en casos puntuales, como una emergencia por sequía. Sería una solución a corto plazo, ya que las obras solo durarían ocho meses. No obstante, la propuesta se ha quedado en agua de borrajas.

¿Y a qué se debe? ¿Por qué el Govern y algunas entidades rechazan, de plano, esta propuesta?

Hablamos de entidades herederas de la Plataforma en Defensa del Ebro (PDE), creada en el año 2000 como repulsa al trasvase del Ebro propuesto por el Partido Popular de entonces. Sin embargo, hay una gran diferencia entre un trasvase y la conexión que nosotros proponemos. El trasvase es unidireccional, ya que el agua baja y no vuelve. Las interconexiones proponen que el desvío del agua sea reversible o, más bien, bidireccional. El proyecto de las redes interconectadas no hace daño ni al Ebro, ni a su gente. Sí es verdad que, desde un punto de vista social, no gusta. En mi opinión, es necesario incorporar los elementos necesarios para llegar a pactos con los territorios. En su momento, la propuesta del Partido Popular generó un gran rechazo, pero también dio pie a una nueva cultura del agua. En lugar de hablar de trasvase, se optó por nutrirse del agua que teníamos a nuestro alcance.

¿Cuál fue el siguiente paso?

Durante el periodo 2000-2010, se empezó a aprovechar el acuífero del Besòs, muy dañado porque había sido una zona muy industrial. Por eso, se necesitó mucho tratamiento a base a membranas de ósmosis inversa. Aunque el agua tenga mala calidad, se puede conseguir hacer potable. Siempre que estés dispuesto a pagar el coste energético que supone.

En el verano del año 2009 entró en servicio la desalinizadora del Llobregat, la mayor de Europa, que aporta un 33% del agua que gastamos hoy día. Antes también comenzaron las obras de una planta de regeneración que abastece con un 25% el consumo del área metropolitana, también en el Prat de Llobregat. El agua depurada se filtra a través de unas membranas y se desinfecta después con luz ultravioleta. A partir de aquí se bombea río arriba para que vuelva a pasar por la planta potabilizadora. El proceso exige menos energía y, en consecuencia, resulta más económico que la desalinización. En mi opinión, el buen resultado de la planta de regeneración ha sido la buena noticia en términos de gestión de la sequía.

Hace tres años se propuso el proyecto de construir una planta de regeneración también en el Besòs, infraestructura que, sumada a las ya planificadas, garantizaría agua suficiente para Barcelona y su region metropolitana. Las obras se financiarían con Fondos Next Generation, pero el proceso parece estancado en este momento. Una lástima porque nos permitiría no depender tanto del agua de lluvia. No obstante, sobre el tapete sí hay otros proyectos de pozos y depuradoras para seguir potabilizando el agua del Besòs.

El Govern de Pere Aragonès anunció la instalación en octubre de una desalinizadora portátil en el puerto de Barcelona, así como algunas más en Roses y Empuriabrava para abastecer la zona del Empordà. Con esta medida se quería evitar traer agua en barcos en caso de agravamiento de la sequía. ¿Qué opinión le ha merecido?

Con relación a una desaladora embarcada en una barcaza en el puerto, no hay demasiados precedentes, aunque me genera cierta desconfianza. Partimos de la base de que el agua del puerto no tiene la misma calidad que la del mar abierto. El coste energético para comprimir el agua y hacerla pasar por las membranas sería muy alto. El fondo de la cuestión es que resulta una medida más económica que los barcos.

Pero insisto: el problema de la sequía solo se solucionará de una forma. Catalunya tendrá agua si cuenta con las estructuras necesarias. No sirve de nada apostar por soluciones puntuales, cuando ya se declara el estado de emergencia. En concreto, quedan pendientes las dos desalinizadoras de la Tordera (Blanes) y el Foix, cuyas obras se prolongarían durante cuatro o cinco años más y la planta de regeneración en el Besòs. Tengo entendido que se estaban acabando los proyectos de ambas desaladoras, por lo que las obras aún no han comenzado.

Es necesario debatir, hablar y evitar la desconfianza en torno a estos proyectos por parte de los ciudadanos. Sin ir más lejos, las desalinizadoras son polémicas porque el agua residual que queda en el otro extremo de la membrana tiene una muy alta concentración en sales. En consecuencia, se debe verter, con mucho cuidado al mar. De lo contrario, puede dañar las posidonias y otras plantas marinas. Aun así, no podemos obviar que la puesta en marcha de las estructuras pactadas nos hará más resilientes. Está en juego nuestro futuro.

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