Cataluña Económica

Edit Content

Revista

Suscripciones

IÑAKI PERMANYER: “Hacen falta políticas ambiciosas y estructurales para frenar la precariedad”

En un mundo tan vertiginoso como el actual, disciplinas como la demografía evolucionan y se mueven a “paso de diplodocus”. Así lo resume Iñaki Permanyer, matemático e investigador ICREA del Centre d’Estudis Demogràfics (CED) de la Universitat Autònoma de Barcelona. Permanyer, junto a Octavio Bramajo, Investigador en Formación (FI CED/UAB), es noticia por su estudio titulado El aumento de la longevidad en Europa: ¿añadiendo años a la vida o vida a los años?. En este análisis ambos autores reflexionan sobre la posibilidad de llegar a centenario, un hito en la esperanza de vida humana. ¿Hasta qué punto es sostenible una sociedad más longeva con una caída de la natalidad pronunciada en las regiones más ricas del planeta? Iñaki Permanyer explica en esta entrevista el estrecho vínculo que existe entre organización social e indicadores demográficos. Si bien deja claro que el papel de la demografía no es aportar soluciones sino dar pistas de hacia dónde nos dirigimos.

¿Cuáles son los principales retos socioeconómicos que genera la mayor longevidad?

El incremento de la longevidad implica un impacto brutal, si se mantiene la jubilación en torno a los 65 y 67 años. Significa añadir 15 o 20 años más de vida de promedio. El reto reside en averiguar cómo vivirá este colectivo y cuáles serán sus ingresos. Porque serán años no productivos, con pérdida de salud y crecimiento de las necesidades asistenciales. Se disparan los costes de energía, tiempo y dinero. Si no cambiamos nada, será un escenario insostenible. La dificultad reside en descubrir qué debemos cambiar y cómo hacerlo.

¿Más desafíos que oportunidades desde el punto de vista económico?

Todo depende de si vemos la botella medio vacía o medio llena. En mi opinión, es un éxito que lleguemos a edades inimaginables hasta hace muy poco, al menos en los países ricos. Son años en que la gente dispone de más tiempo para disfrutar de la vida y de la compañía de sus seres queridos. Por lo tanto, no creo que debamos ser pesimistas, porque se vislumbran retos pero también oportunidades. Se trata, sin duda de un debate interminable porque estamos hablando de futuro.

Hemos descubierto que la esperanza de vida y la salud han aumentado más entre la población con estudios universitarios, y esto en los años 60 y 70 no pasaba.

Si la caída de la mortalidad no va acompañada de un descenso en morbilidad, se puede poner a prueba la sostenibilidad de los sistemas de salud y de pensiones, según sus investigaciones. ¿Qué hacer?

No lo sé, yo me dedico a estudiar patrones y hacer diagnosis. Lo que sí puedo decir es que la mayor o menor morbilidad está muy relacionada con la desigualdad. Quizás seamos incapaces de frenar la aparición de enfermedades, pero podemos atenuar su severidad. Numerosos estudios demuestran que la adopción de hábitos más o menos saludables está relacionada con el estrato social. Las personas con mayor poder adquisitivo pueden adoptar una dieta más saludable y tienen más opciones de ocio y tiempo libre. Por el contrario, las personas con menos recursos económicos están obligadas a llevar a cabo tareas más exigentes y tienen hábitos menos saludables. Por lo tanto, existe una cuestión política que va más allá del ámbito estrictamente sanitario. Me refiero a una serie de condicionantes que explican cómo se organiza y estructura una sociedad, condicionantes que explican porque unos viven mejor y otros peor.

Si nos ceñimos a Catalunya, ¿cuáles son las perspectivas demográficas en términos de envejecimiento de la población y natalidad?

Cuando hablamos de indicadores demográficos estándares (planes de vida, fecundidad, etc.), Catalunya no es diferente del resto de España. Ambas tienen patrones muy parecidos. En general, vemos una población longeva que sigue creciendo a pesar del parón por la Covid-19. La esperanza de vida ha retomado el camino ascendente, junto a la caída en la tasa de fecundidad. Porque la gente sigue sin tener hijos, aquí y en el resto de Europa. En nuestro país, factores como la incertidumbre y la precariedad económica inciden en la menor tasa de natalidad. Un dato demográfico importante es que somos uno de los países europeos en los que los jóvenes tardan más en emanciparse, y esto se aprecia especialmente en Catalunya. En los países nórdicos es más común que los jóvenes se vayan de casa de sus padres a los 18 años, si bien es verdad que cuentan con un estado del bienestar que en cierto modo los ampara. Aquí todo es más complicado, la falta de estabilidad económica y la precariedad no se arreglan de la noche al día.

Por lo tanto, el problema no es que haya más población, sino que se dan muchas desigualdades.

¿Promover políticas de natalidad? No sé hasta qué punto pueden ser efectivas. Primero porque para conseguirlo, es preciso que la gente quiera tener hijos, algo que no se cambia de un día para otro. En segundo lugar, han de pasar muchos años para que esos niños cambien la estructura de la población. Y en tercer lugar, deberían ser políticas sostenidas a largo plazo, durante 20 o 30 años. Hacen falta políticas estructurales y ambiciosas, que no pasan por promover la natalidad ni las migraciones, porque en la práctica tienen poco efecto. No se puede culpar de todo a las tendencias demográficas, eso sería simplificar demasiado las cosas. La demografía nos indica de qué forma nos organizamos como sociedad para saber cómo distribuir los recursos y que nadie se quede atrás.

El cambio climático tiene mucho que ver con nuestra organización como especie, no deja de ser otra cuestión demográfica influenciada también por las desigualdades.

¿Cuál es el impacto de la baja tasa de natalidad (-1,4%) en Catalunya, según el IDESCAT, en términos de crecimiento económico?

En Catalunya no existen patrones muy claros entre demografía y economía. Existen experiencias de países con baja natalidad a los que les ha ido muy bien en términos económicos y viceversa. Por sí sola, la demografía no explica muchas cosas, solo nos da algunas pistas. Pero repito, creer que la solución consiste en aumentar la fecundidad, es una falacia.

¿Cuáles son entonces las claves de su estudio sobre la longevidad?

Mediante indicadores demográficos analizamos la esperanza de vida separada por nivel socioeconómico. Una forma sencilla de hacerlo es analizarla en función del nivel educativo dividido en tres grupos: educación primaria, secundaria y estudios universitarios. Durante los años 60 y 70, la esperanza de vida era relativamente similar en los tres grupos observados, tal y como hicimos constar en un estudio de ámbito nacional. A medida que pasaban los años, descubrimos una divergencia: todos los grupos crecían, pero el aumento de la esperanza de vida era mucho mayor en los que habían tenido educación universitaria. Además de vivir más años, la gente con mayor nivel socioeconómico goza de mejor salud y menos morbilidad que el resto. Al final todo está muy relacionado con las oportunidades de las que hablábamos. Las personas más pobres –con menos estudios y peores trabajos– suelen adoptar hábitos poco saludables y comportamientos de riesgo.

Precisamente usted trabaja en la actualidad en el proyecto Healin, iniciado en el año 2020, sobre la desigualdad en la esperanza de vida. ¿En qué punto está?

Es un proyecto largo y laborioso que, presumiblemente, durará cinco años. Por primera vez podemos acceder a los registros de salud de la población catalana, y podemos saber a qué edades se diagnostican enfermedades graves, además del fallecimiento o no por culpa de esa patología. Trabajar con encuestas siempre ha tenido inconvenientes. Por una parte, las encuestas se basan en muestras que no son lo suficientemente representativas en algunos municipios. Asimismo, las encuestas permiten analizar aspectos relacionados con la salud y no con la mortalidad. En consecuencia, estudiar la mortalidad y la salud cada uno por su lado no es tan importante como poder casar ambos datos. Y Ahora, con el proyecto Healin, por fin podremos ligar la edad a la que se han sufrido trastornos graves de salud con indicadores de mortalidad. Quizás las primeras conclusiones las tengamos el año que viene.

¿Cómo miden las desigualdades y las polarizaciones económicas en una sociedad?

Hoy en día contamos con muchas baterías de indicadores que miden ambas variables, muy correlacionadas entre sí. La desigualdad indica hasta qué punto está dispersa la distribución de los ingresos, y si esa riqueza se halla concentrada o no en unas pocas manos. Por su parte, la polarización se da cuando los ingresos se distribuyen y generan una especie de clubs (clase alta, media y baja, etc.). ¿Para qué nos sirve esta información? Imaginemos que queremos saber si los pobres cada vez se parecen más o no entre ellos. Un caso extremo de polarización tendría lugar en una sociedad en la que desaparecería la clase media y se generaría un binomio de pobres y ricos muy homogéneos entre sí. Ambas mitades serían una fuente inagotable de tensión, malestar y conflicto.

Ya hemos mencionado algunas de sus principales líneas de investigación (las desigualdades en salud, el envejecimiento, el cuidado de las personas mayores, la pobreza…). ¿Algún otro ámbito en el que le gustaría trabajar?

Me interesa todo lo que está relacionado con el cambio climático. Se está hablando mucho de sequía y de temperaturas extremas, especialmente en Catalunya. Los países ricos presumen de eficiencia y tecnologías verdes, pero, en términos globales, contaminan más que los pobres. La huella de carbono puede ser menor por unidad fabricada, pero el PIB de ese país es enorme. Por eso, si seguimos con estos patrones de consumo tan disparados sirve de poco producir aviones o coches menos contaminantes. El cambio climático tiene mucho que ver con nuestra organización como especie: hábitos de consumo, comportamientos de compra, entre otros. No deja de ser otra cuestión demográfica influenciada, también, por las desigualdades y los estratos sociales.

Comparte este artículo