En el contexto económico actual, resulta interesante analizar la estructura y perspectivas de futuro del comercio exterior de la economía catalana, uno de los motores seculares de su desarrollo económico.
A pesar de la paulatina recuperación del comercio internacional desde 2021, tras la convulsión en los mercados causada por la primera fase de la crisis de la Covid-19, la persistencia de los cuellos de botella en las cadenas de suministro globales de la industria y las crecientes tensiones geopolíticas han impactado al alza sobre los precios de la energía, de las materias primas y de los alimentos básicos, generando notables incertidumbres sobre la evolución futura de los intercambios comerciales globales. En este contexto, resulta interesante analizar la estructura y perspectivas de futuro del comercio exterior de la economía catalana, uno de los motores seculares de su desarrollo económico.
Estructura
Entre los años 2000 y 2021, las exportaciones de bienes y servicios al extranjero han representado el 34% del PIB catalán y aproximadamente el 25% del total de las ventas al exterior de la economía española. Mientras, las importaciones catalanas han supuesto el 32% de su PIB y el 27% del total de compras al exterior de la economía española. Unas importaciones catalanas que tienen un componente de reexportación destacable, debido a la ubicación geográfica de Catalunya, a caballo entre el resto de Europa y el resto de España.
La regionalización del comercio internacional abre una oportunidad para captar inversiones del exterior y reindustrializar la economía catalana.
El comercio interregional también tiene gran importancia en la actividad económica de Catalunya. Las exportaciones interregionales de bienes y servicios representan aproximadamente un 27% del PIB catalán y las importaciones de bienes y servicios con el resto de comunidades autónomas alcanzan el 23% del PIB.
En conjunto, para el período 2000-2021, el total de comercio de Catalunya, incluyendo tanto los flujos internacionales como los intercambios interregionales de mercancías y servicios, ha sido del 61% del PIB en términos de exportaciones y del 55% del PIB en términos de importaciones. De ahí que el grado de apertura exterior de la economía catalana se sitúe en torno al 120% del PIB.
La Unión Europea es el principal destino del comercio exterior de la economía catalana. En el período 2000-2021, las exportaciones intra-UE suponen el 60% del total, mientras que las importaciones intra-UE son el 50% del total. A pesar de esta preeminencia del comercio intracomunitario, cabe decir que desde el año 2001, a raíz de la incorporación de China a la OMC (Organización Mundial de Comercio), la participación de los países emergentes del Este de Asia ha ido al alza en detrimento del comercio intracomunitario de Catalunya, que se ha reducido en 7 puntos porcentuales desde 2000.
Los principales clientes internacionales de la economía catalana son Portugal (40% del total en 2021), Francia (17%), Alemania (10%) e Italia (8,5%). Las exportaciones al resto de Europa representan el 9% del total, las destinadas a Centroamérica y Sudamérica llegan al 5%, a Estados Unidos el 3,7%, a China el 2,4% y a Japón el 1,2%. En cuanto a las importaciones, los principales proveedores de mercancías y servicios son Alemania (15% del total en 2021), China (11%), Francia (9%) e Italia (8%).
En términos de exportaciones interregionales, las ventas de Catalunya se dirigen a Aragón (20% del total en 2019), a la Comunidad Valenciana (18%), a la Comunidad de Madrid (11%) y a Castilla-La Mancha (7%); mientras que las principales importaciones interregionales catalanas proceden de Aragón (21% del total en 2019), de la Comunidad de Madrid (17%), de la Comunidad Valenciana (16%) y de Andalucía (14,2%).
Características
La importante disminución de las trabas arancelarias, acompañada de una caída de los costes de transporte internacional entre 1945 y 2017; las mejoras en las tecnologías de la información y comunicación (TIC) de los años 1990; y el acceso a un gran contingente de mano de obra suficientemente cualificada y barata en el Este de Asia, debido a la incorporación de China a la OMC en 2001; todo ello ha tenido como consecuencia la fragmentación de los procesos de producción y su deslocalización internacional (output modularity) durante la primera y segunda década de los 2000.
Estos cambios precipitaron, a partir de 2001, la emergencia de cadenas de suministro globales (GVA, Global Value Chains) y un cambio de paradigma en el comercio internacional: from trade in goods to trade in tasks. En gran parte porque la fragmentación y deslocalización internacional de los procesos de producción –cada fase de producción de un bien final pasó a elaborarse más allá de las fronteras nacionales, en la empresa del país que presentaba una mayor eficiencia productiva– multiplicó las exportaciones e importaciones de bienes intermedios (piezas y componentes que integran cualquier producto final), pero también las exportaciones e importaciones de muchos servicios que hasta ese momento no eran fácilmente exportables o importables (non-tradeable).
Fruto de esta dinámica, la expansión del comercio internacional de los últimos 20 años, conocida como (híper)globalización, ha estado asociada fundamentalmente al crecimiento explosivo de exportaciones y de importaciones de piezas, componentes y servicios.
Catalunya no ha estado ajena a esta tendencia global y, precisamente por este motivo, el 56% de sus exportaciones en 2021 corresponden a bienes intermedios. El resto son bienes finales: bienes de consumo (38%) y bienes de capital (6%). Análogamente, las importaciones catalanas de bienes intermedios representan un 60% del total, mientras que las de bienes finales son un 40%, repartido entre bienes de consumo (33%) y bienes de capital (7%). En cambio, el comercio interregional sigue respondiendo a un patrón más clásico, dominado por los intercambios de bienes de consumo –principalmente productos agroalimentarios y farmacéuticos– y bienes de capital.
A nivel sectorial, la mitad de las exportaciones catalanas de 2021 se han concentrado en tres sectores de actividad: industria química (27% del total), sector de la alimentación y bebidas (15%) y ramas de vehículos a motor y material de transporte (13%). Las importaciones también vienen dominadas por tres sectores: industria química (24% del total), vehículos a motor y material de transporte (14%) y sector textil (10%).
El dinamismo del comercio exterior de bienes y servicios en Catalunya ha tendido a ralentizarse durante la primera mitad del año 2022.
Las exportaciones industriales catalanas son primordialmente de un nivel tecnológico alto (14%) o medio-alto (44%), si bien las ventas al exterior con un contenido tecnológico medio-bajo (13%) o un nivel bajo (29%) siguen representando el 42% del total.
El balance entre exportaciones e importaciones de bienes y servicios sitúa el saldo de la economía catalana con el exterior con un superávit en 2021. Sin embargo, la composición y la evolución del saldo con el exterior ha experimentado cambios importantes desde el 2000. Así, la economía catalana ha tendido a mejorar su posición comercial con el exterior, al pasar de un superávit del 8% del PIB en 2000 al 12% de 2020.
Para entender esta tendencia resulta interesante desglosar estas cifras en dos valores: el saldo comercial con el exterior y el saldo de los intercambios interregionales con el resto del Estado. Así, en el año 2000 Catalunya registraba un déficit comercial con el exterior del 4,6% del PIB que se ha transformado finalmente en un superávit comercial exterior del 5% del PIB en 2020, evidenciando la clara mejora de la competitividad internacional experimentada a partir de 2009. Durante este período 2000-2020, aproximadamente el 50% del saldo comercial exterior de la economía española se generó en Catalunya. En cambio, el superávit del comercio interregional de Catalunya se ha reducido a la mitad, al pasar del 13% del PIB en 2000 al 7% del PIB en 2020, una bajada registrada a partir de 2008 consecuencia del desvanecimiento del mercado interior por las crisis inmobiliaria y bancaria.
Evolución y perspectivas
Desde 2018, el euro ha seguido una trayectoria de depreciación progresiva respecto a las principales divisas internacionales, solo interrumpida por la pandemia. Y en julio de 2022, la cotización entre el dólar de Estados Unidos y el euro ha alcanzado la paridad. Esta evolución, aunque ha beneficiado claramente la actividad de las empresas exportadoras catalanas, también ha tendido a encarecer más las importaciones de energía y de materias primas, realimentando la escalada de precios.
Además, el entorno inflacionista motiva que los principales bancos centrales hayan iniciado un proceso de alzas sucesivas de los tipos de interés oficiales, que termina con las políticas expansivas de los últimos 15 años y endurece las condiciones para financiar la inversión empresarial.
En este escenario, el dinamismo del comercio exterior de bienes y servicios en Catalunya ha tendido a ralentizarse durante la primera mitad del año 2022. Si bien es cierto que, en términos nominales, de enero a mayo, las exportaciones catalanas han crecido a un ritmo del 16% interanual y las importaciones al 27%, este aparente dinamismo se explica por la inflación. Pese a no disponer de datos en términos reales de exportaciones y de importaciones para Catalunya, el índice de precios a la exportación y la importación de la economía española registra incrementos del 17% interanual en el caso de las exportaciones y del 20% para las importaciones. Esto significa que, entre enero y mayo de 2022, el volumen de las exportaciones catalanas ha caído un 1% interanual, mientras que el crecimiento real de las importaciones es solo del 7%.
Por ramas de actividad, destacan los crecimientos de las exportaciones e importaciones de productos energéticos, la industria química y la metalurgia. En cambio, las exportaciones de los vehículos a motor disminuyen, a raíz de la escasez de microchips causada por los cuellos de botella en las cadenas de suministro globales. En los ocho primeros meses de 2022 también se ha consolidado la reactivación del turismo extranjero, favorecida por la desaparición de gran parte de las restricciones sanitarias.
Pero las incertidumbres que condicionan el futuro inmediato del comercio internacional, y que señalábamos en la introducción de este artículo, se producen en un contexto de progresiva ralentización del crecimiento del comercio internacional, iniciado en 2008, y que algunos economistas han definido como slowbalisation.
El aumento del proteccionismo como recurso para combatir el paro y la desigualdad social causada, aparentemente, por la competencia de las importaciones procedentes de países emergentes con bajos salarios; la voluntad de asegurar la soberanía nacional en la toma de decisiones en materia de política económica en un mundo globalizado; el encarecimiento progresivo de los costes laborales en China consecuencia natural de su desarrollo económico; el cambio climático y la mayor frecuencia e intensidad de los fenómenos extremos; y, últimamente, las interrupciones de suministros durante la primera fase de la pandemia, todo ello está evidenciando la excesiva dependencia de los países occidentales de las cadenas de abastecimiento globales.
Este extremo plantea la necesidad incipiente de acortar estas cadenas de producción globales, favoreciendo procesos de nearshoring (privilegiar ubicaciones más cercanas a los mercados finales de consumo) o de reshoring (relocalizar ciertos segmentos de las cadenas de distribución, llevándolos de nuevo al país de origen de la empresa que lidera la producción).
Estos procesos, a su vez, conllevan una regionalización del comercio internacional que, además de reducir la dependencia económica de importaciones de bienes estratégicos y ganar cierta autonomía productiva, suponen también una clara oportunidad para captar inversiones productivas del exterior y reindustrializar la economía catalana.
Y aprovecharlo es uno de los grandes retos, de presente y futuro, para Catalunya y el resto de España.