La colaboración entre clústeres, centros de investigación y empresas refuerza la capacidad innovadora del sector agroalimentario catalán frente a los retos globales.
El sector agroalimentario desempeña un papel crucial en el impulso del desarrollo económico y en la generación de riqueza en Catalunya. En 2024, lideró la facturación industrial en Catalunya con 48.231 millones de euros y 175.600 empleos. La industria de alimentos y bebidas, con más de 93.000 trabajadores, genera 31.700 millones. Además, destaca por su proyección internacional: en 2023 exportó por 15.327 millones, el 15% del total catalán y el 22% del estatal, destacando los productos cárnicos, alimentos gourmet y aceites vegetales que, junto al resto, posicionan a Catalunya como referente actual en exportación agroalimentaria.
Esta presencia y el elevado nivel de competitividad empresarial, junto con el ecosistema científico-tecnológico de apoyo, dibujan un escenario territorial con los diferentes actores muy próximos entre sí. La suma de actividades de los actores del sector abarca el conjunto de la cadena de valor agroalimentaria –desde los proveedores de materias primas hasta la distribución y venta de productos en los hogares– y ello es un elemento clave para su prosperidad, puesto que se dispone de las herramientas para favorecer la innovación eficiente, colaborativa y de impacto social. Si tenemos en cuenta también la presencia de clústeres con fuerte actividad dinamizadora, grupos universitarios y centros de investigación y tecnológicos, como Eurecat, se aprecia el carácter innovador del sector, su papel tractor de la economía en nuestro país y una capacidad de colaboración para desarrollar nuevas tecnologías, mejorar procesos productivos y diversificar la oferta de productos.
Contamos con operadores, talento e infraestructuras capaces de posicionarnos como referentes en soluciones para los desafíos del sistema alimentario global. Entre ellos destacan su vulnerabilidad ante crisis, la creciente demanda por una población que alcanzará 9.700 millones en 2050 –requiriendo un 70% más de alimentos– y el aumento de enfermedades ligadas a la dieta, como obesidad y diabetes, lo que evidencia la necesidad de ofrecer alimentos más nutritivos, seguros, sostenibles y accesibles para garantizar la seguridad alimentaria y la salud global. Ante ello, solo un enfoque global, holístico y multidisciplinario es posible. La unión de disciplinas como la tecnología alimentaria, la agricultura, la biotecnología, la ingeniería, entre otras, junto con el compromiso de todos los actores de la cadena alimentaria, incluidos gobiernos, industria, investigadores y consumidores. Poder innovar en tecnologías clave es esencial.
La tecnología alimentaria está revolucionando la forma en que producimos y consumimos alimentos, impulsando la creación de nuevos ingredientes mediante técnicas como la fermentación, la extrusión o la impresión 3D. Estas innovaciones enriquecen la nutrición y posibilitan adaptar alimentos de orígenes distintos –como el kéfir, el tempeh o el natto– a nuevos contextos sociales y geográficos, promoviendo la diversidad alimentaria y el respeto cultural. Asimismo, la búsqueda de proteínas alternativas –como legumbres, algas, insectos o carnes vegetales y cultivadas– es fundamental para avanzar hacia una dieta sostenible, sin eliminar la coexistencia con proteínas animales. Tecnologías como la impresión 3D permiten personalizar alimentos según necesidades nutricionales específicas, lo que resulta especialmente útil en poblaciones vulnerables o con requerimientos especiales.
La tecnología alimentaria está revolucionando la forma en que producimos y consumimos alimentos, impulsando la creación de nuevos ingredientes.
Por otro lado, la edición genética, como CRISPR-Cas9, permite desarrollar cultivos más resilientes, dirigidos a necesidades concretas o modular la actividad de microorganismos en procesos fermentativos para convertirlos en fábricas de ingredientes saludables. La biotecnología aplicada al sector vegetal puede evolucionar hacia la recuperación de cultivos locales, adaptados a nuevos contextos climáticos, dotando de mayor sostenibilidad y soberanía a nuestro sistema de producción. La robótica y la inteligencia artificial también están transformando la cadena agroalimentaria al mejorar la eficiencia en producción, almacenamiento y logística. A esto se suma el uso de sensores y big data para monitorizar condiciones en tiempo real, optimizando recursos y reduciendo el desperdicio, en línea con normativas como la nueva Ley contra el desperdicio alimentario vigente desde 2025 y que debe impactar positivamente a todos los operadores de la cadena en eficiencia y rendimiento de la producción. Y en materia de salud, la industria alimentaria debe liderar la transición hacia dietas más equilibradas, reduciendo el consumo de carnes rojas, azúcares y ultraprocesados con composición nutricional compleja. La oferta de alimentos funcionales, ricos en compuestos bioactivos, puede mejorar la calidad de vida y prevenir enfermedades asociadas a la dieta.
Y no hay que olvidar que todo lo anterior debe ser accesible, comprensible y asequible. Superar resistencias sociales y regulatorias exige comunicación clara, educación y políticas públicas que prioricen el impacto social, especialmente en tecnologías sensibles como la edición genética, beneficiando a quienes más lo necesitan.
Retomando el hilo del principio, hoy hay en Catalunya nuevas iniciativas alineadas con estos retos. Alianzas que han emprendido trayectos de cooperación entre actores públicos y privados. La Universitat de Lleida, referente consolidado en el ámbito de la ciencia y la tecnología alimentaria y Eurecat, centro tecnológico crearon en 2017 la Plataforma Mixta en Ciencia y Tecnología de Alimentos para fomentar la transferencia científica y tecnológica al sector empresarial. Siete años más tarde el balance es muy positivo, con una actividad de catalizador de la investigación empresarial que ha significado un crecimiento de la plataforma de un 12% anual, hecho que constata el acierto de la voluntad compartida para responder a retos empresariales. Tanto es así que en 2024 se añadió un nuevo compañero de camino, la Universidad Autónoma de Barcelona, a través del Centre d’Innovació, Recerca i Transferència en Tecnologia dels Aliments (CIRTTA-UAB).
Este es solo un ejemplo de cómo Catalunya, gracias a su tradición agroalimentaria, y a su capacidad pública y privada en innovación, puede reforzar su ecosistema agroalimentario, mediante la adopción de tecnologías emergentes, el impulso de políticas públicas adecuadas, una mayor inversión en I+D+I y la implicación de todos los actores del sector. La cooperación resulta clave para afrontar retos compartidos como los mencionados anteriormente y para fomentar la reindustrialización y la digitalización del sector y seguir avanzando en nuevas soluciones en tecnología alimentaria. La colaboración coordinada y compartir voluntades puede convertirse en una herramienta y, a su vez, modelo más efectivo y solidario para transferir conocimiento. La solidaridad no deja de ser poner a disposición del otro las complementariedades que nos hacen distintos. Y ello es la vía más rápida para fortalecer el sector productivo, aumentar su competitividad, pero sobre todo para hacer más resiliente, sostenible y saludable nuestro país.