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Del trueque a la moneda digital

La evolución de los métodos de pago, desde el trueque hasta los últimos desarrollos digitales, nos lleva a pensar en una futura desaparición del dinero en efectivo.

– ¿Cuatro minutos por una taza de café? ¡Ayer eran tres!

– ¿Quieres café o recuerdos?

– Dos cafés

¿Os imagináis volver a la época del trueque como proponía Andrew Niccol en El precio del mañana? Su propuesta de transformar el tiempo de vida en moneda de cambio era un poco radical. No obstante, ese concepto de intercambiar horas de nuestro tiempo y contabilizar a través de servicios prestados y recibidos sí ha prosperado en muchas iniciativas vecinales a través de los llamados Bancos del Tiempo. En ellos, tal como explica la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU), cada uno pide lo que necesita y, a cambio, ofrece lo que sabe hacer.

Evidentemente, en una sociedad acelerada y acomodada, en la que la relación entre ofertantes y demandantes se vuelve global y cada día más virtual, se hace imposible la vuelta al trueque. Pero la presentación del último sistema de pago de Amazon a través de la mano, el boom de las criptomonedas o el debate sobre las monedas digitales que se abre en diferentes países, nos parece interesante para hacer un repaso de la evolución de los métodos de pago y la situación en la que nos encontramos actualmente.

La sal como método de pago

El trueque es una práctica que existe desde el período neolítico, cuando apareció la sociedad agricultora-ganadera y la humanidad abandonó el estilo de vida nómada para asentarse en diferentes regiones. La actividad principal era el cultivo de la tierra y el cuidado de los animales, pero pronto, los excedentes de esas actividades permitieron que algunas personas se dedicaran a producir otras cosas (herramientas, cerámica, ropa…). Esto dio lugar al trueque y, con él, la propiedad privada y el concepto de riqueza.

Con el tiempo, un producto que reinó en este concepto del trueque fue la sal. Esta era muy apreciada por los egipcios, que la utilizaban para conservar alimentos, condimentar platos, elaborar medicinas e incluso honrar a sus muertos. También se usó en la antigua Grecia para intercambiarla por esclavos, en la antigua Roma daba nombre a diferentes rutas comerciales, fue método de intercambio por oro en el Tíbet e, incluso, en Etiopía se mantuvo la costumbre de pagar con barras de sal de medio kilo hasta principios del siglo XX.

La aparición de la moneda

El paso del trueque a las monedas lo dieron los griegos en el siglo VII a.C. No obstante, no fue hasta el año 1600 cuando las monedas realizadas con metales preciosos se empezaron a utilizar en Europa.

La moneda y los billetes se rigieron durante mucho tiempo por el patrón oro, abandonándolo definitivamente en los años setenta.

Con el desarrollo del comercio, surgieron los billetes (el dinero fiduciario) en el siglo XI en China. Y en Europa, los primeros billetes se fabricaron en Suecia en 1661, impresos por el cambista Johan Palmstruch, que los entregaba como recibo a quien depositaba oro o plata en el Banco de Estocolmo (banco que él había creado).

La moneda y los billetes se rigieron durante mucho tiempo por el patrón oro, abandonándolo definitivamente en los años setenta, cuando lo dejó de utilizar Estados Unidos.

El dinero de plástico

La sociedad cambia, el comercio evoluciona y la relación de los usuarios con ellos también. En este contexto, quizás una de las mayores revoluciones en el mundo de los métodos de pago fue la aparición de las tarjetas. La primera, lanzada en 1914, apareció de la mano de Western Union, quien la ofrecía a sus clientes más selectos, permitiéndoles acceder a una línea de crédito sin cargos.

Y ya en 1949 surgió la tarjeta de crédito tal como la conocemos hoy en día. Frank X. McNamara se encontraba en un restaurante y, a la hora de pagar, se dio cuenta de que no tenía su cartera y no podía abonar la cuenta. A raíz de eso nació la tarjeta Diners Club, que permitía pagar en diferentes establecimientos y cobrar los cargos a final de cada mes. Unos años más tarde, en 1958, nacieron dos entidades clave para el sector financiero: Bank Americard (actual VISA) e Interbank Card Association (actual MasterCard).

La tarjeta de crédito llegó a España en 1970 gracias a la asociación entre el Banco de Bilbao y el Bank of America, generalizándose su uso en la década de los 80.

Por lo que se refiere a las tarjetas de débito, no se implantaron hasta 1987. Y las tarjetas de pin o chip no aparecieron hasta entrados los 2000.

La digitalización de los métodos de pago

La universalización de internet, la irrupción de la banca online, la penetración masiva de smartphones y el empleo de cada vez más aplicaciones de los teléfonos móviles como medios de pago nos están llevando hacia la digitalización del dinero a un ritmo vertiginoso. Antes de la pandemia provocada por el Covid-19 ya se veía un claro cambio hacia las transacciones digitales, que se ha acelerado durante y después de este período. Una tendencia que podría llegar, en última instancia, a crear una sociedad global sin efectivo. El informe “Payments 2025 & Beyond” de PWC ofrece algunas cifras interesantes en este sentido: entre 2020 y 2025 las transacciones electrónicas crecerán un 82%, pasando de un billón a 1,8 billones de operaciones. Y entre 2025 y 2030, este crecimiento será del 61%, hasta superar los tres billones de transacciones en todo el mundo.

El Banco Central Europeo trabaja ya para “reinventar la divisa europea del Siglo XXI”, el futuro euro digital.

Gracias a esta digitalización de los métodos de pago, desde hace algunos años están apareciendo herramientas que nos facilitan las transacciones del día a día:

– El contactless, basado en el NFC, tecnología puesta en marcha en 2002 cuando Phillips y Sony trataban de conseguir un protocolo de intercambio de información entre dos terminales que se encontraran a pocos centímetros de distancia y su posterior procesamiento. Primero se aplicó a las propias tarjetas y después a los teléfonos móviles. Aunque es un modo de pago vinculado a la tarjeta bancaria, su gran atractivo reside en que ya no hace falta llevarla físicamente para poder realizar cualquier pago.

– La banca online, que permite gestionar operaciones con las entidades bancarias desde cualquier lugar del mundo.

– Las carteras digitales o e-wallets son uno de los medios de pago que más ha crecido en los últimos años. Se basan en el concepto de cartera tradicional, pero adaptado al mundo digital y permite guardar los datos de las tarjetas y las cuentas bancarias, pero también documentos que acreditan compras o reservas.

Bizum se ha convertido en la solución por excelencia de los pagos por móvil de la banca española. Desde 2019 ha pasado de seis a 15 millones de usuarios.

– Aplicaciones como PayPal, que no requieren tener cuenta bancaria para efectuar pagos.

– Los smartphones más avanzados ya incluyen tecnologías de autenticación biométrica como el reconocimiento facial y algunas empresas de tarjetas ya han puesto en marcha la firma con huella digital. Esos métodos son más seguros y más prácticos a la hora de realizar nuestras compras.

– En China, millones de personas ya no usan monedas ni billetes para la inmensa mayoría de sus pequeñas transacciones diarias. WeChat tiene un servicio para hacer pagos y cobros ampliamente aceptado, incluso en los pequeños comercios.

– Algunos gobiernos están impulsando infraestructuras de pago como parte de sus políticas para controlar los flujos de dinero desde plataformas propias. Lo que se está traduciendo en la proliferación de métodos de pago domésticos como Troy en Turquía, Mir en Rusia o Elo y Pix en Brasil.

– Hay establecimientos que empiezan a experimentar con el pago sin cajero. En este contexto, el comprador entra en la tienda, registra su código QR en el móvil, coge los productos que quiere, acepta el pago y sale. Todo se monitorea a través de las cámaras que han detectado los productos escogidos y los han subido a la cesta virtual.

– Algo aún muy experimental, realizado en algunos países europeos con voluntarios, es la inserción bajo la piel de unos chips para poder pagar en cualquier momento, sin riesgo de olvidarse la tarjeta en casa o de que algún ladrón la pueda robar.

– Este mismo mes de agosto, Amazon anunció la puesta en marcha de Amazon One, un nuevo sistema de pago de desarrollo propio que permite al usuario hacer la transacción con tan solo su mano. De momento se podrá encontrar en 65 nuevas tiendas de Whole Food en California, Estados Unidos.

Criptomonedas y monedas digitales

Estos dos conceptos se merecen un capítulo aparte (y probablemente un artículo exclusivo que detallara no solo las novedades que presentarán en cuanto a métodos de pago, sino también la transformación económica e incluso política que pueden llegar a generar). No obstante, nos parece interesante hacer una primera aproximación aquí.

El precursor de la criptomoneda fue Wei Dai, quien en 1998 propone la idea de crear un tipo de dinero descentralizado que tenía como base la criptografía como medio de control. Los primeros intentos de crear una primera criptomoneda los realizó David Chaum, mediante el DigiCash y el eCash. Pero no fue hasta 2009 cuando un grupo de personas –que se hizo llamar Satoshi Nakamoto– logró crear el bitcoin bajo la tecnología blockchain.

En un principio, las criptomonedas surgieron con el objetivo de proporcionar un medio de pago que permitiera hacer transferencias de considerable valor de forma rápida y barata, y sin que estuviese vinculada a ningún país en particular. Su crecimiento en los últimos años ha sido exponencial y han aparecido decenas de criptomonedas diferentes.

Aunque sea un tipo de moneda no controlada por ningún gobierno, banco central o entidad financiera, son muchos los inversores, grandes y pequeños, que están apostando por ella –con resultados dispares según el momento–. Incluso, este mes de septiembre varios corredores de bolsa, creadores de mercado y firmas de capital riesgo anunciaron el lanzamiento de EDX Markets, el primer intercambio de criptomonedas respaldado por Wall Street.

Frente a las criptomonedas y su política de quedar fuera del sistema gubernamental o bancario, los gobiernos están experimentando con la creación de grandes monedas digitales. En el caso del euro, el Banco Central Europeo (BCE) dio luz verde en 2021 al proyecto para “reinventar la divisa europea del siglo XXI”, que facilitaría los pagos transfronterizos y proporcionaría un ancla monetaria digital, según explicaba Olli Rehn, miembro del Consejo de Gobierno del BCE.

Este proyecto de euro digital tendrá dos fases:

– La de investigación, que está previsto que dure hasta 2023, y durante la cual se están abordando cuestiones clave relacionadas con el diseño y la distribución de la divisa.

– La de implementación, que se alargará posiblemente hasta 2026.

El BCE asegura que en el diseño del euro digital se está trabajando para garantizar que la divisa sea un medio de pago, y no una forma de inversión, preservando así la estabilidad financiera de la zona euro. El Banco asegura que el futuro euro digital “debe poder satisfacer las necesidades de los europeos y, al mismo tiempo, ayudar a prevenir las actividades ilícitas y evitar cualquier impacto indeseable en la estabilidad financiera y la política monetaria”, abordando así algunos de los temas de seguridad que preocupan a los usuarios y que hacen que mucha gente sea reticente al uso masivo de las criptomonedas.

¿El fin del efectivo?

Esta digitalización de los métodos de pago y de la propia moneda nos hace pensar en una posible desaparición del dinero en efectivo. Y podría ser que acabara sucediendo, pero no en el corto plazo (al menos no en España): según datos del BCE (de 2019), en España el 26% de los ciudadanos prefiere aún pagar en metálico, cifra que se ha visto reducida un poco después de la pandemia. Pero esa cifra cambia según las franjas de edad: los datos del Banco de España dicen que más de la mitad de la población mayor de 64 años sigue usando como primera opción el efectivo, un porcentaje que aún se incrementa más (hasta el 60%) en la población de entre 18 y 24 años.

La percepción de la necesidad de permanencia del dinero en efectivo también cambia según las zonas, sobre todo en las áreas más rurales (y con más problemas de conexión y de infraestructuras). Así, una encuesta de GAD3 apunta que el 73,6% de las personas de municipios de menos de 10.000 habitantes ve esencial seguir usando efectivo en su día a día.

Hay un tercer punto que destaca Elisabet Ruiz, profesora de Estudios de Economía y Empresa en la UOC en una entrevista a La Información: las características de España y la existencia de una “economía en negro” lo suficientemente fuerte como para ralentizar la desaparición del efectivo, ya que es la “economía y el día a día” de muchas familias. “Desde personas que están sin contrato, los trabajadores y trabajadoras en tareas de cuidados, o las personas que se les contrata únicamente para trabajar en verano en hostelería, en nuestro país contamos con mucha economía sumergida cuyos pagos se canalizan con el dinero en efectivo”, asegura Ruiz.

El propio BCE lo resume muy bien: “Los medios de pago digitales pueden resultar cómodos para muchas personas, pero no se adaptan a todo el mundo”. En definitiva, el efectivo tiende a reducirse cada vez más, pero aún no estamos preparados para que desaparezca al 100%.

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