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Dinero, criptos y tecnología ‘blockchain’

Las criptos nacen como una reacción y como una fuerza equilibradora de poderes que puede extenderse a otros sectores de la economía.

“Poderoso caballero es don dinero”, nos dice Quevedo. Pero ¿qué es el dinero? Y más importante, ¿cuándo, cómo, y por qué surge? Que viene a ser la misma pregunta. Y por último, las llamadas criptomonedas, ¿cómo entran en el juego? ¿Son dinero? ¿Qué papel juega la tecnología blockchain en todo esto? Vayamos por partes.

El dinero es un medio de cambio, esto es, una herramienta que hace de intermediario y que permite el intercambio indirecto en lugar del intercambio directo o trueque. Este último es en extremo ineficiente, porque presupone que ambos agentes de la transacción buscarán aquello que el otro tiene para ofrecer, y esto raramente es así. El dinero, como agente intermediador, es por tanto un acelerador del número de intercambios en la economía o, en otras palabras, lo que permite un rápido crecimiento económico. De no ser por el dinero como medio de cambio hubiéramos tardado siglos en llegar al nivel de bienestar económico de que gozamos hoy en día.

Es por ello que, en su rol protagónico dentro de la economía, el dinero debería de conservar su valor y no estar sujeto a las necesidades políticas del momento. Es decir, que el poder adquisitivo estable en el dinero nos permitiría utilizarlo como reserva de valor y, adicionalmente, como referencia en un mercado regido por los precios, esto es, como unidad de cuenta. Hasta aquí los principales atributos del dinero que encontramos en cualquier libro de texto. Pero ¿qué sucede en la práctica?

Cuando el dinero, esto es, nuestro eficiente intermediario, toma la forma de un activo con valor intrínseco y ampliamente reconocido –como lo fueron el oro y la plata en su momento– la tendencia es hacia la estabilidad de precios y la relativa suavidad y brevedad de las crisis financieras. Cinco mil años de historia, con sus más y sus menos, dan registro de este desempeño. Alguna cosa se le puede achacar al oro en su rol de medio de cambio, pero el oro ha conservado su valor por milenios. Su génesis como intermediador predilecto se debe a una decisión voluntaria y descentralizada, al tiempo que colectiva, en el momento en que el oro se convirtió en el activo más comercializado. En ese punto de la historia el oro se convirtió en dinero.

La política monetaria

Pero ¿qué sucede cuando el dinero ya no tiene valor intrínseco y pasa a ser una promesa gubernamental? Y en particular, ¿cuál es la consecuencia de ver como el poder adquisitivo de este “dinero papel” o fiat (es decir, por ley) se ha deteriorado (depreciado) más de un 98% en las principales economías en el transcurso del siglo XX? Este fenómeno, que se ve reflejado en un incremento de los precios en la economía, esto es, la inflación, acaba siendo un impuesto general que repercute asimétricamente con cargas más gravosas en aquellas personas de ingresos menores –ya que cuentan con un menor acceso a herramientas financieras que sirven como protección contra la subida de precios.

La política monetaria es una herramienta de los gobiernos, se dice, cuyo objetivo es la estabilidad de precios y, en algunos casos, incentivar la economía. Pero la política y la economía trabajan con un timing bien distinto. Mientras la primera prioriza el corto plazo, la segunda nos habla de consecuencias indeseables futuras, como resultado de decisiones presentes. Sin embargo, resulta muy tentador, políticamente hablando, hacer uso y abuso de estas herramientas por un puñado de votos. Desde 1971, cuando el presidente Nixon decidió cortar toda atadura entre el dólar –reserva internacional de facto– y el oro, y sobre todo en las últimas tres décadas, estamos siendo testigos de una expansión monetaria que parece no tener límites. Expansión, por cierto, que se convierte rápidamente en consumo y eventualmente en mayor deuda pública y, a futuro, en menor acumulación de capital y productividad.

El dinero barato, tal como se lo conoce, o el crédito fácil, como también se llama este fenómeno, nos arrastra en esa conocida espiral de emisión monetaria-consumo no productivo-acumulación de deuda, de la cual es difícil salir. Cuando esta espiral se prolonga en el tiempo, la economía tiende a caer en burbujas, como la reciente del sector inmobiliario, en España y muchos otros países, causando grandes estragos cuando el mercado (o la banca central) deciden corregir la marcha.

Las criptos como reacción

Es precisamente el abuso de este instrumento de política monetaria de los gobiernos, a través de la banca central, lo que ha permitido esta irrupción desbocada de las criptos, que deben ser entendidas como una reacción que puede extenderse a otros sectores de la economía sujetos a este tipo de monopolio legal. Pero es la tecnología que hay detrás, la blockchain, lo que le da valor a las criptos –y no sólo eso, es lo que esa tecnología representa lo que, a día de hoy, plantea un serio dilema para el decisor de política. La blockchain es una red descentralizada de ordenadores, llamados nodos, que se coordinan siguiendo unas reglas de juego preestablecidas, llamado protocolo, para verificar y certificar transferencias de información encriptada (entre ellas, las criptos). Es decir, a diferencia de la banca central, por ejemplo, no existe ninguna autoridad central que, de manera arbitraria y discrecional, fije o cambie las reglas del juego –no, en la blockchain debe de haber un consenso amplio.

Es por ello que una cripto emitida por los bancos centrales (las llamadas CBDCs) carece de sentido. Es, literalmente, una contradicción en términos. Lo mismo es de esperar de las llamadas stablecoins, o criptos que mantienen su valor fijado al de una moneda como el dólar o el euro; si bien estas pueden tener cierta utilidad en el trading o bien para mantener los ahorros fuera del sistema bancario tradicional. Esto es especialmente necesario en países con un historial inflacionario importante (como ocurre en gran parte de Latinoamérica, donde las criptos tienen gran recepción). De todas maneras, tanto las CBDCs como las stablecoins son parte del proceso colectivo de prueba y error y de acción y reacción al que toda tecnología disruptiva suele ser sometida, para probar su resiliencia.

Muy posiblemente, la gran prueba de fuego para las criptos y la blockchain en el corto plazo vendrá dada por el probable cambio de rumbo en la política monetaria de Estados Unidos a partir de marzo de 2022. Con la incertidumbre generada por la reciente inflación, que parece haber venido para quedarse por un largo tiempo, los bancos centrales se enfrentarán al dilema de subir los tipos de interés para contener la subida de precios y, muy seguramente, entrar en recesión, o bien seguir con una política monetaria laxa y trasladar el problema al futuro. Ninguna de las opciones resulta atractiva pero, como siempre, la decisión final dependerá de cuál de ellas tiene más sentido en el contexto político actual.

Cuestión de tiempo

La blockchain, en definitiva, nace como una reacción y, por qué no, como una fuerza equilibradora de poderes. Potencialmente, una vez que la gente de a pie se familiarice con ella, identifique claramente sus usos, y comience a trabajar en proyectos concebidos exclusivamente en ella, podremos pensar en las criptos como en algo que se asemeje al dinero. Y así, casi sin pensarlo, nos encontraremos con cripto activos que son, al mismo tiempo, dinero y sistema de pagos, todo en uno. Una vez alcanzado este nivel de aprendizaje colectivo dejaremos ya de pensar en el precio de las criptos, y su volatilidad ya no será más tema de discusión; ni tampoco su número será realmente relevante (hoy en día más de 17,000).

A diferencia de la banca central, en la ‘blockchain’ no existe ninguna autoridad que de manera discrecional fije o cambie las reglas del juego.

Muchas han sido las voces que han expresado un gran escepticismo sobre esta tecnología tan disruptiva. Pero el cambio de paradigma está servido y cada vez hay más cripto emprendedores que están llevando una masiva diáspora hacia la blockchain y a nuevas formas de agregar valor. Quizá valga la pena recordar esa frase atribuida a Gandhi, en cuanto a la relación que el statu quo financiero ha tenido sobre esta tecnología: “primero te ignoran, después se ríen de ti, luego te atacan, entonces ganas”.

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