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No es solo una crisis de contenedores

Nos enfrentamos a un reto mucho mayor: si dirigimos la mirada a largo plazo, es preciso repensar las cadenas de suministro para hacerlas más resilientes.

Cuando nos encontramos inmersos en una crisis inesperada y de gran envergadura, como la que afecta actualmente a las cadenas de suministro globales, necesitamos identificar y señalar a los responsables que han provocado tal situación. Pero en esta ocasión no es muy procedente hablar de culpables, sino de causas. Y es que la logística internacional era una gran red de interacciones que permitía que nos llegaran puntualmente el 90% de las cosas que consumimos. Pero un descenso en la oferta de barcos y contenedores del transporte marítimo (especialmente motivado por la pandemia), sumado a una recuperación económica muy rápida pero geográficamente desigual, ha provocado que el sistema deje de funcionar como un reloj suizo. Se han descompensado los flujos habituales, algunos puertos se han colapsado y los contenedores vacíos no están donde se necesitan.

Es un problema muy relevante, ya que gran parte de las cadenas de suministro son globales. La camisa que podemos comprar en la tienda del barrio está hecha con algodón de Estados Unidos que ha sido tejido y teñido en la India, mientras que los botones han sido fabricados en Vietnam con plástico procesado en China y recolectado en Europa. Por lo tanto, los problemas que actualmente pueden tener los puertos chinos y americanos acaban afectando al aprovisionamiento de todo tipo de productos en cualquier parte del mundo.

De hecho, Bloomberg Economics publicó datos referentes a la disponibilidad de productos en Estados Unidos y Europa, revelando que hemos llegado a las cotas más bajas de la última década. Así pues, aunque los profesionales de la logística están trabajando intensamente para minimizar el problema y ahuyentar el fantasma del desabastecimiento, la realidad es que los fabricantes y distribuidores de muchos sectores de actividad están empezando a notar algunas consecuencias importantes, como pedidos que llegan incompletos o retrasados.

Las organizaciones que durante los últimos años han dado valor a la logística, ahora están más preparadas para afrontar la crisis de los contenedores.

Uno de los obstáculos actuales es la pérdida de fiabilidad en los tiempos, que afecta de lleno a la planificación de las cadenas de suministro. Antes de la situación de colapso, la estancia media de un contenedor en un puerto era de tres días, pero actualmente es muy incierta y en algunos puntos puede ser de una, dos o hasta tres semanas. Además, los precios han subido exponencialmente. Un contenedor de Shanghái a Barcelona costaba 1.000 euros cuando los precios tocaron fondo antes de la pandemia, pero en las últimas semanas se han llegado a pagar hasta 10.000 euros por la misma ruta. Un incremento de costes logísticos que muchas empresas se ven obligadas a trasladar al cliente final, con su consecuente efecto sobre la inflación.

Si miramos al futuro, durante los próximos meses se prevé que la demanda continúe incrementando por el efecto de la Navidad, así que las cadenas de suministros seguirán tensionándose. No obstante, los expertos vaticinan una cierta relajación del consumo durante 2022, coincidiendo con un incremento de la capacidad logística que están protagonizando las grandes navieras, cosa que daría aire a las cadenas de suministros para recuperar la normalidad en el servicio y la competitividad en los precios.

Pero si dirigimos la mirada al largo plazo, nos enfrentamos a un reto mucho mayor, que es el de repensar las cadenas de suministro para hacerlas más resilientes, ya que la globalización económica de finales de los 80 favoreció la aparición de cadenas de suministro largas y frágiles. Y es que la posibilidad de ubicar la producción en países con mano de obra más barata, sumado a un transporte internacional con costes muy bajos, animó a algunas empresas a iniciar un proceso de deslocalización industrial, incrementando las distancias y fomentando relaciones comerciales basadas estrictamente en criterios económicos (al estilo de subastas al mejor postor). Así se conseguía abaratar el coste unitario de los productos, pero con unos procesos cada vez menos resilientes y menos sostenibles.

Ahora los países occidentales estamos tomando conciencia de la importancia de tener cadenas de suministro más resilientes, especialmente de aquellos productos que se pueden considerar estratégicos para cualquier nación. Es un debate que se aceleró por la falta de material sanitario durante la primera fase de la pandemia, y que ahora se ha reafirmado con los problemas para atender el incremento de la demanda, poniendo en riesgo la recuperación económica. Episodios que han evidenciado los costes colaterales de la deslocalización industrial y que están fomentando iniciativas para construir cadenas de suministro de mayor proximidad. Un buen ejemplo es el informe que publicó hace unos meses la Comisión Europea, donde defendía explícitamente la reindustrialización del viejo continente y afirmaba literalmente que “los cambios geopolíticos y las crisis naturales, como la pandemia de la Covid-19, destacan la fragilidad de nuestro enfoque actual de la producción globalizada”.

Además, no hay que olvidar la dimensión de la sostenibilidad medioambiental, que sigue generando un intenso debate social y político para concretar medidas que ayuden a combatir la emergencia climática. En este sentido, las empresas necesitan minimizar su huella de carbono y rediseñar sus cadenas de suministro para evitar que la camisa que compramos en la tienda del barrio acumule hasta 50.000 quilómetros de transporte altamente contaminante. Más tarde o más temprano, los consumidores tendremos información precisa y clara del impacto ambiental de todos los productos que adquirimos, así que muchas organizaciones ya están haciendo movimientos para que este momento les coja preparados y no salgan feos en la foto.

Finalmente, cabe destacar que la situación actual no afecta a todas las empresas por igual, ya que un elemento muy diferenciador es el talento que puedan poseer en la gestión de las cadenas de suministro. Aquellas organizaciones que durante los últimos años le han dado valor a la logística, han apostado por incorporar profesionales formados y han invertido en mejorar los procesos clave, ahora están mucho más preparadas para afrontar la crisis de los contenedores (y también los retos del futuro).

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