El debate sobre cómo garantizar suministro y sostenibilidad se intensifica. Dos expertos confrontan la viabilidad de un sistema renovable frente al respaldo nuclear.
Aunque no es un debate nuevo, el apagón del 28 de abril en España lo ha reabierto: ¿apostar por un sistema 100 % renovable o mantener la nuclear como apoyo? En Catalunya, el peso de ambas fuentes es innegable. Según datos del Institut Català d’Energia (ICAEN), en 2024 la nuclear aportó el 56,7 % de la electricidad producida, mientras que las renovables alcanzaron el 21,6 %, 4,2 puntos más que en 2023. El horizonte político señala el cierre progresivo de las centrales nucleares y una decidida apuesta por lo renovable, pero la transición avanza más despacio de lo previsto y la duda persiste: ¿pueden las renovables caminar solas o necesitan el respaldo nuclear?
Para analizarlo, dos expertos: Alfredo García, operador nuclear, ingeniero de telecomunicaciones y divulgador científico conocido como @OperadorNuclear, firme defensor del papel de la nuclear en la lucha contra el cambio climático; y Josep Puig i Boix, ingeniero industrial, presidente de Eurosolar Catalunya y uno de los referentes y precursores de la energía eólica y renovable. Ambos ponen sobre la mesa sus modelos. La pregunta es inevitable: ¿coexistencia o sustitución?
¿Qué criterios considera que debe cumplir una fuente de energía para ser sostenible?
ALFREDO GARCÍA: Una fuente de energía sostenible debe analizarse en todo su ciclo de vida y con criterios claros y comparables. Por eso la Comisión Europea encargó al Joint Research Centre (JRC) una evaluación técnica de la energía nuclear aplicando los mismos 16 criterios que se usaron para las renovables en la taxonomía de finanzas sostenibles de la UE. Estos criterios cubren: emisiones de gases de efecto invernadero en todo el ciclo, eficiencia en el uso de recursos y materiales, contaminación del aire, del agua y del suelo, protección de ecosistemas y biodiversidad, seguridad de los trabajadores, impacto en la salud de la población, gestión de residuos, riesgos de accidentes graves, protección radiológica, adaptación al cambio climático, y resiliencia frente a fenómenos extremos, entre otros.
El resultado fue claro: la nuclear cumple de forma equivalente a las renovables en todos esos criterios y, por ello, se recomendó su inclusión en la taxonomía verde de la UE. Esto significa que la nuclear, igual que la eólica o la solar, se reconoce como una tecnología alineada con los objetivos de sostenibilidad europeos. España tiene un recurso renovable extraordinario, pero su variabilidad obliga a contar con potencia firme. La nuclear aporta esa firmeza 24/7 con emisiones comparables a la eólica y un uso de minerales por MWh muy bajo, lo que reduce la presión sobre la minería y el medio ambiente. Sin nuclear, para cubrir largos periodos sin viento ni sol habría que multiplicar masivamente renovables y almacenamiento, con un coste y un impacto territorial mucho mayores. Un mix equilibrado, reconocido por la propia UE, es el que garantiza sostenibilidad real: bajas emisiones, seguridad de suministro y uso racional del territorio y los recursos.
JOSEP PUIG: El aprovechamiento de una fuente de energía para ser sostenible debe implicar el uso de un bien común energético renovable y local para cubrir necesidades del territorio, que su gestión sea impulsada por la comunidad y (o) la beneficie directamente, y que no deteriore de forma irreversible las funciones ecológicas del espacio donde se desarrolla.
El modelo que defendemos se basa en un sistema energético distribuido, 100 % renovable, apoyado en recursos locales, con capacidad de almacenamiento y en el que la ciudadanía pueda participar y decidir.
¿Cuál es el horizonte temporal realista para implementar el modelo energético que divulga a gran escala?
ALFREDO GARCÍA: La crisis climática es incuestionable, pero también lo es la necesidad de una transición ordenada. Instalar eólica y fotovoltaica es relativamente rápido, aunque su integración masiva exige redes reforzadas, interconexiones y sistemas de almacenamiento a gran escala que aún tardarán años en desplegarse. En este contexto, cerrar las centrales nucleares antes de tiempo obligaría a recurrir al gas para cubrir los huecos, con más emisiones y precios más altos. La Agencia Internacional de la Energía, en su revisión de la política energética de España publicada en 2021, ya advirtió expresamente de ese riesgo y recomendó valorar la extensión de la vida útil de las centrales existentes, señalando que su cierre aumentaría la dependencia del gas y dificultaría el cumplimiento de los objetivos climáticos. En el escenario de emisiones netas cero de la propia AIE, la capacidad nuclear mundial prácticamente se duplica hacia 2050, siempre junto a un crecimiento todavía mayor de las renovables. Así se logra un ritmo de descarbonización compatible con los hitos de 2030 y 2050 sin poner en riesgo la seguridad de suministro.
La energía nuclear evita el respaldo fósil y asegura que las fuentes renovables produzcan reducciones netas de CO₂ en todo momento. – Alfredo García
JOSEP PUIG: El ritmo necesario exige una firme voluntad política y social para implementar un modelo energético distribuido, basado en un 100 % renovable, capaz de cubrir la demanda en todos los usos (eléctrico, motriz y térmico) en un plazo reducido. En Catalunya, el avance actual no es suficiente ni para cumplir las metas de la Ley catalana de cambio climático ni para alcanzar los objetivos fijados por la Unión Europea.
¿De qué manera garantiza su modelo energético la continuidad del suministro en situaciones de alta demanda o condiciones adversas?
ALFREDO GARCÍA: La potencia instalada es solo una foto fija; lo decisivo es la capacidad real de generar electricidad en cualquier circunstancia. Anticiclones de varios días sin viento, noches frías con picos de demanda o semanas de nubosidad sostenida ponen a prueba cualquier sistema. Hoy por hoy, un modelo 100 % renovable no puede superar esas situaciones sin recurrir al gas o a un almacenamiento masivo que aún no existe a gran escala. Por eso la Agencia Internacional de la Energía propone un camino intermedio: renovables diversificadas, hidráulica, gestión de la demanda, interconexiones y almacenamiento, pero siempre respaldados por una base firme de energía nuclear.
Es el mismo enfoque que se incorporó en la COP28, donde más de 20 países se comprometieron a triplicar la capacidad nuclear mundial de aquí a 2050. Y es el modelo que ya aplican las principales economías avanzadas (desde Estados Unidos y China, hasta Francia, Japón, Suecia, Corea o Canadá) y también los países emergentes que aspiran a serlo. En todos ellos la conclusión es la misma: sin nuclear, la transición se apoya en el gas; con nuclear, cada nuevo megavatio hora renovable desplaza combustibles fósiles y el sistema sigue siendo bajo en carbono incluso en las condiciones más adversas.
JOSEP PUIG: A base de estructurar el sistema en microredes, alimentadas por generación local renovable, a todos los niveles, y con el almacenamiento necesario, de manera que se garantice la continuidad del suministro frente a cualquier adversidad o variación de la demanda.
Defendemos un sistema energético distribuido, 100 % renovable, basado en recursos locales, estructurado en microredes y con el almacenamiento necesario. – Josep Puig
¿Qué riesgos o vulnerabilidades técnicas, medioambientales o sociales identifica en este modelo energético?
ALFREDO GARCÍA: Toda tecnología energética implica riesgos. En renovables, la intermitencia y la ocupación de territorio se gestionan con repotenciación, ubicación óptima y diálogo con las comunidades locales. En nuclear, la clave es la cultura de seguridad y la regulación estricta. España lleva cerca de 60 años operando centrales bajo la supervisión del CSN y cumpliendo estándares internacionales, con uno de los historiales más seguros del mundo. Estudios independientes confirman que la tasa de mortalidad por TWh de la nuclear es tan baja como la eólica o la solar y cientos de veces inferior a los fósiles. Tras Fukushima, las centrales incorporaron mejoras adicionales de defensa en profundidad y sistemas redundantes frente a eventos extremos. Un mix diversificado no concentra los riesgos en el clima ni en una sola tecnología, sino que reparte vulnerabilidades y multiplica la resiliencia técnica, ambiental y social.
JOSEP PUIG: Un sistema energético distribuido, basado al 100 % en generación a partir de fuentes renovables locales, a base del aprovechamiento de fuentes renovables locales, reduce cualquier riesgo y puede afrontar las vulnerabilidades de todo tipo. Para ello, son esenciales información precisa, transparencia y evaluación rigurosa, que permiten minimizar posibles afectaciones.
¿Cómo cree que debería gestionarse la generación de residuos asociada a la producción de electricidad?
ALFREDO GARCÍA: El combustible usado es un residuo industrial de pequeño volumen que se gestiona con total seguridad en España desde el inicio de la operación nuclear. Todo el generado en casi sesenta años de funcionamiento cabría en torno a una piscina olímpica. Está confinado, monitorizado y protegido. A diferencia del CO₂, que se libera a la atmósfera y permanece siglos sin solución masiva, el combustible usado está bajo control desde el primer día. La solución definitiva ya existe: Finlandia ha completado el primer almacén geológico profundo, capaz de aislarlo durante cientos de miles de años sin intervención humana, y Suecia avanza en el suyo. Además, países como Francia, Japón o Reino Unido lo reciclan industrialmente, recuperando materiales valiosos que se utilizan de nuevo en sus reactores convencionales. Rusia opera el BN-800, un reactor rápido que aprovecha combustible usado como fuente de energía, y construye el BREST-OD-300 para seguir avanzando en esa dirección.
La independencia energética absoluta es una utopía; lo esencial es dejar de depender de los combustibles fósiles, que concentran riesgos geopolíticos y emisiones. – Alfredo García
Hoy apenas extraemos un 5 % de la energía del uranio; con el reciclado y los reactores avanzados podríamos multiplicar por veinte ese aprovechamiento, reduciendo aún más el volumen final de residuos. Frente a los millones de toneladas de CO₂ emitidos sin control, gestionar un combustible sólido, confinado y de pequeño volumen es una tarea perfectamente asumible.
JOSEP PUIG: Un sistema energético distribuido, basado al 100 % en generación a partir de fuentes renovables locales, prácticamente no produce residuos ni emisiones contaminantes. Los componentes tecnológicos utilizados para aprovechar bienes comunes energéticos como el sol y el viento pueden reaprovecharse al finalizar su vida útil mediante reutilización o reciclaje, algo que ya se aplica hoy en día.
¿Cómo evalúa los costes económicos del modelo energético que defienden en comparación con otras alternativas, tanto a corto como a largo plazo?
ALFREDO GARCÍA: El precio por MWh no lo es todo: importa el coste total del sistema para dar electricidad fiable todo el año. Las renovables son las más baratas cuando hay recurso, pero su valor cae cuando sobra producción y se dispara cuando falta. La nuclear tiene inversiones iniciales altas, pero una operación estable, predecible y sin CO₂, lo que reduce la dependencia del gas y estabiliza precios. Según la AIE, prolongar la vida de los reactores existentes es una de las formas más baratas de evitar emisiones a gran escala, con costes nivelados de electricidad comparables a nueva eólica o solar. Un mix equilibrado evita sobredimensionar generación renovable y almacenamiento, y reduce la necesidad de reforzar masivamente la red, lo que supone un ahorro significativo para consumidores e industria.
JOSEP PUIG: Se evalúan las tecnologías de generación y almacenamiento a lo largo de toda su vida útil, considerando los costes de construcción y mantenimiento de todo el sistema.
¿Qué nivel de aceptación social tiene su propuesta energética actualmente?
ALFREDO GARCÍA: La aceptación aumenta cuando la ciudadanía entiende los proyectos, participa en ellos y percibe beneficios claros: empleo local, retornos económicos, aire más limpio y seguridad de suministro. La inclusión de la nuclear en la taxonomía verde de la UE, bajo condiciones estrictas, demuestra que ya no hablamos de un debate ideológico, sino técnico: necesitamos todas las tecnologías bajas en carbono que sean seguras y viables. La divulgación es clave para lograr esa confianza, explicando con transparencia qué es y cómo funciona la energía nuclear.
Las encuestas recientes confirman un cambio de percepción: cerca de dos tercios de los españoles apoyan mantener o ampliar la capacidad nuclear, frente a una minoría que defiende su cierre. Esto muestra que, con información y diálogo, la sociedad está cada vez más dispuesta a integrar la nuclear como parte de la solución. Un modelo híbrido permite compatibilizar la participación ciudadana y las comunidades energéticas con una estabilidad baja en emisiones que solo puede aportar una base firme nuclear.
JOSEP PUIG: La aceptación social se logra mediante información precisa, transparencia, evaluación y participación, para hacer realidad, en la vida diaria, los principios del Convenio de Aarhus (vigente en nuestro país desde hace tiempo) y utilizando las herramientas de evaluación ambiental disponibles.
¿En qué medida su modelo puede contribuir a la independencia energética y a la seguridad estratégica del país?
ALFREDO GARCÍA: La independencia energética absoluta es una utopía: todos los países dependen en mayor o menor medida de mercados globales. Lo esencial no es dejar de importar, sino dejar de depender de los combustibles fósiles, que concentran riesgos geopolíticos y emisiones. La producción renovable gracias al viento y al sol autóctonos es una gran ventaja para España, pero también requiere enormes cantidades de minerales críticos, muchos de ellos extraídos y refinados en China. La nuclear, por su parte, utiliza pequeñas cantidades de uranio que se pueden almacenar para varios años y que proceden de un abanico diverso de proveedores en expansión: Canadá, Kazajistán, Australia, Níger o Namibia, entre otros. Incluso España dispone de uranio propio, pero su extracción está prohibida por la actual ley de cambio climático, una decisión tomada expresamente para reforzar el argumento de que dependemos del exterior.
La resiliencia que ofrece el combustible nuclear, unida a la producción renovable autóctona, reduce la exposición a crisis externas, estabiliza precios y mejora la balanza comercial. La verdadera soberanía energética se alcanza con un sistema que produzca aquí, con tecnologías bajas en carbono, seguras y firmes, capaces de sostenernos incluso en un contexto internacional inestable.
JOSEP PUIG: Un sistema energético distribuido, basado al 100 % en generación a partir del aprovechamiento de fuentes renovables locales, es clave para alcanzar la independencia energética de una sociedad, sin depender ni de materiales fósiles (para quemar), ni materiales nucleares (para fisionar), evitando la emisión de gases de efecto invernadero a la atmosfera y evitando la emisión al aire y al agua de materiales radiactivos, así como la generación de residuos nucleares de larga duración.
¿Qué papel puede desempeñar su propuesta energética en la lucha contra el cambio climático?
ALFREDO GARCÍA: Para mitigar el cambio climático no basta con instalar renovables, necesitamos que cada megavatio limpio sustituya realmente a un megavatio fósil. Cuando el viento o el sol fallan, un sistema sin nuclear acaba recurriendo al gas, y esas emisiones cuentan. La energía nuclear evita ese respaldo fósil y asegura que las renovables produzcan reducciones netas de CO₂ en todo momento. Por eso países como Francia, Finlandia, Canadá o Japón han decidido reforzar la nuclear junto a sus renovables: porque saben que solo así pueden reducir emisiones de forma sostenida, sin parches temporales.
Además, el impacto climático no se mide solo en emisiones, sino también en uso de materiales y territorio. La nuclear, con una densidad energética miles de veces superior a la solar o la eólica, necesita mucho menos suelo y menos minerales críticos por kilovatio-hora producido, lo que reduce también la huella ambiental global. El papel de la nuclear en la lucha climática es claro: ofrecer una base firme y baja en carbono que convierta a las renovables en verdaderas sustitutas del gas y permita avanzar de manera estable hacia un sistema eléctrico descarbonizado.
JOSEP PUIG: Un sistema energético distribuido, basado al 100 % en generación a partir de fuentes renovables locales, es prácticamente libre de emisiones de gases de efecto invernadero. Por ello, una sociedad sin emisiones debe fundamentarse en el aprovechamiento de los bienes comunes energéticos que la rodean, como el sol, el viento y el agua, complementado con sistemas de almacenamiento que compensen las variaciones temporales de generación y demanda.
La transición hacia un modelo 100 % renovable en un plazo breve requiere una firme voluntad política y en Catalunya el avance actual no es suficiente. – Josep Puig
¿Qué futuro propone usted para el modelo energético de Catalunya?
ALFREDO GARCÍA: Catalunya tiene la oportunidad de liderar la transición energética si combina el despliegue renovable con una base firme baja en carbono. Hoy, los tres reactores nucleares de Ascó I, Ascó II y Vandellòs II generan alrededor del 60 % de la electricidad producida en el territorio y cubren aproximadamente la mitad del consumo. Esa contribución es decisiva para la estabilidad del sistema eléctrico catalán.
Al mismo tiempo, Catalunya tiene un amplio margen de crecimiento en renovables, tanto en grandes instalaciones como en solar fotovoltaica en tejados y polígonos industriales, y en la eólica marina que puede desarrollarse en su costa. Pero este despliegue no depende solo de la tecnología: requiere diálogo, divulgación y consenso social. No se trata únicamente de sumar megavatios, sino de integrarlos en el territorio de manera compatible con el paisaje, la biodiversidad y la vida cotidiana de las comunidades.
Un ejemplo clave es la petroquímica de Tarragona: su descarbonización en 2050 demandará unos 3 GW de electricidad, equivalente a la potencia de los tres reactores actuales. Si esa capacidad no se mantiene con generación firme y libre de CO₂, se cubrirá con gas, con más emisiones y precios más altos. El futuro pasa por sumar: más renovables bien integradas y más participación ciudadana, pero también mantener una base nuclear que asegure el suministro y permita a Catalunya descarbonizar su industria sin poner en riesgo ni la competitividad ni la seguridad energética.
JOSEP PUIG: Propongo el cambio radical del sistema energético fósil-nuclear que nos impusieron los monopolios favorecidos por la dictadura franquista, y que hoy, reconvertidos en oligopolios, se afanan por continuar su dominio sobre la sociedad. Y darle la vuelta a base de ir haciendo crecer un sistema energético distribuido, basado al 100 % en generación a partir del aprovechamiento y almacenamiento de fuentes renovables locales y estructurado en microredes a todos los niveles de la sociedad.