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JOSEP MARIA MARTORELL: “Investigamos en la frontera del conocimiento”

Físico e ingeniero informático, Josep Maria Martorell es, desde abril de 2016, director adjunto del Barcelona Supercomputing Center (BSC-CNS), centro de investigación de referencia que aloja el supercomputador Mare Nostrum y cuenta con más de 700 empleados. Ha desarrollado su carrera en el campo de la gestión académica y científica, tanto en instituciones universitarias como gubernamentales, y ha sido director general de investigación de la Generalitat de Catalunya entre 2011 y 2016. Con posterioridad a la realización de esta entrevista, el BSC-CNS daba conocimiento de una importante noticia: el acuerdo con Intel para abrir en sus instalaciones un laboratorio pionero de diseño de microchips, con una inversión de 400 millones de euros y empleo para unas 300 personas.

¿Para qué sirve un centro de supercomputación?

Tradicionalmente, un centro de supercomputación es una institución que hace investigación sobre informática y que además da servicio a la comunidad científica para el desarrollo de proyectos de investigación. Esto se lleva a término con supercomputadores clásicos, compuestos por miles de procesadores que trabajan conjuntamente. Así, con cálculo numérico, podemos dar respuesta a problemas físicos, de ingeniería, de química o de biología que analíticamente no podríamos resolver.

En breve dispondrán de un computador cuántico, el primero del sur de Europa. ¿Es un salto en términos de innovación?

Primero de todo, he de decir que Europa perdió hace décadas el tren de la innovación en computación avanzada. Somos capaces de desarrollar muy buena investigación en informática, en bioinformática, etc., pero no hemos sido capaces de que haya un tejido industrial europeo en el campo de la computación. De hecho, en nuestras instalaciones prácticamente todo es tecnología no europea. En cambio, en el campo de la computación cuántica esto puede ser distinto.

¿Qué ventaja tiene respecto a la computación clásica?

Un computador cuántico es una máquina basada en las propiedades de la mecánica cuántica, aplicada a la materia subatómica, que permite hacer cálculos matemáticos muy complejos. Aquellos que la computación clásica no puede resolver. La computación cuántica todavía está lejos de ser una realidad y queda mucho para que sus cálculos sean comercialmente útiles. La buena noticia en términos de innovación es que Europa se suma a este carro desde el principio. Por primera vez es muy posible que tengamos una instalación de computación que venga de proveedores europeos. Es posible que lo que no hemos hecho bien en computación clásica, que es generar un tejido de proveedores para la computación avanzada, lo podamos hacer bien en computación cuántica. Y esto comenzará a ser una realidad hacia el primer trimestre de 2023, cuando seguramente tengamos ya el primer chip cuántico funcionando, todavía para uso académico y experimental, y que irá mejorando sus prestaciones hasta 2025. Este es el gran cambio.

¿Cuál es el circuito que incentiva una investigación en el Barcelona Supercomputing Center?

Podríamos resumirlo diciendo que intentamos ayudar a las distintas áreas de investigación a estar en la frontera del conocimiento. Eso quiere decir que incentivamos nada en particular, sino que dejamos que sean los propios investigadores quienes decidan cuáles son las áreas de desarrollo más emergentes y prometedores. De hecho, ahora tenemos 55 grupos de investigación, repartidos en 4 programas (computación, ciencias de la vida, ciencias de la tierra e ingeniería), sobre los cuales dejamos que sean los propios científicos quienes decidan los temas más relevantes y prometedores a nivel mundial. Todos los grupos de investigación tienen un group leader, que es una pieza clave en nuestra institución, cuya misión es la búsqueda de proyectos financiados por fondos públicos (fundamentalmente por la Unión Europea) o por fondos privados, a partir de los cuales se buscan los equipos para su desarrollo.

El equipo de investigación es, pues, una pieza básica.

En efecto, es así como formamos equipos, y eso implica una gran rotación de personal. De hecho, el tiempo de vida medio de un doctor o un ingeniero en nuestro centro se sitúa alrededor de los cinco años. La competencia a nivel europeo en nuestro campo es muy grande, y además Barcelona es una ciudad con un tejido tecnológico y científico muy vibrante, donde los mejores investigadores están recibiendo ofertas del entorno continuamente. En vez de verlo como un problema lo vemos como una oportunidad, pues es difícil gestionar un equipo que se va renovando cada cierto tiempo, pero a cambio tenemos la oportunidad de ir incorporando cada vez gente joven de muy alto nivel.

El chip europeo marca un nuevo terreno de juego, en el que las administraciones podrán hacer una política de desarrollo industrial mucho más activa.

En concreto, ¿de qué manera contribuye el BSC a la innovación en Catalunya?

Yo creo que hay dos temas fundamentales. En primer lugar, que cada año salen de nuestra institución unas 150 personas que se van a trabajar a otro sitio, de las cuales entre 80 y 90 investigadores bien formados se quedan en el entorno académico y empresarial de la ciudad. En segundo lugar, otra de las maneras como contribuimos a la innovación es con la creación de spin-off, y he de decir en este sentido que en los últimos 6 años hemos creado ya 11 compañías que en total han generado más de 100 puestos de trabajo.

¿Cuáles son las investigaciones que lideran a nivel europeo o mundial en la actualidad?

Destacaría 4 temas. Uno, la investigación en las nuevas arquitecturas y diseño del chip del futuro, basado en lo que se denomina “estándares abiertos” (para que cualquiera pueda diseñar el chip y no solo las grandes compañías), incluyendo aspectos como el bajo consumo, etc.; un campo claro que lideramos a nivel europeo, dentro del European Processor Initiative (EPI). La otra área clara es la supercomputación en temas de medicina de precisión, es decir, todo lo que pueda hacer mejor la medicina gracias al estudio masivo de los datos, desde el desarrollo de nuevas vacunas hasta la colaboración con hospitales para la interpretación de expedientes clínicos y la predicción de futuras patologías. Un tercer apartado es la evolución del clima, una apuesta europea en desarrollo desde la supercomputación, a partir de la simulación numérica de modelos, un proyecto que en gran parte también lideramos. Y por último, también lideramos una área que tiene que ver con la aerodinámica y combustión, de gran importancia industrial en, por ejemplo, el diseño de aviones para reducir su consumo o en el diseño de nuevos combustibles para reducir emisiones.

¿Se puede cuantificar la innovación en términos económicos?

Catalunya invierte en I+D respecto al PIB un 1,5%, aproximadamente, y la media en Europa es un 2%. Son números objetivos y fáciles de comparar. Otra cosa es, y esta es la parte interesante del debate, que el manual dice que dos terceras partes de ese dinero debería venir del mundo privado y el resto de recursos públicos. Para que Catalunya alcance ese 2% europeo, necesitaría un 0,8% de inversión pública y 1,2% de inversión privada. Ahora mismo del 1,5% de inversión en I+D del PIB, el porcentaje entre público y privado está equilibrado. Si el problema fuese que falta inversión pública, se podrían aumentar los presupuestos públicos para conseguirlo. El problema es: cómo hacer políticas públicas que empujen la inversión privada en I+D.

Cada año salen del BSC entre 80 y 90 investigadores bien formados que se quedan a trabajar en el entorno académico y empresarial de la ciudad.

¿Y cómo se hace para conseguirlo?

Relacionándolo con nuestro caso, todo lo que tiene que ver con la investigación en el chip europeo, creo que puede ser una muy buena oportunidad para incrementar la inversión privada en I+D. Todo ese discurso europeo de que hay que recuperar la soberanía tecnológica europea marca un nuevo terreno de juego en el que ahora las administraciones se sentirán más cómodas para financiar política industrial activa. En Estados Unidos, en muchas de las innovaciones (de Intel, HP, IBM o Microsoft) está el sector público por detrás financiando masivamente la I+D industrial. Ello crea un tejido industrial sólido generado con dinero público. Por eso, tenemos la oportunidad del chip europeo y que esto ayude a que las administraciones puedan hacer una política de desarrollo industrial activa, generando puestos de trabajo y apoyando compañías.

¿Cómo transfieren a las empresas el conocimiento generado?

Ya hemos dicho que una de las maneras es a través de los profesionales que van a trabajar a instituciones y empresas privadas de nuestro entorno. Otra vía, también lo hemos dicho, es la creación de empresas, pero también la colaboración con empresas que ya existen, como es el caso de CaixaBank, Grifols, Seat, Repsol, Iberdrola, Agbar, etc. Y la tercera manera es que nosotros somos muy activos en actividades de divulgación, con un enfoque muy importante a la escuela primaria, porque nos parece que parte de nuestra misión en transferencia de conocimiento es generar vocaciones.

Pasemos a su faceta como gestor al frente del BSC. ¿Cómo se dirige un equipo tan complejo formado por tantos profesionales? ¿Facilita su labor el hecho de haber sido director general de Investigación de la Generalitat durante cinco años?

La clave está en dejar libertad académica al científico. En el mundo académico, con científicos como los nuestros, ocurre una cosa muy singular, y es que todos saben más que yo de lo que hacen. El trabajo de liderar es más un trabajo de acompañar y dar una visión de conjunto, intentando que la dirección no sea errónea. No es un trabajo de dirigir en el sentido estricto de la palabra. Por ejemplo, al líder del grupo de genómica computacional no le voy a decir nada porque es imposible que yo tenga el mínimo conocimiento. Mi formación como físico, mi doctorado en informática y mis estudios sobre gestión y dirección de empresas me ayudan a tener una visión global. La música que se toca en todas las investigaciones me suena, aunque mi trabajo no es entender la letra sino crear las condiciones para que toda esta gente pueda desarrollar su trabajo con la mayor tranquilidad y libertad posible. Por lo que respecta a mi experiencia en la Generalitat, debo decir que me ayuda a entender el microsistema investigador. No se puede liderar una institución de este tipo, tan multidisciplinar como la nuestra, sin estar bien relacionado con el sistema institucional. Es básico saber como relacionarte con nuestras universidades y con otras áreas con las que se puede colaborar. Y otra cosa que me ayudó es el conocimiento de los instrumentos administrativos de gestión del dinero público, y he de decir que saber cómo movilizar los esfuerzos con las administraciones es muy importante en el momento actual en que las encontramos más preocupadas por no gastar que por invertir.

Hablando del factor humano, ¿qué se necesita para generar y retener el talento?

Nosotros jugamos en la liga europea, y, por lo tanto, retener a alguien es muy complicado, porque también lo intentan fichar desde Berlín, Londres, Zúrich o París. De hecho, somos un poco como el Barça, y buscamos tener una buena masia, y en este sentido tenemos muchos estudiantes de doctorado a los que intentamos cuidar al máximo, sabiendo que en otros sitios seguramente les van a apagar más, y por eso apelamos al “amor a la camiseta”. Combinamos esta gente joven con gente de primer nivel que venga de fuera. Solo se puede crear un buen equipo si tienes figuras y cantera. A las personas que vienen de fuera las intentamos seducir con todas nuestras armas. No podemos luchar salarialmente con buena parte de las instituciones europeas, de manera que al lado del salario ponemos otros ingredientes, como son un buen proyecto científico, muy buena infraestructura tecnológica, la calidad de vida de Barcelona, resaltando nuestro estado del bienestar, mostrando a los que vienen de Londres, por ejemplo, lo importante que es tener cerca un CAP, una escuela pública de nivel, etc. Y con esta ensalada de distintos ingredientes podemos luchar bastante bien por retener el talento.

La actualidad reciente del espionaje masivo nos lleva a pensar en una contradicción: la innovación necesita tecnología, pero la tecnología nos hace sentir más vulnerables. ¿Nos podemos proteger para asegurar que no hay intromisión no deseada de terceros en nuestras actividades y en las de nuestros políticos?

Me gustaría, en este punto, destacar un tema: nuestra hipocresía con los datos. Damos sistemáticamente toda nuestra información a cualquiera que nos quiera instalar una app en nuestro teléfono móvil sin mirar nada. En cambio, cuando nuestro sistema de salud quiere utilizar nuestros datos para compartirlos con otros para hacer una investigación, nos llevamos las manos a la cabeza para que se respete la privacidad de las personas. Deberíamos ser más estrictos a la hora de facilitar nuestros datos, que el caso de las apps son normalmente compañías privadas no europeas, y deberíamos ser más generosos para que nuestras administraciones, y en particular la administración sanitaria, pudiese acceder a nuestros datos y hacer investigación con ellos. Es muy difícil hacer investigación con datos masivos en el ámbito sanitario. Todo esto debería explicarse mejor y alejarlo de la discusión partidista y política.

Otro punto de actualidad es la guerra en Ucrania, que ha puesto en evidencia la dependencia de terceros por parte de la Unión Europea. Dependencia en temas de energía, materias primas, pero también de tecnología, lo cual pone en riesgo nuestra seguridad y nuestra economía. ¿Qué puede hacer la tecnología de la UE para superarlo?

Europa ha sido tradicionalmente un mercado abierto, y se reivindica como el mejor sitio donde las compañías compiten para vender sus productos en libre competencia. En cambio, cuando se habla de tecnología estratégica, Europa no está preparada, sobre todo cuando pasan cosas no previstas, por ejemplo, una pandemia. Todavía nos acordamos de que no teníamos mascarillas porque no había capacidad de producción, ni tampoco de respiradores, etc. Otro imprevisto ha sido la guerra, a partir de la cual nos hemos dado cuenta de nuestra gran dependencia tecnológica y de materias primas. Todo esto está cambiando y Europa está dando un giro para los próximos años, apostando por el mercado abierto para el intercambio de conocimiento y de ciencia, y combinándolo con algunas políticas menos abiertas para ciertas áreas geoestratégicas. No se trata de políticas proteccionistas, sino que incentiven la demanda local y sobre todo la oferta local. Desde vacunas a mascarillas, o energías o materias primas. Hemos estado muchos años sin incentivar la oferta local, mientras teníamos una demanda muy fuerte que ha sido satisfecha por la oferta foránea. En el caso de los chips tenemos a Taiwán en la producción y en la comercialización a compañías americanas, chinas y japonesas. Se trata de que no llegue el momento en el que en Europa solo se pueda comprar a empresas no europeas. El objetivo es que se pueda escoger libremente entre un buen proveedor norteamericano y un buen proveedor europeo. En todos los casos, con el cumplimiento de las normativas europeas en fiscalidad, en protección de datos, etc. El concepto de libre competencia y mercado abierto se adapta a la situación en la que se tiene que fomentar la creación de oferta europea para responder adecuadamente a los retos del futuro. Para terminar un buen ejemplo: la Ley Europea de Chips de la que ya hay el primer borrador. En ella, la UE abordará la escasez de semiconductores y reforzará el liderazgo tecnológico de Europa. Movilizará más de 43.000 millones de euros de inversiones públicas y privadas y establecerá medidas para estar preparada y anticiparse y responder rápidamente a cualquier futura interrupción de la cadena de suministro. Es una pena que hayamos necesitado una pandemia y problemas geopolíticos para darnos cuenta de ello.

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