Roger Gaspa es el secretario general del Consell d’Empreses d’Alimentació de Catalunya (CEDAC). Su vinculación con el sector alimentario empezó junto a su carrera profesional, ya desde muy joven. Fue directivo de la AECOC (Asociación de Fabricantes y Distribuidores) y ejerció como consultor independiente para empresas del sector durante una larga etapa. Desde hace tres años forma parte del CEDAC, una organización que representa alrededor del 75% de los supermercados –que nos hipermercados– de Catalunya, con más de 3.400 puntos de venta repartidos por todo el territorio. Entre sus miembros más importantes se encuentran empresas como Consum, Mercadona, Plusfresc o Condis.
¿A qué nos referimos cuando hablamos del sector de la distribución alimentaria, exactamente?
Nos referimos a todas aquellas empresas que operan en el punto de encuentro entre la cadena alimentaria y el consumidor. Aquellos que venden al cliente final, a restaurantes y a supermercados. Es decir, todos los establecimientos que ofrecen productos de gran consumo, cotidianos y de compra frecuente. Fundamentalmente, se incluyen categorías como alimentación fresca y envasada, artículos de droguería y limpieza, productos de higiene personal y alimentos para mascotas. Estos son los elementos que componen el surtido de forma habitual en cualquier supermercado. Fundamentalmente, trabajamos con productos de compra recurrente y alta rotación, que los usuarios necesitan en su día a día y son de primera necesidad.
¿Cuál es el peso económico del sector de la distribución alimentaria en Catalunya?
Los datos que tenemos de las empresas de CEDAC indican que emplean a más de 34.000 trabajadores en Catalunya. Por aproximación, al representar cerca del 75% de las empresas del sector, la cifra total de trabajadores podría rondar entre 45.000 y 50.000 en todo el territorio. La contribución al PIB, en términos de facturación agregada, es de 51.000 millones de euros en el conjunto de España. Con estos datos, se ve claramente como este sector es fundamental para la economía catalana. Catalunya es un país productor de materias primas en el sector primario y cuenta con una fuerte industria alimentaria, así como con numerosos operadores en el sector de la distribución. De hecho, si consideramos toda la cadena alimentaria –desde que el producto sale del campo hasta que llega al consumidor–, somos el principal sector de la economía catalana. Cerca del 94% de los trabajadores tienen contratos indefinidos, una proporción mucho más alta que en otros sectores, debido a que somos un sector muy estable y sólido que permite mantener las plantillas de forma duradera a lo largo del tiempo.
Los consumidores son cada vez más exigentes y determinan la evolución y los planes de negocio de los supermercados. ¿Han notado algún cambio de patrón importante en los últimos años?
Desde el punto de vista del comportamiento del consumidor, es relevante destacar que el 90% de las compras se realizan a pie. Todos tenemos tres o cuatro supermercados cerca de casa, y el hábito de compra es mayoritariamente de proximidad. Sobre los cambios de conducta de los últimos dos años, identificamos cinco componentes. El primero es la optimización de la cesta de la compra: se compra más a menudo pero en menor cantidad, ajustándose más a las previsiones. El segundo es una mayor sensibilidad a los precios y a las promociones. Como derivada, se observa un incremento en las marcas de distribuidor –aquellas que son exclusivas del establecimiento, comúnmente conocidas como marcas blancas– en comparación con las marcas de fabricante –que son todas aquellas que se encuentran en varios supermercados–. Se compran menos kilos y se busca obtener los mismos productos a un menor precio. También percibimos un cambio en los productos escogidos dentro de la misma categoría, es decir, la sustitución de productos de más valor por otros de menor precio –por ejemplo, se compra menos carne roja y más carne blanca–. Por último, se evidencia una reducción en la compra de artículos que pertenecen a categorías de mayor costo, como son los productos frescos, y un aumento en los productos básicos, como la pasta o las legumbres. Esto, a su vez, incide directamente en un cambio en la dieta de los consumidores.
La cesta de la compra no deja de subir de precio y multiplicarse. ¿Por qué continuamos en esta tendencia? ¿Cuáles son las posibles soluciones?
El aumento de la cesta de la compra se debe a un incremento en los costos, no en los márgenes de beneficio. Se ha hablado mucho sobre algunos actores que se han beneficiado excesivamente de este fenómeno. La realidad es que el margen de beneficio de la distribución es del 2% o 3% de la facturación total. Por ejemplo, en un tique medio de 30 euros, el distribuidor gana aproximadamente entre 60 y 90 céntimos de euro. Los informes del Banco de España lo corroboran.
La gran oferta de puntos de venta y de productos brinda al consumidor una libertad de elección que garantiza los mejores precios.
Ha habido una inflación en los costos, especialmente en el precio de fertilizantes y combustibles. Estos, por suerte, se han ido moderando, especialmente en el segundo semestre de 2023, lo que ha favorecido una corrección en la senda del IPC alimentario. Es evidente que a medida que los costos en origen disminuyan, se podrán optimizar los precios finales. Actualmente, estamos observando una tendencia correctiva de una situación histórica que, hasta ahora, no tenía precedentes. En lo que se refiere a los diez años anteriores a la gran inflación de 2021, vemos como el IPC alimentario siempre había sido un indicador bastante estable, en torno al 1% o 2%. Algunas veces, incluso, había llegado a ser negativo, a excepción del aumento del IVA de los alimentos impulsado por el ministro Montoro del año 2012. Si esto continúa por el camino de los últimos meses, volveremos a la estabilidad que caracteriza a nuestro sector.
Con la protesta del campesinado estamos viendo que el sector primario peligra, pero algunos expertos auguran que los supermercados volverán a declarar récords de facturación en este pasado 2023, tal como hicieron en 2022.
La cadena de alimentación es sumamente compleja y difícil de resumir en unas pocas líneas. Pongamos el ejemplo de los limones, desde su producción en el campo hasta su venta en el supermercado. Cada eslabón de la cadena presenta particularidades. ¿Cómo es posible que los limones tengan precios muy bajos en el campo y precio mucho más elevados en el supermercado? El error radica en hacer creer al consumidor que esto se debe únicamente a la responsabilidad y actuación del supermercado. La mayor parte del incremento de precio se debe a los costos laborales involucrados en poner el limón en cajas, transportarlo al almacén, distribuirlo o cobrarlo, entre otras actividades. Además, los costos energéticos como el diesel y la electricidad también juegan un papel significativo, así como las cargas administrativas que generan gastos adicionales debido a la mano de obra requerida para tramitar el papeleo, además de los impuestos que gravan el producto, por supuesto.
Es necesario realizar un esfuerzo pedagógico para explicar que la diferencia de precio se debe a estos costos asociados. Incluso si los productos fueran regalados, tendrían que ser vendidos a un precio que permitiera pagar los sueldos de los empleados involucrados en su comercialización. Los supermercados han incrementado su valor, es verdad, pero venden menos en términos de volumen que antes. A pesar del aumento de la facturación, los márgenes de beneficio de 2022 disminuyeron en todos los casos. En promedio, fueron más bajos que en 2021 y que en toda la serie histórica.
Entonces, ¿por qué siempre les culpan de los desajustes que hay en el conjunto de la cadena?
Nosotros siempre estamos en el foco de atención porque nos encontramos entre el consumidor, que busca el precio más bajo posible, y la necesidad de asegurar que en toda la cadena no se destruya valor. ¿Cuáles son los mecanismos para resolver esto? Por un lado, está la ley de la cadena alimentaria, que garantiza que no se pierda valor y que se pague un precio al eslabón anterior que cubra los costos efectivos de producción, permitiendo que todos puedan ganarse la vida en un sector altamente competitivo. Somos un sector con una competencia feroz. Todos tenemos acceso a numerosos supermercados, mercados municipales y pequeños comercios cerca de casa. Aquellos que intentan sacar provecho en exceso del mercado son expulsados inmediatamente. La gran oferta de puntos de venta y de productos brinda al consumidor una libertad de elección que garantiza los mejores precios.
Siempre hemos sido firmes defensores del buen funcionamiento de la ley. La Agencia de Información y Control Alimentarios (AICA) es un agente que vela por su cumplimiento, y las Comunidades Autónomas también tienen competencias para asegurar su correcto despliegue. Se trata de una legislación pionera en el continente que no está presente en todos los países europeos. Durante esta crisis inflacionaria, por ejemplo, el precio de la leche aumentó considerablemente y los consumidores se quejaron de forma casi inmediata. Lo que sucedió fue que se aplicó correctamente esta ley de la cadena: los costos aumentaron y los ganaderos necesitaron mantener unos márgenes aceptables.
¿Qué opinan los actores de su sector de todas las movilizaciones de agricultores y ganaderos en Europa?
Creo que las movilizaciones del sector agrario han puesto de manifiesto cuestiones con las que estamos plenamente de acuerdo. Una de ellas es la carga legislativa y burocrática excesiva. No solo empatizamos con ello, sino que consideramos que tienen toda la razón del mundo. Esto es aplicable a toda la cadena, ya que nosotros también nos vemos afectados por cerca de 3.000 normativas que debemos cumplir a diario. Todos los gobiernos han reconocido la necesidad de simplificar este proceso, y esto debe llevarse a cabo lo antes posible.
Una de las demandas es que las medidas se implementen con calendarios de ejecución adecuados. No puede haber una gestión sostenible del territorio si no contamos con este sector como aliado. Además, también se reclama una correcta aplicación de la ley de la cadena. En este último punto, y según nuestra propia experiencia, no tenemos constancia de que esta ley se haya incumplido en algún momento. De hecho, su correcta aplicación ha generado un aumento de los precios debido a la necesaria reevaluación de los costos en toda la cadena de producción, como ya he comentado en el caso de la leche.