Trump y la principal banca de inversión pasaron de calificar la moneda como una estafa o una moda pasajera a incorporarla en los porfolios de inversión como activo alternativo.
Bitcoin se estrenó en enero de 2009, y nació con la vocación de ser una divisa no controlada por ningún gobierno, anónima, sin fronteras y segura, basada en sistemas como la prueba de trabajo, el cifrado asimétrico, la tecnología blockchain y la tecnología peer to peer.
La adopción de la tecnología blockchain hoy en día, 16 años más tarde de su primera implementación, ya es una realidad que ha transformado la manera de organizar la información a nivel empresarial. Esta tecnología, infranqueable hasta que irrumpa la computación cuántica en aproximadamente 10 años, ha permitido a muchas industrias poder manejar información de manera que esta sea inalterable, se almacene de forma segura, transparente y prescindiendo de intermediarios, y se ha convertido en el activo estrella de la generación de los millenials.
Paralelamente a la evolución de blockchain, el bitcoin ha continuado en auge, en la barrera de los 100.000 dólares y con una capitalización de mercado cercana a los 2 trillones de dólares. Recordemos que detrás del bitcoin no hay ningún activo subyacente, simplemente la creencia de que el criptoactivo tiene un valor, y dicho valor se determina en función de su oferta y su demanda, pero carece totalmente de regulación.
La evolución del bitcoin, desde el punto de vista del psicólogo y Premio Nobel de economía Daniel Kahneman, es un paradigma de la incomprensión y las ilusiones humanas. Trump y la principal banca de inversión han pasado de calificar la moneda como una estafa, un sistema piramidal, o una moda pasajera, a incorporarla en los porfolios de inversión como activo alternativo y, en el caso del presidente de Estados Unidos, a querer crear una reserva de valor basada en ella.
¿Qué ha cambiado en el sector de la banca de inversión? Con la reducción de ingresos derivada del open banking y de la irrupción de las fintech, han visto en las criptomonedas una nueva fuente de ingresos que antes ni siquiera consideraban. Además, al otorgarle la categoría de activo, permite descorrelacionar las rentabilidades de los productos clásicos de inversión de la evolución de los mercados, clasificándose como activo alternativo.
¿Qué ha cambiado con respecto a Trump? El hecho de que el mundo haya pasado a considerar el bitcoin como un activo legítimo o el nombramiento de Paul Atkins, fuerte defensor de la moneda, como líder de la Comisión de Bolsa y Valores de Estados Unidos, dota de una validez a un activo que no tiene ningún respaldo ni regulación. Respaldo, a priori, no lo tendrá nunca, pero con Atkins, la regulación es cuestión de tiempo.
Para Trump, el bitcoin es un arma atractiva ya que se trata de una criptomoneda fuera del sistema, antiestablishment, y que, si finalmente la Reserva Federal americana crea una reserva en bitcoins, el presidente podrá manipular la cotización a su antojo; reduciendo en cierta manera la dependencia de las emisiones de deuda pública. Así pues, crear una reserva paralela de valor puede irle muy bien al gobierno americano para liberar parte del coste de su inmensa deuda, y anular la dependencia de sus tenedores, considerando que China es uno de los mayores tenedores de deuda pública americana. Se puede hablar de crear una reserva de valor o de mejorar su regulación, pero no de su adopción, ya que el hecho de coexistir con el dólar o cualquier otra moneda de curso legal causaría una pérdida inmediata de soberanía monetaria a cualquier gobierno, creando una economía paralela y anulando parcialmente el efecto de las subidas y bajadas de tipos de interés, cosa que, a día de hoy, ningún gobierno equilibrado se puede permitir.