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Todo está terrible, pero yo estoy bien

El consumidor de momento resiste a pesar de que gastamos en el año 2.781 euros más de lo que ganamos, según un reciente estudio.

Los consumidores se tornan pesimistas por las evidencias de las crisis económicas que reducen su bienestar. Las expectativas para mantener los hitos conseguidos o progresar junto con sus familias hacia el futuro quedan mermadas por las incertidumbres que las crisis conllevan. Cuesta acostumbrarse y aceptar hechos como la reducción de ingresos, la falta de puestos de trabajo, las limitaciones de gasto, el aumento de precios, el aumento de los costes financieros, la escasez en la oferta debido a los problemas de la cadena de suministro…

La crisis económica pospandemia fue una sorpresa para todos. Pocos podían prever el aumento de los costes en las materias primas una vez desencajadas las piezas de la cadena de suministro bloqueadas durante la pandemia. Los productos a nuestro alcance se mueven a grandes velocidades por los canales de ámbito mundial impulsadas por las empresas que participan en la cadena de suministro, dotadas de capacidades y uso intensivo de nuevas tecnologías en el transporte, de centros logísticos automatizados y de todas las posibilidades que ofrece la digitalización y los sistemas inteligentes. La geopolítica no fue capaz de superar las tensiones bélicas que impactaron en la gestión de las cadenas de suministro y provocaron un gran desgaste en países próximos a nosotros en el norte y este de Europa, también en África y en países latinoamericanos que más allá de las tensiones políticas sufren graves problemas de financiación como Argentina.

Los consumidores pospandemia se han enfrentado a las presiones de costes haciendo malabarismos con recortes que les han permitido continuar gastando en áreas de importancia personal. Abrumados por gastos no discrecionales (energía, alimentos, transporte, vivienda), la mayoría se ve obligada a renunciar a grandes gastos como automóviles, muebles y electrodomésticos, pero se recompensan con desembolsos discrecionales menores, como bares y restaurantes, o viajes cortos de escapada adaptándose a las nuevas formas de trabajo remoto y con menos actividad presencial. Algunos lograron incluir algunos gastos que se vieron obligados a recortar durante la pandemia, como las cuotas del gimnasio y salir a cenar, mientras abandonan o recortan más severamente otras categorías.

El consumidor de momento resiste a pesar de que gastamos en el año 2.781 euros más de lo que ganamos según un reciente estudio. La euforia del ahorro acumulado durante la pandemia se agota, pero los datos del aumento de la ocupación y el récord conseguido en el pago mensual de las pensiones (un 10% más hasta los doce mil millones en agosto) todavía animaban el consumo en época de vacaciones como ha sido este agosto.

Utilizando los datos más recientes (proporcionados por Fintonic, una fintech con acceso a los pagos no monetarios de 300.000 consumidores españoles), el nuevo estudio presentado por el Profesor del IESE por encargo de AECOC, Jose Luis Nueno, desglosa casi 200 millones de gastos realizados por 257.000 consumidores españoles en 22 categorías durante 16 meses. Los capítulos del libro organizan la información obtenida a través del tratamiento estadístico de los datos buscando los comportamientos relevantes en estos últimos meses y también las tendencias que apuntan al próximo futuro. El profesor Nueno señala la preocupante situación de carestía que tienen los nuevos consumidores de clase media debilitada y la ausencia de objetivos a largo plazo entre los jóvenes –cuyos salarios siguen siendo insuficientes para sostener hogares independientes formados por sus propias familias– como problemas graves para los gobiernos y las empresas. Dado que “todo está terrible”, advierte, es imperativo adoptar medidas que permitan a los consumidores seguir afirmando, “pero estoy bien”.

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