El fenómeno de la “fuga de cerebros” sigue creciendo. Se calcula que 20.000 doctorados españoles emigran en busca de oportunidades profesionales más dignas. Algunos regresan, pero otros se quedan en el extranjero, donde les acogen con los brazos abiertos. En este reportaje, hemos recopilado cuatro experiencias de doctorados que siguen engrosando esa pérdida de talento en nuestro país.
Hace 12 años, Erola Pairó Castineira, doctorada en bioinformática por la Universitat de Barcelona, se fue a trabajar a Edimburgo. Los motivos nos los cuenta ella misma: “Quería ganar experiencia y tenía ganas de vivir un tiempo en un país extranjero donde me resultara más fácil encontrar empleo”. Su meta era pasar dos o tres años fuera para regresar después y proseguir con su carrera investigadora. Al final no ha sido así pues su objetivo poco a poco ha ido cambiando. “Me gusta mucho Edimburgo y además no veo que las condiciones laborales en España hayan mejorado”.
Empezó trabajando como investigadora en una de sus áreas preferidas, biología computacional aplicada a la medicina. Y hoy día lidera, en el Baillie Gifford Pandemic Science Hub de la Universidad de Edimburgo, los análisis computacionales que integran datos (ADN, expresión genética, expresión proteínica, etcétera) para poder entender los mecanismos de enfermedades. “Claro que estoy satisfecha con lo que hago”, explica, “se trata de desarrollar medicinas efectivas contra patologías”.
Sueldo y oportunidades
Un informe de Xartec Salut, red formada por un equipo multidisciplinar del CREB (Centro de Investigación en Ingeniería Biomédica de la UPC), calcula en 20.000 el número de doctorados españoles, un 8,4% del total, que emigran a otros países. La fuga de talento entre los alumnos doctorados multiplica por cuatro la de la población con estudios terciarios (FP, graduado o máster). La velocidad con la que se produce esta huida duplica la que tenía lugar una década atrás, según este estudio.
Alexandre Perera, investigador y director del CREB, tiene su propia opinión acerca de este fenómeno. “Creo que todos quieren tener una carrera profesional o académica de éxito. A partir de aquí, quizás podemos identificar algunos factores más. Y es que, como sociedad, les convencemos acerca de que ese logro será posible en una compañía internacional o un laboratorio extranjero”.
En efecto, cuando un investigador realiza una estancia posdoctoral internacional, por lo general se da cuenta de que fuera se gana la vida mejor que en España. “Para hacernos una idea, los 44.000 euros que puede llegar a cobrar un estudiante de doctorado en Noruega superan el sueldo medio que perciben profesores e investigadores de nuestro país, en torno a los 43.000 euros, si llega…”, señala Alexandre Perera.
Una opinión que comparte la doctorada en bioinformática, Erola Pairó, quien se queja de lo mal que se remunera aquí la investigación. “Con mejor sueldo, 35 horas semanales y 36 días de vacaciones al año, es el motivo principal por el que nunca me he inscrito en ninguna oferta en España, aunque no niego que he podido plantear el regreso”.
Un 57% de los doctorados en el extranjero han cursado carreras técnicas (25% ciencia, 17% salud y 15% ingeniería y construcción). En este sentido, el director del CREB añade: “En el mercado internacional existe una competición activa para captar talento, en especial se buscan buenos profesionales de ciencia de datos y del ámbito digital. Por ejemplo, yo destacaría los expertos en inteligencia artificial que trabajan en el estudio de enfermedades raras y prevalentes y en dispositivos médicos de última generación, todo ese campo tiene mucha aceptación”. En cuanto a los destinos, Estados Unidos, Alemania y Suiza son los más demandados.
La experiencia de María Godoy Gallardo es otro ejemplo. Doctorada en ingeniería biomédica especializada en biomateriales, su perfil encajaba perfectamente con lo más solicitado en otros países. Comenzó a buscar oportunidades en Europa, apuntándose a varias ofertas, poco antes de acabar sus estudios. “Mi objetivo era vivir en el extranjero para enriquecerme personal y profesionalmente. Y quería ampliar mis conocimientos científicos, explorando distintas metodologías de trabajo en laboratorios y universidades. Pero tenía claro que el posdoctorado era el siguiente paso para establecerme como investigadora en España en el futuro”, recuerda.
Finalmente, contratada en la Danmarks Tekniske Universitet (DTU) de Copenhaguen, adquirió, como quería, experiencia en nuevas técnicas dentro de su especialización a la vez que pudo trabajar en su propio proyecto. Han sido más de cuatro años viviendo en Dinamarca, con un salario considerablemente más alto que en España. “Allí logré ahorrar una cantidad significativa de dinero, algo que resulta totalmente inalcanzable en nuestro país”. Y en cuanto a las condiciones laborales y la conciliación de la vida personal con la laboral, “no existe esa presión por trabajar más de lo necesario, los horarios son ideales y se cumplen sin necesidad de hacer horas extras”.
Balance negativo
Si cada doctorado representa una inversión pública de 0,5 millones de euros, con la fuga de cerebros se van del país 10.000 millones de euros. Teniendo en cuenta que el valor de su actividad profesional tiene una relación de 1 a 3, se puede cuantificar que el precio de la fuga de talento le cuesta entre 40.000 y 60.000 millones de euros al Estado. “Ese dinero invertido en nuestro talento hubiese generado tres veces su valor”, aclara Alexandre Perera. Lo curioso, en opinión del experto, es el sentimiento de realización y orgullo que sentimos al ver a un doctorado nacional liderando una investigación en una universidad extranjera. “Es interesante comprobar cómo formamos profesionales excelentes que crean valor y desarrollan productos fuera de España que luego compramos aquí”, ironiza. Tal vez hallamos algo de equilibrio, tal como apunta, en el talento que retienen las startups y las spin-offs al tratarse de empresas que “generan suficiente atractivo” y un “factor emocional relevante”.
Un informe de Xartec Salut cifra en 20.000 el número de doctorados españoles que desarrollan su carrera profesional en otros países.
Es difícil prever si la fuga de talento seguirá creciendo o simplemente se estabilizará, dado el contexto económico y social actual. Para el director del CREB, nuestro talento está más internacionalizado que nunca y cuenta con muchas facilidades para adaptarse a otro entorno laboral. Y si bien los indicadores económicos están mejorando y se puede observar más financiación en el tejido de innovación en nuestro país, “el balance de talento que se marcha al extranjero seguirá siendo negativo”.
¿Regresar o no?
Tras más de una década fuera, Erola Pairó, doctorada en bioinformática, no tiene claro su regreso. “Creo que la gente como yo se siente de dos lugares a la vez y de ninguno de ellos en particular. En mi caso, paso temporadas convencida de que este es mi último año en Edimburgo y otras veces pienso que me quiero quedar unos años más”.
Por el contrario, María Godoy, doctorada en ingeniería biomédica, ha dejado Dinamarca para estar cerca de su familia. “Mi objetivo actual”, dice, “es establecerme en la universidad en Barcelona y así llevar a cabo proyectos propios y supervisar a estudiantes de doctorado y posdoctorados”.
Nuestro talento está más internacionalizado que nunca y cuenta con muchas facilidades para adaptarse a un entorno laboral en otro país.
Otros testimonios que se plantean regresar a nuestro país son Lluís Oliver Cervelló, doctorado en ciencia e ingeniería de materiales por la Universitat Politècnica de Catalunya, especializado en ingeniería tisular, y Ángela López del Río, doctorada en ingeniería biomédica y especializada en ciencia de datos e inteligencia artificial aplicada a datos biomédicos.
Durante el verano del año 2022, Lluís Oliver dejó España para seguir formándose como investigador. “Durante el doctorado había trabajado sobre todo en el campo de la regeneración de huesos mediante biomateriales y péptidos, y aunque me gustaba mucho el tema, quería seguir explorando otras aplicaciones de ingeniería tisular”, señala. En la universidad de Glasgow le ofrecían un posdoctorado relacionado con la regeneración de piel y la interacción del melanoma con las células sanas. “Me pareció una buena oportunidad y, dos años después, estoy muy contento con el resultado”, comenta. La experiencia ha supuesto un gran aprendizaje en el ámbito científico, pero también le ha permitido mejorar soft skills como la capacidad de comunicación, el liderazgo y las habilidades interpersonales.
Asimismo, esta estancia en el extranjero le ha permitido vivir bien y ahorrar algo de dinero. “El salario varía según el grupo de investigación, pero siempre es más elevado que en cualquier posdoctorado español”. A finales de junio, finaliza su contrato y, tras meses de reflexión, quiere volver a nuestro país. “Aunque tengo mucha flexibilidad horaria y hay muy buen ambiente de trabajo, quiero volver de Glasgow y centrarme en mi vida personal estableciéndome en Valencia, de donde soy. Creo que buscaré trabajo en alguna empresa farmacéutica o biotech”.
También volverá, pero a Barcelona, la doctora Ángela López, para quien la posibilidad de trabajar en el extranjero se presentó como la mejor salida tras un año de trabajos temporales y precarios. “Había quebrado la startup en la que desarrollaba un doctorado industrial y perdí la financiación. Entonces decidí buscar trabajo fuera, en algún país donde la estabilidad y el dinero no fueran una preocupación. Finalmente, viajé al sur de Alemania donde ofrecían un puesto de posdoctorado en una empresa farmacéutica, firmé un contrato temporal y al poco uno permanente”.
En Alemania, trabaja en el departamento que se dedica al desarrollo de fármacos de origen biológico y contribuye a las estrategias de digitalización. Respecto a las condiciones laborales, admite que no hay comparación con las de aquí: “El sueldo en Alemania es mucho más alto, siendo el nivel de vida parecido al de aquí, especialmente si lo comparamos con una gran ciudad”. Además, el horario es muy flexible y puede teletrabajar.
Pero afirma que está acabando una etapa en la que ha podido cumplir sus objetivos, y que quiere volver a Barcelona (“si encuentro alguna oferta que encaje”), pues la capital catalana se ha transformado en “un hub biotech muy interesante” y está empezando a captar mucho talento e innovación. “Las condiciones mejorarán. Creo que es un buen momento para volver”.
En resumen, la experiencia de vivir y trabajar en el extranjero es algo que recomiendan los cuatro doctorados entrevistados para este reportaje, por lo que supone de desarrollo profesional como también de aprendizaje personal. No obstante, como sociedad, deberíamos cuestionarnos por qué buscan fuera lo que no encuentra aquí. El director del Centro de Investigación Biomédica de la Universitat Politècnica de Catalunya, Alexandre Perera, señala: “Deberíamos poner en valor su talento y retribuirlo adecuadamente para que no pierdan competitividad ni los centros de investigación ni las empresas. Y promover el emprendimiento, apoyándolo con fuerza desde la esfera pública y la esfera privada”.