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El camino de las empresas hacia la sostenibilidad

La eficiencia energética hace tiempo que es vista como una doble vía: una oportunidad de negocio y un bien para el planeta. ¿Qué hacen las empresas para ser más sostenibles?

“Las empresas no sostenibles no podrán sobrevivir”. Esta afirmación del Pacto Mundial de la ONU refleja una latente realidad y las compañías se han puesto las pilas: 9 de cada 10 empresas españolas afirma contribuir a los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) y casi el 80% considera la sostenibilidad como una ventaja competitiva, según el Pacto Mundial Red España. Los retos no son menores, bajar las emisiones de CO2 un 55% en 2030 o conseguir cero emisiones netas en 2050.

Las propuestas en eficiencia energética de las empresas van en tres direcciones: comprar, crear energía propia y usar las renovables. La química BASF, por ejemplo, lanzó hace un par de años su proyecto denominado make or buy, comprar energía vía PPA (Power Purchase Agreement), y allí donde no pueden adquirir fuentes de energía renovable, “cuantiosa y estable”, la crean. En el caso de la compra, tienen un acuerdo con la energética francesa Engie. Y para la creación de energía, cuando la necesitan, BASF tiene en construcción mediante joint venture con otras compañías dos parques eólicos marinos, uno en las costas holandesas y otro en las de Noruega. “Así suministramos energía 100% verde a nuestros dos grandes centros de producción en Europa”, señala Xavier Ribera, director de Comunicación de la compañía en España. “Como también sustituimos tecnologías concretas cuando hace falta para que los procesos tengan menos consumo energético”. Ejemplo de ello es su planta de Tarragona, donde el reciente cambio de un motor de vapor por uno eléctrico ha supuesto una reducción de 34.000 toneladas de CO2 al año.

Uso de las renovables

La ONU recomienda a las empresas acelerar la transición hacia las renovables, dejar de depender de los combustibles fósiles e invertir en fuentes de energía alternativas limpias, accesibles y asequibles. La compañía Nestlé, perteneciente al sector alimentario, tiene, en este sentido, varios proyectos en España, y en 2022, por ejemplo, invirtió 2,3 millones de euros en su fábrica de chocolates de La Penilla de Cayón (Cantabria) para implementar un sistema de producción de energía térmica más eficiente y sostenible. Jordi Aycart, responsable de Sostenibilidad de la empresa, destaca que esta instalación aprovecha, a través de una bomba de calor, la energía residual procedente de la planta de producción de frío de la factoría para calentar el agua que se utiliza tanto en los procesos productivos como en la climatización de la planta. “Un sistema nueve veces más eficiente que uno convencional que utiliza gas natural. Conlleva eliminar en estos procesos tanto el consumo de esta energía como las emisiones de dióxido de carbono”. También han instalado diversos parques fotovoltaicos en algunas de sus fábricas y toda la energía eléctrica que se compra en las 10 factorías que Nestlé tiene en España ya provienen de fuentes renovables.

Otro caso es el de Henkel Ibérica, una empresa industrial que ha convertido su planta de fabricación de Montornés del Vallés (Barcelona) en una planta neutra en carbono en la que el 100% de la energía utilizada para fabricar sus productos de diferentes mercados procede de fuentes renovables. Con la instalación de 18.600 m2 de paneles solares, la compañía ha conseguido autogenerar así el 25% de toda la energía que necesita. A su vez, ha alcanzado un acuerdo con Ignis para comprar energía virtual (VPPA) durante 10 años vinculado a la puesta en marcha de dos plantas de energía solar en el sur de España. “La parte de la producción de la energía destinada a este acuerdo equivale a la demanda de más de 40 centros de producción de Henkel en toda Europa y evitará la emisión de 72.000 toneladas de dióxido de carbono (CO2) al año”, explica Elisenda Ballester, directora de Comunicación Corporativa de Henkel Ibérica.

Economía circular

La generación de residuos ha sido uno de los hándicaps de las empresas. En el sector turístico, por ejemplo (con un aumento del 18,7% de visitantes en España en 2023 más que en 2022), los hoteles deben establecer medidas para reducir su impacto medioambiental. Así, En Derby Hotels Collection, los equipos de F&B (food and beverage) dedicados a la preparación y venta de alimentos y bebidas trabajan en su gestión eficiente y en la reducción del desperdicio. Y como señala Joaquim Clos, director general de la cadena, han participado “activamente en la redacción de la Guía de Residuos Alimentarios para el sector de la restauración de la Generalitat de Catalunya”. Cuenta, entre sus medidas, un servicio de desayuno cada vez más a la carta para evitar el desperdicio de alimentos y la eliminación de plásticos de un solo uso, sustituidos por dispensadores o envases reciclables.

Variadores de velocidad en bombas, autogeneración de energía, reducción de plásticos… son algunas de las acciones que llevan a cabo las empresas.

En el caso de Henkel, centran sus esfuerzos en reducir el uso de materiales de embalaje. “Para 2030, queremos un uso completamente circular de los residuos de producción. Nuestro centro de producción en España ya alcanzó el estatus de cero residuos destinados al vertedero en 2018, y trabajamos para reducir el consumo de agua, energía y residuos”, explica Elisenda Ballester.

Y Nestlé también basa sus acciones en prescindir de plásticos no reciclables en los envases o suprimir, en los embalajes, combinaciones complejas de materiales. Para 2025, prevén contar con un 50% de plástico reciclado en las botellas de PET e incrementar significativamente la cantidad de plástico reciclado en otros tipos de envases, como en las tapas de los recipientes de vidrio o en las bandejas.

¿Retos asumibles?

Las organizaciones tienen metas ambiciosas para reducir el impacto medioambiental y ser más sostenibles, pero el camino es largo. Según la consultora especializada en el crecimiento sostenible de las empresas, Kaizen Institute, solo tres de cada diez empresas españolas apuestan por la economía circular y esas iniciativas suponen solo el 12% de los recursos destinados a proyectos, inversiones e iniciativas estratégicas, y el Observatorio de las ODS reflejó, hace unos dos años, que el 22% de las empresas no reportan ninguna política de este tipo.

Esto sucede porque parte de las empresas “no conocen muy bien el significado del término sostenibilidad”, según Lela Mélon, profesora de sostenibilidad en derecho empresarial de la Universidad Pompeu Fabra, y experta en temas de gestión sostenible en el ámbito de las empresas. “Es normal porque llevamos 70 años trabajando en una economía lineal en la que no se hablaba de recursos naturales ni del impacto en la naturaleza”.

Lela Mélon alerta del hecho de que una empresa cuente con un informe de sostenibilidad no significa necesariamente que disponga de un modelo de negocio sostenible. “Puede significar tan solo que se informa de unos datos sin que ello signifique un cambio en términos de empresa realmente sostenible”. Y pone el foco en las instituciones: “no ayuda que estemos bailando un chachachá con la Comisión Europea, que saca normas y las hace muy en detalle, pero asusta a toda la gente y se retira”.

Lo que está claro es que algo ha cambiado, y la falta de una estrategia en sostenibilidad ha pasado a ser un riesgo financiero. “Las empresas están empezando a entender de dónde vienen los riesgos reales para su negocio. No mejorar la eficiencia energética supone perder gente, dinero, tiempo y conocimiento.

¿Qué deben hacer entonces las empresas? Según la profesora la clave está en centrarse y pensar si el negocio es viable en cinco años. “¿Vas a tener recursos? ¿Eres una industria que la sociedad va a necesitar? La construcción, la industria textil, la alimentaria… Si perteneces a uno de estos sectores, debes empezar a tener un plan B ahora mismo, una estrategia para bajar el impacto de tu empresa dando la vuelta al modelo de negocio”. Y, como hemos visto, hay algunas que ya actúan así.

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