En otras circunstancias, el optimismo tras muchos meses de pandemia dispararía el consumo. Pero mandan la inflación y la incertidumbre.
El pasado 8 de septiembre, el Banco Central Europeo (BCE) anunciaba la mayor subida de tipos de interés en los casi 24 años de historia de la institución: del 0,75 al 1,25%. Una drástica decisión que, como si de una moneda se tratase, tenía cara y cruz. La cara, el intento de enfriar la economía y conseguir frenar la inflación. La cruz, un euribor rápidamente al alza que está encareciendo las hipotecas, como también resultan ya más caros, con los tipos más altos, los préstamos a corto plazo.
“Ya sabemos que la inflación es un aumento generalizado de los precios. Si subes los tipos de interés, limitas el acceso al dinero y bajas la inflación. Pero es una situación muy perversa, porque también se necesita liquidez”, explica Verónica Rodríguez, de Asufin, la Asociación de Usuarios Financieros.
La escalada de vértigo del euribor, con fuertes subidas en las hipotecas revisables, supone unos incrementos mínimos anuales para hipotecas que superan los 1.300 euros de media. Y los expertos prevén incluso un euribor que podría alcanzar los 3 puntos porcentuales durante el próximo año de prolongarse esta tendencia. “Muchas familias endeudadas, con hipotecas de tipo variable, pueden estar viéndose ya en una situación delicada”, señala Rodríguez.
La petición de créditos para llegar a fin de mes va, de hecho, en aumento, tal como señala el barómetro de préstamos al consumo de Asufin publicado este verano. Un 30% de los encuestados tenía intención de pedir un préstamo, cinco puntos más que hace un año. La razón principal, la “necesidad de dinero”, como también “refinanciar deudas”, lo que evidencia las dificultades crecientes que está experimentando una importante parte de la población en un entorno de más gasto con la inflación disparada.
“Aun así, no es lo mismo devolver un préstamo al consumo, con tipos que pueden rondar el 7 u 8%, que recurrir a productos financieros a muy corto plazo y mucho más caros como los microcréditos o las tarjetas revolving, con tipos que pueden estar por encima del 20% en ocasiones”, señala Verónica Rodríguez. “Es una financiación muy cara con la que hay que tener mucho cuidado”.
Precios por las nubes
La pérdida de poder adquisitivo en las familias es más que evidente. Mientras el IPC ha llegado a alcanzar cotas superiores al 10% en Catalunya, las subidas pactadas para algunos salarios apenas alcanzan el 2,5%. Por su parte, el segundo trimestre finalizó con una caída del consumo en los hogares catalanes del 4,9 al 3,2%. La tendencia preocupa porque si baja el gasto, que implica menos demanda, hay también menos producción. Para el secretario de Trabajo y Economía de CCOO de Catalunya, Ricard Bellera, ello podría acabar lastrando la recuperación del mercado de trabajo que ha facilitado la reforma laboral.
Las variaciones de precios del año pasado a este 2022 son en algunos casos altamente significativas. De agosto a agosto la vivienda se había incrementado un 22,6%, una escalada consecuencia de los elevados gastos energéticos relacionados. Y el transporte registró también una tasa muy elevada, un 11,3%, siendo uno de los factores, junto a las materias primas y la energía, que han encarecido mucho la cesta de la compra. Por ejemplo, en productos básicos: los huevos un 22,4% más, la leche un 25,6%, el pollo un 17,6% más y las legumbres y hortalizas frescas un 14,8%.
Con la inflación disparada, crece la petición de créditos para llegar a fin de mes y para refinanciar deudas.
Sin mostrarse alarmista, “porque evidentemente no tenemos feedback de que este otoño-invierno”, Salva Vendrell, presidente de Barcelona Comerç –entidad con 5.000 asociados que representa a 25.000 establecimientos del pequeño comercio barcelonés– cree que se deben mantener las ayudas administrativas, sobre todo energéticas, para contribuir al consumo de las familias. “Pero no tiene sentido poner la calefacción en octubre”, señala. “Es cierto que el gasto en el supermercado se ha encarecido mucho en los últimos meses, con lo que nos vamos a ver obligados a priorizar en función de la disponibilidad de cada uno. Todos los sectores lo van a notar, porque le daremos prioridad a los suministros, la hipoteca y la alimentación”.
Bajar el tícket de compra
Pròsper Puig, presidente del Gremi de Carnissers de Barcelona y propietario de Cansaladeria Puig, comenta que llevan unos meses reduciendo márgenes para mantener los precios de venta al público. Y asegura que el comercio de proximidad está preparado para bajar el tícket de compra del cliente. “Hay que educar al consumidor, porque no se puede descartar un regreso a una economía de supervivencia. Somos prescriptores y podemos aconsejar alimentos frescos, de calidad y más económicos. A lo mejor prefiere comprar carne para hacer un estofado en lugar de filete de ternera”, explica a modo de ejemplo.
Últimamente, sus clientes compran más carne de cerdo, sobre todo lomo y pollo en lugar de ternera o productos prémium, como el foie, que van a quedar algo relegados. También el jamón cocido empieza a recuperar posiciones en las despensas, en detrimento del ibérico. Pròsper Puig señala en relación con el precio de la carne y la charcutería: “Se gravan con un 10% de IVA, cuando se les debería cargar un 4% como a la leche, los quesos y los huevos. Así se podría conseguir un ahorro de unos 40 euros al año por persona, y eso, en tiempos como estos, sería una buena medida para las familias con varios hijos”.
Por la eficiencia energética
La falta de liquidez puede hacer que se pospongan decisiones de calado, como la compra de un coche o hacer alguna reforma en el hogar. Por eso el mes de septiembre del año pasado fue mejor que el de este 2022 para Vidres Pallarola. “Las ventas se concretaban en julio y agosto, por lo que en septiembre la venta ya estaba hecha. Por el contrario, este verano ha sido muy flojo”, detalla Jaume Pallarola.
Pese a todo, la amenaza de unos costes energéticos por las nubes durante los meses fríos acelera la instalación de ventanas y puertas eficientes. Pallarola calcula que un 30% de su facturación corresponde a pedidos de ventanas que aíslan térmica y acústicamente el interior del exterior de la vivienda, y con una pérdida energética mínima. “Una ventana sin aislante cuesta 500 euros, y por solo 200 euros más tienes una ventana eficiente. El cliente está dispuesto a pagar ese extra para conservar mejor la temperatura de la casa”.
Cambiar las ventanas es una de las actuaciones que pueden beneficiarse de los nuevos programas de mejora de la eficiencia energética en viviendas, aprobados por el Real Decreto 853/2021 y gestionados por las comunidades autónomas. Cumpliendo algunos requisitos, como que la ventana debe ayudar a reducir la demanda energética anual de calefacción y refrigeración un mínimo del 7%, se puede obtener una subvención del 40% de su coste, con una inversión mínima de 1.000 euros y no más 3.000. “Como siempre nos quejamos de las trabas burocráticas, me puedo pasar hasta media tarde explicándole al cliente conseguir estas ayudas”, sentencia Pallarola.