La resiliencia que mostremos será fundamental para superar la prueba, pero el aguante de los ciudadanos y de las economías de los hogares y empresas no es infinito.
Semanas atrás fuimos testigos del mensaje, ya sin ambigüedades y de forma clara, de que Rusia cortaría el suministro de gas a Europa. Se iniciaba así la gran temida nueva fase que podría abrir la puerta a una más que probable crisis que azotará, junto al frío, a Europa durante este invierno.
No cabe duda de que este envite va a condicionar intensamente la evolución de las economías europeas en este final de 2022. España no será, desde luego, una excepción.
Así, y en primer lugar, la energía seguirá limando a una recuperación económica cuya fuerza se había intensificado desde el verano pasado. Aunque el reto energético a corto plazo al que nos enfrentamos puede ser más liviano que el de otros, como puede ser Alemania y otros países centroeuropeos, gracias a nuestra menor dependencia directa de Rusia como origen de la energía que consumimos, los efectos indirectos en los precios globales y en el coste energético nos golpeará sin ambages. A esto, por el lado negativo, debemos sumar nuestra especial y secular dependencia de las importaciones energéticas, independiente de su origen, lo que nos hace muy vulnerables a tales subidas de precios con la consecuencia de un mayor empobrecimiento relativo.
El segundo reto al que nos enfrentaremos vendrá por la vía del comercio internacional. Durante el año 2022 el comercio internacional ha seguido sufriendo, aunque ciertamente menos a medida que este ha avanzado, las consecuencias derivadas de la salida abrupta de la pandemia. A esto hay que sumar las consecuencias comerciales de la guerra en Ucrania, que ha dislocado no pocas cadenas de suministro. Dado que España es una economía profundamente internacionalizada y muy dependiente de los ciclos internacionales del comercio internacional, esta situación nos afectará de forma significativa.
En tercer lugar, y volviendo la mirada a España, nuestro país sufre en estos momentos ciertos desequilibrios que pueden condicionar de forma relevante nuestro crecimiento en el corto y medio plazo. Obviamente no debemos olvidarnos de la inflación que afectará de forma intensa la evolución del consumo de los hogares a través de una reducción de la renta real disponible. Por otro lado, y como consecuencia de la inflación, la subida de tipos, que se consolidará en otoño e invierno, mermará aún más la renta real disponible de hogares y empresas intensificando el efecto antes mencionado.
A ello debemos añadir el posible efecto presupuestario de las medidas llevadas a cabo para paliar los efectos de la inflación, así como la indiciación de algunas rentas públicas como pueden ser las pensiones. Todo ello puede tener un efecto positivo inicial en la demanda, pero a su vez tendrá un efecto en las cuentas públicas elevando el déficit (como así han previsto algunos organismos). En un entorno de fuertes incertidumbres financieras, un empeoramiento de las cuentas públicas sin una clara ruta de consolidación de las mismas puede afectar a su coste de financiación y limitar una posible recuperación una vez lo peor haya pasado.
Ante estos grandes riesgos, nuestro país se enfrenta, sin embargo, a grandes oportunidades que pueden contrarrestar los efectos negativos de los primeros. Entre ellos podemos destacar la implementación del Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia con la aplicación de los fondos Next Generation que estos conllevan. El ritmo de ejecución de estos fondos se ha intensificado claramente durante la primera mitad de 2022 y lo hará aun más en su segunda mitad. Así, según instituciones como la AIREF, la inversión derivada de estos fondos podría suponer, al menos, un punto porcentual al crecimiento español en este año, lo que podría verse amplificado para el siguiente.
En resumen, el otoño e invierno va a suponer una cuesta de alta pendiente para Europa y España. El principal problema llegará a través de la energía, por culpa de la partida de ajedrez que la Unión juega contra Rusia en el tablero ucraniano, pero no será el único. La resiliencia que mostremos será fundamental para superar la prueba. Sin embargo, el aguante de los ciudadanos y de las economías de los hogares y empresas no es infinito. Veremos.