La mayoría de los operadores se han fijado como objetivo estar libres de emisiones CO₂ en el periodo 2030 a 2050. Es una gran propuesta, veamos si se puede acelerar.
Las Tecnologías de la Información y las Comunicaciones (TIC) llevan años posicionándose como una herramienta al servicio de las personas y las empresas. Su uso no ha dejado de crecer desde la adopción del teléfono, la posterior aparición de Internet y, por último, la telefonía móvil. Este incremento de la demanda de información y con ello de comunicaciones lleva asociado un incremento del consumo energético. En la actualidad, las TIC representan un consumo a nivel global del 7% de la electricidad. Se espera que el porcentaje suba al 13% en 2030. Un consumo que se traduce en una cifra que va entre el 3% y el 5% de las emisiones de CO₂, que está a la par con el sector aeronáutico.
Este crecimiento del consumo lleva años preocupando a los operadores, los fabricantes y las administraciones. Prueba de ello es que, en 2012, la Unión Internacional de las Telecomunicaciones, sector de estandarización de Telecomunicaciones (ITU-T), en una de sus asambleas fijó como ámbito de trabajo promover la sostenibilidad del sector de las TIC. En esta acción se engloban temas de consumo de energía, emisión de gases de efecto invernadero y el reciclaje de equipos. Uno de los documentos más interesantes es el Y.3021 titulado “Marco de ahorro de energía en las redes futuras”. En este documento se dan recomendaciones de cómo ahorrar a diferentes niveles de sistema, que van desde el dispositivo de usuario a la red.
Si bien el consumo energético de las TIC es relevante, vale la pena contextualizar su valor y su crecimiento. Debemos considerar la gran importancia que tienen las TIC como factor reductor de consumo de energía en otros sectores, como el industrial, la construcción, el transporte y el energético. Estos cuatro sectores representan el 80% de las emisiones de CO₂ y se considera que la aplicación de las TIC puede conseguir reducciones en las emisiones de entre el 20 y el 40%. Tenemos ejemplos próximos de estas potencialidades como el teletrabajo, que reduce los viajes de casa al trabajo; las reuniones virtuales, que evitan desplazamientos a largas distancias; o el uso de sensores en la automatización de nuestros hogares u oficinas, que nos ahorra energía.
También destaca que el crecimiento en la demanda no viene acompañado de un incremento del consumo en la misma magnitud. Si bien el volumen de datos se ha multiplicado por seis en el periodo 2016 a 2021, el número de estaciones base solo se ha doblado en el periodo 2010 a 2020. Con cada generación de sistema móvil (2G, 3G, 4G…) disponemos de más eficiencia y por ello el crecimiento del volumen de tráfico es más rápido que el consumo energético asociado. También debemos relativizar el coste monetario. Una publicación del Observatorio Nacional de 5G de 2021 detalla que un operador móvil necesita consumir 141 MWh por cada millón de euros de facturación. Al precio actual del Megavatio, que puede rondar los 120 euros, resulta un 1,7% de los ingresos. Esto representa aproximadamente por usuario 5,6 kWh al mes (una bombilla de 18 W encendida unos 13 días). No se trata de un coste importante, pero lo podemos percibir como un despilfarro.
Como última consideración, es oportuno distinguir entre el coste energético en dar conectividad y generar los contenidos que usarán la conexión. Según datos de Google, una búsqueda consume 0,3 Wh. Para cosas más complejas, como una petición a ChatGPT, el valor se multiplica por 15, resultando en 4,5 Wh o el equivalente a una bombilla de 18 W encendida 15 minutos. Aparentemente, es una cifra pequeña en comparación, pero si pensamos en todos los demás servicios a los que accedemos (correo, mensajería, streaming, llamadas, acceso a la web…) vemos que fácilmente se convierte en relevante.
Las redes móviles gastan la mayor parte de la energía en la red de acceso, en concreto un 73% (estaciones base y enlaces). El 27% en el núcleo de red, el 9% en sus propios centros de datos y el 5% en otras operaciones. Tenemos una pista sobre dónde empezar a aplicar las reducciones de consumo para maximizar su impacto.
Una acción simple tecnológicamente es la mejora de los sistemas de refrigeración. Todos los equipos electrónicos disipan calor que debe ser eliminado para mantenerlos en una temperatura de trabajo. Este problema es relevante en los centros de datos de los operadores, pero es mucho más importante en los proveedores de contenidos. Algunos emplazamientos (estaciones base) están dotados de tres fuentes de energía: red eléctrica, baterías para cortes de suministro de corta duración y generador diésel para problemas más duraderos. Los operadores están planteando completar estas fuentes con paneles solares o aerogeneradores. Los emplazamientos de las torres y el hecho de disponer ya de baterías los hacen ideales para estas fuentes de energía renovables.
Otra medida, que ya se ha empezado a aplicar, es usar el 5G y la fibra óptica como sustitutos de sistemas existentes como el 2G/3G y el bucle de abonado de cobre. Paradójicamente, la generación más vieja, la 2G, al tener una cobertura muy buena y usarse en equipos difíciles de reemplazar (comunicaciones para la Internet de las cosas), tardará un poco más en desaparecer. Otra vía de reducción del consumo, un poco más compleja, es la mejora de la eficiencia energética de los componentes electrónicos, reducir la disipación de calor. Se pueden mejorar los conversores de alterna (220 V) a continua. También se pueden mejorar los amplificadores de potencia radio y usar sistemas de conformación de haz. Hacer que una antena solo radie en la dirección en la que se encuentra el usuario destino de la comunicación.
Aprovechar de forma inteligente la variación de la demanda a lo largo del día y en la geografía es otra aproximación. Actualmente, los operadores iluminan con sus antenas el territorio a lo largo de todo el día. Si sabemos que ciertas zonas (por ejemplo, las zonas de oficinas) pierden demanda por la tarde-noche, parece razonable iluminar tales zonas de forma más “tenue”. No significa perder cobertura, sino disponer de menos capacidad, ahorrar en recursos radio, y con ello en energía.
El crecimiento del consumo energético de las TIC lleva años preocupando a los operadores, los fabricantes y las administraciones.
Por último, hay otro aspecto relacionado con la sostenibilidad: el reciclaje de terminales. No hay avances muy relevantes. La Comisión Europea ha establecido una regulación en relación con el conector del cargador, para reusar este aparato, y más recientemente sobre la obligatoriedad de poder cambiar las baterías, norma que entrará en vigor el 2027. Otras opciones muy interesantes como los teléfonos modulares, incluso la promovida por Google, han resultado un fracaso.
Existen mejoras más sofisticados tecnológicamente que permitirán ahorros adicionales, pero de más difícil aplicación. La mayoría de los operadores se han fijado como objetivo estar libres de emisiones CO₂ en el periodo 2030 a 2050. Es una gran propuesta, veamos si se puede acelerar. Puede ser que no reduzcamos el consumo energético todo lo que queremos, pero minimizaremos su impacto.