Catalunya fue de los primeros territorios a nivel global, en 1992, en impulsar una política de mejora competitiva de las empresas utilizando los clústers como herramienta.
El pasado 16 de marzo de 2024 presentamos en Harvard (Boston) el caso elaborado por esta prestigiosa Universidad sobre el modelo catalán de clústers (Christian C.M. Ketels, Three decades of cluster policy in Catalonia: what’s next?, HBS 724404-PDF-ENG, 2023). Este hito representa una oportunidad extraordinaria para reflexionar sobre el poder transformador de esta metodología, creada y refinada en el caso catalán durante las tres últimas décadas.
Los orígenes del concepto clúster los encontramos en el libro seminal del profesor de Harvard Michael E. Porter La ventaja competitiva de las naciones, de 1990, resultado del estudio pormenorizado de 10 sectores clave de 10 países. Además de Japón (objetivo inicial del análisis encargado por la Administración norteameriana de los 80s para entender el porqué de la creciente superioridad industrial –entonces– del país asiático), se analizaron los modelos económicos de países altamente competitivos como Suiza, Dinamarca o Corea del Sur. Las conclusiones de Porter fueron significativamente influyentes en el pensamiento económico posterior, ya que rompía con el saber convencional de la teoría económica clásica que atribuía, en gran medida, la potencia económica de un país a su dotación de recursos (naturales, humanos); en cambio, Porter observó que la prosperidad de un territorio no se hereda, se crea. Los componentes clave son la capacidad de su industria de innovar y sofisticar su ventaja competitiva, la existencia local de rivales fuertes, proveedores altamente competitivos o clientes altamente exigentes.
La concentración geográfica magnifica la importancia de dichos componentes. Cuanto más doméstica la rivalidad, más intensa. Cuanto más intensa, mejor, ya que prepara a las empresas para la competencia global a través de una presión constante hacia la mejora. Esta es una de las características de los clústers, definidos como concentraciones geográficas de empresas interconectadas e instituciones de apoyo en un ámbito concreto. Un clúster es una masa crítica de ventaja competitiva diferencial. La economía de multitud de países se puede entender a través de sus clústers. En Catalunya, hablamos de moda, packaging, movilidad, audiovisual o industria del deporte, entre otros.
De experimentación en política pública a policy momentum
Catalunya fue de los primeros territorios a nivel global, en 1992, en impulsar una política de mejora competitiva de las empresas utilizando los clústers como herramienta. Para ello se generó una metodología original dirigida a fortalecer la competitividad territorial mediante la mejora de la estrategia de las empresas y del entorno en el que operan. Este modelo desarrollado en Catalunya fue reconocido por el mismo Michael Porter en su obra On competition (HBS publishing, Boston, 1998).
A pesar de la evolución continua de la política de clústers durante las últimas tres décadas, tres elementos esenciales se han mantenido inalterados en los cimientos de esta metodología de trabajo. En primer lugar, la combinación de análisis estratégico y proceso de cambio. Es decir, la utilización de una arquitectura de trabajo que empieza con un diagnóstico del clúster desde el punto de vista estratégico (mapeo de empresas, segmentación de negocios, cadena de valor, tendencias a nivel global, retos estratégicos) que a posteriori se traduce en diseñar e implementar una agenda de cambio, con y para las empresas.
El segundo elemento troncal es la focalización en el cambio estratégico. Partiendo de la observación de que no existen sectores de éxito, ni en crisis, per se, toda empresa puede ser competitiva si cuenta con la identidad estratégica adecuada. El clúster representa un entorno ideal (y más eficiente) para identificar nuevos modelos de negocio, analizar las tendencias de mercado, el posicionamiento estratégico de los diferentes competidores e implementar proyectos, sea a nivel individual o colectivo, que permitan a las empresas cambiar su estrategia en la dirección adecuada. Del mueble doméstico al contract hotelero, de la maquinaria agrícola a los medios de producción agrícola, de la moda rápida a la moda circular, o del vehículo a la movilidad.
Finalmente, las políticas de clúster, incluyendo el caso de Catalunya, tienen en la colaboración público-privada un elemento imprescindible. De hecho, a pesar de que el clúster existe a menudo en un territorio por razones ligadas a su historia económica, la iniciativa de activar un proceso de refuerzo de la competitividad a nivel clúster proviene mayoritariamente de la Administración, de manera proactiva y no como respuesta a las reivindicaciones de un colectivo sectorial. En el caso de Catalunya este liderazgo se ha ejercido mayoritariamente por parte del Govern de la Generalitat, en concreto desde la Agencia para la competitividad de la empresa, ACCIÓ. Después de un inicio caracterizado por el impulso público es imprescindible dar paso a la iniciativa privada, articulada mediante una organización clúster ex-novo liderada por un grupo de empresas que comparten una visión de futuro y que disponen de un equipo profesional especializado.
Estos tres elementos, distintivos pero no exclusivos, de la política de clústers de Catalunya, representan la base de un marco metodológico más amplio que se ha ido construyendo y modificando durante las últimas tres décadas. Además, constituyen los ejes centrales del Programa Catalunya Clústers, creado en 2014, que recoge toda la experiencia de trabajo de los años anteriores y formaliza un esquema de funcionamiento de la política de clústers con el objetivo principal de dotar de un marco más estable y consistente a la misma, posicionarlo adecuadamente, y racionalizar el ecosistema de organizaciones clúster presentes en Catalunya. A inicios del trienio 2024-26, el programa incorpora a 27 organizaciones clúster con unas 3.000 empresas implicadas que generan más de 8.000 millones de euros de facturación agregada, el 36% de la facturación industrial y 36% de los puestos de trabajo industriales de Catalunya. Dichos datos ponen de manifiesto que el objetivo existente en Catalunya (y en la Unión Europea) fijado en conseguir que el PIB industrial en 2030 suponga el 25% de la economía cuenta en la comunidad clúster con un aliado estratégico.
Catalunya cuenta con un ecosistema clúster holístico, en el que cohabitan 3.000 empresas activas en una trentena de iniciativas clúster.
De aquellos inicios donde la política de clústers suponía, para los pocos territorios que la impulsamos, un ejercicio de experimentación en política pública, se ha evolucionado a un presente donde estas políticas se han incorporado de forma habitual en las agendas de competitividad de multitud de países. Países altamente competitivos como Canadá, Noruega o Singapur disponen de políticas de clúster formalizadas. La Unión Europea es una gran muestra de actividad clúster como indican los datos del reciente “European Cluster Panorama Report, 2024”: 1.200 organizaciones clúster en la EU27, siendo Catalunya la región europea con mayor número de estas (dato no concluyente pero sí significativo), con una implicación activa de más de 130.000 pequeñas y medianas empresas, y más de 12.000 centros de investigación.
Hacia un nuevo capitalismo más consciente
El reto mayúsculo de futuro que planteamos para el Programa Catalunya Clústers reside, de forma irrenunciable, en contribuir al nuevo capitalismo que se está gestando con el valor compartido en el centro del sistema. Una de las consecuencias de la crisis global que se produjo a partir de 2008 fue un replanteamiento creciente del sistema de valores en el que se sustenta el capitalismo. En definitiva, se requiere una evolución de la responsabilidad social corporativa hacia un concepto más holístico que implique que toda organización debería pasar de considerar la sostenibilidad (económica, social, medioambiental) como periférica al modelo de negocio a ser nuclear al mismo. El concepto de valor compartido (introducido a través del artículo Creating Shared Value de los profesores Porter y Kramer, HBS 2011) ha emergido como tendencia transformadora, entendiendo que la intersección entre explotar nuevas oportunidades de negocio con un impacto social positivo ya no implica un claro trade-off sino una simbiosis indispensable. En el mismo 2011 cuando se acuñaba este concepto, el seminario británico The Economist publicaba en su portada un “Bienvenidos al Antropoceno”, en definitiva, un mensaje rotundo sobre la constatación que el ser humano se ha ubicado en el centro del planeta, con las consecuencias nefastas que ello implica, y, en consecuencia, la necesidad de generar nuevas respuestas al respecto.
Desde el punto de vista empresarial, estos nuevos signos de los tiempos implican comprender una nueva visión del management, donde el ebitda y el impacto social positivo van de la mano; y que ello no sea patrimonio único de las grandes empresas, sino que se convierta en práctica habitual en todo tipo de organización, incluyendo a las pequeñas y medianas empresas. En este contexto los clústers aportan el entorno ideal para sensibilizar, aportar metodología específica, casos de éxito, y activar proyectos transformadores que pivoten en el valor compartido. Desde ACCIÓ, convencidos de esta visión de futuro, se ha incorporado el valor compartido como eje estratégico de la política de clústers, creando una metodología original y pionera a nivel global. Esta apuesta por el triple impacto está alineada con una de las dos grandes transformaciones en curso impulsadas por la Comisión Europea, la transformación ecológica (la otra es la digital, donde los clústers tienen también un rol clave). En cualquier caso, como ya se ha expuesto, el concepto de valor compartido es incluso más holístico al incorporar también las dimensiones económica y social.
El Programa Catalunya Clústers ha impulsado el valor compartido con acciones de sensibilización sobre la necesidad de que toda empresa, independientemente de su tamaño y sector, ponga el valor compartido en el centro de su estrategia. Aportando además una metodología concreta para desplegar el propósito en el modelo de negocio. Además, ha proporcionado a las pequeñas y medianas empresas el acceso a talento de referencia internacional como los padres intelectuales del concepto de valor compartido (Mark Kramer), del movimiento B-Corp (Jay Cohen), Capitalismo Consciente (Raj Sisodia) o de empresas como Patagonia.
Durante el periodo 2021-2024, ACCIÓ ha invertido 2 millones de euros en impulsar el programa de valor compartido. Habiendo impactado en 25 clústers y más de 1.500 empresas, algunas participando en proyectos colectivos, otras transformando su estrategia a través de un modelo de negocio de impacto.
Propuesta de valor: de los intangibles al ebitda
Los beneficios que obtienen las empresas de la metodología clúster son multifactoriales: inteligencia colectiva, enfoque a grandes retos, equipos multidisciplinares, capacidades tecnológicas diferenciales, colaboración público-privada, acceso a talento especializado, viajes al futuro (benchmarks), liderazgo en red.
A menudo hablamos de resultados a medio-largo plazo, algunos de los cuales son intangibles. En consecuencia, contar con un sistema de evaluación consistente es un factor estratégico. La transparencia y la rendición de cuentas es clave, tanto para la evaluación de la política pública, el desempeño de las organizaciones clúster, como para que las empresas identifiquen beneficios específicos. Un ejercicio interesante es el monitoreo de grupos de control comparando la trayectoria de las empresas activas en los clústers con sus competidores que no lo son. Por lo que respecta al último control group realizado en el marco del Programa Catalunya Clústers, en el 100% de las dimensiones estudiadas (7) las empresas clúster disponen de una trayectoria superior (Facturación, Ebitda, Filiales en el exterior, etc.) a sus competidores no clúster. Aunque dichos resultados no permiten inferir causalidad sí que muestran una realidad donde las empresas más competitivas de un sector participan en las iniciativas clúster.
Las empresas son, en definitiva, el factor decisivo de un modelo clúster aunque no el único. El caso de Catalunya es diferencial ya que cuenta con un ecosistema clúster holístico, en el que cohabitan de forma simbiótica 3.000 empresas activas en una trentena de iniciativas clúster, la administración pro-clúster desde 1992 y un tejido de organizaciones de conocimiento especializado en la materia de primer nivel internacional como la red TCI Network o la European Foundation For Cluster Excellence. Capacidades diferenciales desarrolladas en red para enfrentarnos a un futuro tan incierto como apasionante.