Doctor y licenciado en Ciencias Económicas y Empresariales por la Universidad de Barcelona (UB) y posgrado en Economía y Gestión de Haciendas Territoriales por la misma universidad. Josep Lladós Masllorens es profesor agregado de los Estudios de Economía y Empresa de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC) e investigador del Digital Business Research Group (DigiBiz), además de impartir docencia en los ámbitos relacionados con la economía internacional y la geografía económica.
Su investigación se centra en el estudio del impacto de las tecnologías emergentes en el mercado laboral, en el análisis económico de las plataformas digitales y en los efectos derivados de los procesos de alfabetización financiera. Lladós analiza en esta entrevista la difícil coyuntura económica a la que se enfrenta el país en un primer semestre de 2023 donde la inflación y la incertidumbre siguen siendo protagonistas. En un tono prudente con tintes optimistas, el analista vaticina un año en el que finalmente podríamos experimentar un crecimiento del PIB que supere el 1%.
¿En qué situación se encuentra Catalunya dentro de la delicada coyuntura económica que vive Europa?
Nos encontramos en un momento de inflexión. Logramos cerrar un 2022 que parecía muy difícil, con un crecimiento más que aceptable gracias al buen comportamiento del sector exterior y a la resiliencia del mercado laboral. Debemos gestionar las incertidumbres que nos presenta este primer semestre del año, pero lo estamos haciendo desde una posición ligeramente mejor de lo que pensábamos unos meses atrás.
La inflación acumulada en Catalunya este 2022 ha sido del 5,2%, medio punto por debajo de la española. ¿Están los catalanes más empobrecidos que hace un año?
Este encadenamiento de crisis es muy asimétrico. Hay muchas empresas y colectivos sociales que también están sufriendo muchísimo. Los catalanes lo notamos en el bolsillo, lo que nos coloca en una situación coyuntural. Habrá que ver cómo impacta este aumento de la demanda de energía y el nuevo suministro de buena parte de las materias primas. También habrá que ver cómo en este semestre acaba desarrollándose el conflicto bélico ucraniano y los nuevos brotes de COVID-19 en China.
El impacto de la inflación ha sido, en líneas generales, negativo. Las familias lo siguen notando, pero si solventamos bien este primer tramo del año, a partir de este mes marzo las cifras de inflación en toda Europa deberían volver a niveles mucho más gestionables para la política monetaria, con cifras alrededor del 5% y del 3% o 4%, como mucho, en España.
En Europa seguimos esperando un aumento de los tipos de interés, pero no hay indicios de que estas subidas se prolonguen más allá del verano ni de que sucedan con la misma intensidad a lo largo de los próximos meses. Aunque las cifras de inflación siguen estando lejos de los objetivos del Banco Central Europeo, pueden propiciar que se suavice esta previsión de aumento de los tipos de interés. Sabemos que la economía está frenando, pero no hay indicios para pensar que nos enfrentemos a una crisis ni muy profunda, ni muy grave.
¿Cómo se prevé este 2023?
Los organismos internacionales han corregido a la baja las expectativas de crecimiento, poniéndolos en una situación de máxima prudencia, en su mayoría por debajo del 1%. Europa va a crecer, pero siempre bajo la base de que vamos a entrar en una recesión muy leve que podría acabar desvaneciéndose en verano.
Eso sí, el riesgo de que se profundice la crisis siempre va a estar ahí, ya que los factores que nos han impulsado hasta ahora están perdiendo fuerza. Las políticas fiscales están al límite por el aumento de la deuda pública, mientras que el ahorro disponible que ha sostenido el consumo ya se ha utilizado casi por completo. Del mismo modo, el buen comportamiento del mercado de trabajo está perdiendo fuerza, lo que comporta que las principales economías se vayan ralentizando y, por ende, nosotros también. El sector industrial, además, es el que está sufriendo de forma más agresiva el aumento del precio de la energía y del resto de suministros.
El aumento de los precios se ha ido moderando en los últimos meses, lo que nos lleva a elucubrar que en el tercer trimestre podría empezar a revertirse la desaceleración. Además, los niveles de inflación previstos para la segunda mitad del año son mucho menores que los actuales, por lo que podría empezar a reactivarse la actividad con total normalidad, y también la inversión empresarial. Más pronto que tarde vamos a notar el impacto de los fondos Next Generation. Los estudios que manejamos aseguran, como mínimo, más de medio punto de crecimiento en este 2023. Si no hay ningún elemento negativo que frene la situación actual, podemos llegar a superar con facilidad este 1% que comentaba al principio.
La crisis energética ha sido uno de los impactos más severos en la economía europea a lo largo de 2022. ¿Hay luz al final del túnel?
Hemos conseguido contener los precios a nivel internacional gracias a la desaceleración de la demanda. Los países de Europa del Este, en particular, han hecho un esfuerzo descomunal para revertir la situación de la enorme dependencia de los combustibles fósiles rusos. Para este invierno hemos logrado unos niveles de reservas de gas históricos, que a su vez ha provocado una ligera contención de los precios.
La transición energética, eso sí, está haciéndose de forma mucho más lenta de lo que cabría esperar. Deberíamos estar invirtiendo a un ritmo tres veces mayor al actual, y esta lentitud acaba trasladándose a los precios y a provocar que volvamos a combustibles muy contaminantes. Si bien no alcanzaremos a ver unos precios definitivos tan elevados como hemos visto hasta ahora, seguirá habiendo un aumento por encima del de 2019.
El precio de la vivienda sigue siendo uno de los mayores obstáculos económicos en España y el resto de Europa, especialmente para los más jóvenes. ¿Qué solución puede haber ante este desproporcionado aumento de precios?
Hay muchos factores que intervienen en lo que ocurre en el mercado de la vivienda en Catalunya. Cuando lo analizamos, sobre todo desde la perspectiva de la población más joven, el principal problema reside en el desorbitado precio que existe tanto en la compra como en el alquiler. Nos encontramos entre los mercados más caros de la UE, lo que nos lleva a pensar en la necesidad urgente de invertir mucho más en vivienda social, tal como lo han hecho muchos de nuestros socios europeos.
El uso de la vivienda como un factor de inversión también ha provocado el aumento de los precios, provocando un desajuste del mercado entre la oferta y la demanda. Hemos sido testigos de la compra masiva por parte de los fondos de inversión, la captura de viviendas para los alquileres de corta duración, la irrupción de las plataformas digitales… Si me preguntas por el futuro te diré que la oferta no se va a resolver rápido, pero que la demanda sí que lo está haciendo a la baja. Se espera un crecimiento de los precios mucho más moderado para 2023 como consecuencia del freno en la ocupación, el menor crecimiento de los salarios y el encarecimiento de las hipotecas.
La vía directa de emancipación continúa siendo la vivienda de alquiler, sin duda, y las condiciones de trabajo –tanto a nivel de remuneración como de estabilidad– son todavía muy precarias a pesar de los cambios introducidos por la reciente reforma laboral y la subida del salario mínimo. Cuando las inversiones políticas no van en la dirección adecuada, se originan unos costes que se acaban trasladándose a los precios.
Precisamente esta subida del salario mínimo ha causado cierto revuelo en el debate público, especialmente por parte de la patronal. ¿Ha sido suficiente?
Eso depende de cuál sea el objetivo. Lo que sí puedo afirmar es que la subida era necesaria. Se ha realizado una subida en un momento complicado para las empresas, dado el contexto actual de crecimiento de la desigualdad entre los salarios de los trabajadores. Este incremento ha contribuido, en un escenario de desaceleración económica, a mitigar las consecuencias de un escenario económico adverso como el que vivimos en estos momentos.
¿Se hará efectiva la voluntad de llegar a un pacto de rentas, como ya sucedió en 1977?
El entorno político no es demasiado favorable a ningún pacto. En cualquier caso, existe una conciencia de los agentes sociales sobre la necesidad de llegar a acuerdos de negociación salarial que vayan más allá de un escenario anual y que avancen hacia compromisos plurianuales. En muchas empresas y sectores productivos ya se está notando esta mayor predisposición. En una situación de desaceleración, el pacto de rentas se vuelve más necesario que nunca, no solo para despejar las expectativas de inflación, sino también porque la gestión empresarial se vuelve cada vez más complicada. Eso sí, la aprobación de estos pactos se ve supeditada a unos empresarios cada vez más reticentes ante un escenario económico adverso.
A nivel social hay que ser optimistas: esta situación nos puede conducir a un modo de vida que ponga en valor el ahorro y la eficiencia energética.
El gobierno de Aragonés ha logrado, al fin, desbloquear la aprobación de los presupuestos para este año.
Es una noticia positiva e importante, ya que despeja un elemento más de incertidumbre que estaba sobre la mesa y facilita la gestión fiscal de la Generalitat. Esto permite implementar las políticas de forma mucho más rápida, beneficiarse del aumento de los ingresos previsto para este año y, sobre todo, del impulso de determinadas políticas que ayudarán a mitigar la frenada económica de esta primera mitad del año. Esperemos que esta aprobación se convierta en una herramienta más para evitar que en este primer semestre se entre en situación de recesión.
Aunque no tenga un efecto directo en la evolución económica, los presupuestos son muy importantes para todos los actores que estaban pendientes de la aprobación de ciertas ayudas económicas. Y, sobre todo, para emitir señales de estabilidad y certidumbre a la inversión productiva. No hay que olvidar que llevamos tiempo pagando el cortoplacismo de muchas decisiones políticas. Nos falta más visión estratégica. Hay que levantar la mirada y observar más allá del horizonte para pensar en objetivos a largo plazo.
El año pasado se habló mucho acerca de la inversión en infraestructuras y del bloqueo político que sufren proyectos de vital importancia para el país.
La respuesta no está en el ámbito político, sino en el empresarial. Hay que preguntar a la sociedad civil qué necesita. Tenemos diagnósticos muy claros acerca de las necesidades actuales. Lo único que hace falta es implementar de una vez por todas los recursos necesarios para solventarlas. Más allá de lo que se pueda discutir entre gobiernos, la sociedad civil tiene claro cómo mejorar su actividad. El problema está en el constante cambio de las prioridades políticas. El sistema sigue siendo excesivamente radial, y somos mucho menos eficientes de lo que podríamos llegar a ser si las cosas se hicieran bien. Las inversiones públicas en infraestructuras deberían implementarse pensando en cómo pueden aprovecharse de ello las regiones colindantes. Toda la costa mediterránea, incluyendo regiones como Andalucía y Murcia, se beneficiarían enormemente de ello.
¿De qué salud goza el sector de innovación en Catalunya? ¿Está siendo suficientemente impulsado por la administración pública?
La relación público-privada es positiva. Tenemos un sistema innovador muy potente, además de estar muy bien reconocido a nivel internacional. Existen acuerdos de cooperación que han dado resultados muy positivos, aunque todavía queda mucho camino por recorrer. La inversión en ciencia, tecnología y educación nunca han sido prioridad indispensable para este país, como sí lleva pasando desde hace décadas en varios de nuestros vecinos europeos. Ya en las crisis financiera de 2008 se ajustaron costes en sectores que, por otra parte, se mantuvieron intactos en otros países. Debemos poner atención en el valor que son capaces de crear nuestras universidades y centros de investigación.
En diciembre se aprobó la Ley de la Ciencia en Catalunya. ¿Qué impacto tendrá, especialmente en lo que refiere a la relación económica entre laboratorios e industria?
Propiciará avances en el sector ya que se ha desarrollado con un amplio consenso. Habrá que ver, eso sí, si acaba teniendo los resultados esperados en lo que se refiere a la estabilidad laboral que se prometía. Estamos en un periodo de transición demográfica en la que se tiene que dar paso a nuevos investigadores y en el que se debe producir una sustitución de plazas. Todo esto no puede llevarse a cabo sin el apoyo económico público adecuado ni la implicación de los agentes que forman parte del tejido productivo.
Han aparecido nuevas herramientas como la formación dual que, aunque todavía crean ciertas dudas, empiezan a mostrar atisbos de que remamos en la dirección correcta. Se trata de añadir más valor a los lugares de trabajo, dotándolos de la calidad y la estabilidad necesarias.
Hablemos de los Fondos Europeos. Catalunya es la CCAA que más partidas está distribuyendo, unos 1.115 millones de euros. ¿Están teniendo una distribución e impacto adecuados?
Esto lo tendremos que valorar más adelante. Catalunya tiene una escasa rendición de cuentas de las políticas públicas. Lo que sí podemos reclamar es que, más allá de que estas partidas beneficien a algunos proyectos estrella, la importancia de los fondos en su conjunto es que sean muy permeables y que alcancen a la mayor parte del tejido productivo. La necesidad de avanzar en la transformación digital y la transición energética son urgentes. El resto de economías ya están avanzando en esta dirección desde hace tiempo, y a un ritmo mucho más rápido. Hay que esperar a ver si se acaba produciendo esta capilaridad en los grandes sectores y se beneficia también a los demás proveedores y empresas que trabajan en el mismo ecosistema.
Retrasos en las entregas, problemas graves de reparto, desabastecimiento crónico en farmacias… todavía sufrimos los efectos colaterales que tuvo la pandemia en el sector de la logística.
En este caso hay varios elementos a analizar. Las empresas continúan trasladando su horizonte de normalización a seis meses vista: no se vislumbra una recuperación del funcionamiento prepandemia hasta después del verano. La causa principal ha sido el diseño de unas cadenas globales de suministro que han perseguido la eficiencia más allá de la efectividad del suministro. El precio de los costes del transporte, eso sí, se ha moderado mucho en los últimos meses hasta llegar a los niveles previos a la guerra. Vamos a ser testigos de una reorganización en las cadenas de suministro globales. Esto no significa que vayamos a dar un paso atrás en la globalización, pero sí que se produzca una reorganización, que todavía llevará tiempo.
La situación de los puertos en China sigue preocupando…
Cerca del 60% de los suministros mundiales pasan por Asia. El freno que ha sufrido la capacidad de distribución en China ha impactado de lleno en su tejido productivo, produciéndose un endeudamiento fruto de las inversiones que se ha trasladado a los mercados financieros hasta llegar a niveles similares a los que tuvimos antes de la crisis financiera de 2008. Este elefante existe, aunque nadie quiera verlo, y constituye el principal desestabilizador de la economía china. Confío en que la gestión de las políticas monetarias sea suficientemente inteligente para no inducir a una recesión todavía mayor.
El problema en origen es la ruptura de la sincronía cíclica de las principales economías. Durante la crisis financiera, cuando el gobierno Obama promueve el impulso fiscal como respuesta a la crisis y la Reserva Federal empieza a aplicar una política monetaria expansiva, nosotros optamos por restringirla. Viendo que esto resultaba peor, a partir de 2014 combinamos las políticas restrictivas con algunas más expansivas.
¿Cree que acabará sucediendo lo mismo esta vez?
En EEUU hay una inflación originada por una cuestión de demanda. Allí sí que la gestión de las políticas deben ir dirigidas a corregir el sobrecalentamiento de la economía: responden tarde, pero con mucha dureza. Nosotros, en Europa, lo hacemos todavía más tarde, pero se realizan subidas de tipos de interés mientras la demanda ya se frena por sí sola. El principal problema de esta coyuntura inflacionista reside en la oferta.
El segundo motivo y más importante es que al perderse la sincronía, este impacto en las expectativas acabó provocando una subida del dólar. Europa ha visto que su lucha contra la inflación estaba comprometida, por lo que se dedicó a implementar una política monetaria para incrementar el valor del euro. Todo ello ha acabado conduciendo a una situación de relativa estabilidad como la que vivimos ahora mismo.
La guerra de Ucrania parece que se ha enquistado más de lo previsto. ¿Cuál será el alcance final de su impacto económico en los mercados?
Se trata de una situación de incertidumbre absoluta. Cualquier escenario que se proyectara sería meramente especulativo. Esperemos que la economía europea reduzca su dependencia del exterior y, sobre todo, con países que tengan “poca tradición democrática”. A nivel social hay que ser optimistas: esta situación nos puede conducir a un modo de vida que ponga en valor el ahorro y la eficiencia energética. Ahora, más que nunca, es el momento de invertir en la transición energética si no queremos tener unos costes mayores a los que ya nos enfrentamos a nivel planetario.
A nivel geoestratégico, el conflicto no solo tiene que ver con el encarecimiento de la energía. Las graves consecuencias nos deben servir para pensar si el modelo de globalización que habíamos desarrollado, pensado en términos de bajo coste y máxima eficiencia, es el óptimo. Hay que virar hacia una mayor inteligencia estratégica para rediseñar el sistema productivo, que debe ser más resiliente y menos vulnerable al exterior. Donde se genere el grueso del valor será donde haya más lugares de trabajo y de mayor calidad.
Estados Unidos siempre ha dado mucha importancia a la implementación de una política industrial eficiente. Lo que ha hecho Biden es dar una clara señal de alerta a la comunidad internacional de que el marco global va a ser distinto, que a partir de ahora se competirá con todas las herramientas que se tengan al alcance. Los americanos han puesto a las empresas nacionales en primer lugar, centrándose en el valor que generan para el país. Han pasado del “America’s First” al “In America’s First”. Hay una lucha tremenda para que donde se genere más valor sea dentro del propio país. Nos enfrentamos a un escenario en el que perderán importancia los costes de producción en favor de dar un mayor valor a la calidad del producto o servicio final.