Con una larga trayectoria en el sector del gran consumo, dirige la primera patronal industrial española desde 2014, la Federación de Industrias de Alimentación y Bebidas (FIAB). Empezó en el retail, ha estado al frente grandes corporaciones de productos de cuidado personal y finalmente en la multinacional de alimentación, Kellogg Company, de la que ha sido director general para España y Portugal. Hablamos con Mauricio García de Quevedo por su experiencia y amplia visión de lo que ocurre actualmente en el mercado.
Estamos en una situación de inflación sostenida en el sector agroalimentario que perjudica a todos. ¿Qué puede hacer el sector para reducir el impacto de los costes?
Efectivamente, han sucedido una serie de acontecimientos públicos muy seguidos, como la pandemia, la inflación, las guerras y las situaciones climáticas extremas que han disparado los costes de materias primas y de la energía, así como los costes laborales. ¿Qué ha hecho el sector? Ha ajustado los márgenes tal como corrobora el Banco de España. Además, hemos trabajado para intentar convencer al Gobierno del desarrollo de implementación de medidas de apoyo en muchos ámbitos y en particular a nivel fiscal. Y no menos importante, hemos trabajado intensamente para que la cadena agroalimentaria sea más competitiva y eficiente.
Se suele decir que la falta de productividad es un mal generalizado en nuestro país. ¿Qué hace el sector agroalimentario y la FIAB para mejorar esta situación?
La realidad es que la productividad en España por hora trabajada es un 24% más baja que la de la Eurozona. Esto es muy grave. Todos tenemos que trabajar para mejorar esta situación. En concreto, nosotros ayudamos a todo lo que tiene que ver con la eficiencia en la industria como la robotización, la automatización, la digitalización, etc. Se debe tener en cuenta que somos un sector de pymes y que ello exige mucho trabajo para conseguir avanzar en los procesos de automatización. No debemos olvidar, no obstante, la responsabilidad del Gobierno para impulsar iniciativas orientadas a reducir esta enorme diferencia y no poner trabas, por ejemplo, en el ámbito fiscal y de ayudas para esta mejora.
El cambio climático empuja a las empresas agroalimentarias a buscar otras maneras de producir y adaptarse para que el consumidor pueda seguir disfrutando de una alimentación buena y saludable. ¿Cuáles son los rasgos más destacables de esta transformación?
Lo primero que quiero indicar es que las empresas que conforman nuestra industria son plenamente conscientes y hacen los esfuerzos necesarios para tener modelos de negocio más sostenibles. El uso de recursos hídricos, la emisión de gases va muy relacionados con nuestra actividad. Desde el año 2014 hemos reducido el 8,2% de las emisiones, nuestra eficiencia energética ha mejorado en el 13,4% y el sector ha reducido hasta un 20% el consumo hídrico, que supone un ahorro de 14 millones de metros cúbicos de agua. En el 2019 el 9,2% del total de la energía consumida en el sector procedía de energías renovables.
Me gusta subrayar que cumplimos el 99% de los objetivos del Plan para la mejora de la composición de alimentos y bebidas que elaboramos junto con el Ministerio de Consumo.
En segundo lugar, nos enfocamos en el modelo económico de la energía circular. Desde 2014 se ha reducido la generación de residuos en un 10,3%, generando un ahorro de más de 720 mil toneladas de residuos. Por otro lado, 3 de 4 empresas del sector aprovechan los productos que se generan en su proceso productivo, y 4 de cada 5 tienen acuerdos para el aprovechamiento de residuos alimentarios. Lo que se rechaza en la producción se valoriza para poder aprovecharlo.
Todo ello es indicativo de los esfuerzos que hacen los industriales para luchar contra el cambio climático, que es un largo camino y que sin duda marcará nuestro futuro como sociedad.
¿Qué hacen en concreto las empresas de alimentación para afrontar los retos de la sostenibilidad?
Nuestro sector aporta una alta capacidad de impacto positivo en los 17 objetivos de desarrollo sostenible de las Naciones Unidas porque estamos en todos ellos. Trabajamos, por ejemplo, para crear ecosistemas sostenibles que tengan en cuenta la adaptación a la biodiversidad. Somo efectivos también en la lucha contra la España vaciada, téngase en cuenta en este sentido que el 70% de nuestras empresas están en municipios de menos de 50.000 habitantes y que por lo tanto se hace mucho para que se reduzca la despoblación, al tiempo que se crea riqueza en estos lugares. Por otro lado, la aportación fiscal del sector tiene un peso muy importante dada nuestra gran participación en el PIB y la creación de valor, así como en la creación de empleo estable y de calidad.
Los alimentos saludables ocupan cada vez más a la industria porque el consumidor es también cada vez más exigente acerca la salud y el bienestar. ¿Qué datos nos puede ofrecer sobre ello?
Desde hace tiempo estamos trabajando en la reformulación de los productos para responder a las exigencias y gustos de los consumidores. Me gusta subrayar que con el Ministerio de Consumo se ha elaborado el Plan de colaboración para la mejora de la composición de alimentos y bebidas, para reducir grasas saturadas, azucares añadidos y sal. Este plan incluye 3.500 productos que representan casi el 50% de la necesidad diaria de los consumidores españoles. Se trata de 13 grupos de alimentos con 57 subcategorías. Con la auditoria del Ministerio, se confirma la aplicación de las recomendaciones con una tasa de cumplimiento del 99%. Ello es muy relevante porque se incluían 170 medidas, que han impactado a más de 300 empresas de fabricación, distribución, restauración y distribución automática. El plan es una mejora que afecta a todo tipo de consumidores.
La restauración tiene un valor cada vez más alto entre los consumidores y familias de jóvenes. ¿Tiene la industria la capacidad de adaptarse a las necesidades y exigencias de la hostelería para atender una demanda cada vez más sofisticada?
La restauración tiene dos vectores de impulso. El primero es el turismo, que dinamiza la restauración en su oferta y propuesta de valor. De hecho, nuestra hostelería es muy competitiva y genera mucha expectación en los turistas. El segundo vector es el de los consumidores locales. Los cambios en el consumidor y las expectativas del turismo nos llevan a que tengamos que innovar en muchos aspectos como el formato, el contenido, los platos preparados para hacerlo más fácil a la hostelería y al cliente turista o local. La innovación es muy positiva en todos los canales y sobre todo en hostelería. Hay que tener en cuenta que representa el 30% de nuestra producción y tenemos una actividad muy positiva en este sector.
Ante los temores frente a la inestabilidad, muchos consumidores incorporan la marca del distribuidor en su cesta de la compra alcanzando en estos momentos cifras máximas nunca vistas. ¿Cree que los fabricantes de marca están preocupados por ello o han sido capaces de adaptar sus estrategias para diferenciar estas marcas de las suyas y poder trabajar en el mercado con ambas?
Tenemos claro que la marca del distribuidor es una marca más que debe competir en las mismas condiciones con las marcas de la fabricación en un marco de competencia leal. El consumidor es el soberano y la relación entre la existencia de crisis económica y la marca del distribuidor con menor precio es evidente. La situación económica es la que impulsa su crecimiento, de lo que se trata es de que no haya competencia desleal. Todas las marcas tienen su espacio y por eso compiten. El riesgo es que perdamos oferta y perdamos variedad.
¿Cómo afecta la digitalización a las empresas de alimentación?
Tenemos ante nosotros cuatro nuevos retos, todos ellos relacionados con las nuevas tecnologías y la inteligencia artificial. El primero es que vamos a tener nuevos alimentos, nuevos sabores, nuevas texturas y la capacidad de hacer alimentos personalizados. El segundo es la eficiencia en fabricación y en la gestión eficiente de recursos en todos los ámbitos, por ejemplo, en la trazabilidad de cada producto. El tercer reto tiene que ver con las nuevas formas de distribución, pues el e-commerce y el e-delivery están evolucionando muy rápidamente. Y el cuarto y último es la relación con el consumidor, sobre el que hay mucha más información accesible y con el que se establecerá una relación mucho más profunda e interesante.
Se dice que España está legislando más deprisa que Europa y con más exigencia. ¿Qué puede hacer la FIAB ante ello?
La FIAB comparte completamente los objetivos de sostenibilidad que se plantean a nivel europeo y a nivel nacional. Lo que no se puede hacer son cosas distintas a las que se hacen a nivel europeo porque eso genera unos costes adicionales y complica alcanzar los objetivos. Pedimos armonización europea con objetivo realista, colaboración publico-privada para llegar a ese objetivo y que sea compatible con las posibilidades de las empresas tanto a nivel nacional como a nivel global. No entendemos, por ejemplo, cómo se ha puesto el impuesto al plástico solo en España. No entendemos cómo no se ha ampliado la bajada del IVA a más productos básicos para el consumidor, algo que se debe mantener para no ceder ante la presión inflacionaria. No entendemos cómo se está legislando en España sobre los envases cuando se está discutiendo a nivel europeo el reglamento de reciclaje de esos envases. En definitiva, queremos armonización compacta en tiempos, compartir los avances y no alejarse de las legislaciones europeas y globales.
El empleo está dando signos positivos en la economía española. ¿Hasta qué punto la industria alimentaria participa de esta tendencia y cómo ve el marco regulatorio correspondiente?
Lo primero que quiero señalar es que la industria de alimentación es muy resiliente y creadora de empleo de calidad. No solo somos un sector muy estratégico, sino que no destruimos empleo como sector. Si comparamos la EPA del primer y tercer trimestre, hemos crecido un 4,5% mucho más que en su conjunto, que es un 1%. En nuestro sector el empleo es fijo en el 70 %, paritario entre hombres y mujeres, un 30 % con formación universitaria.
Lo segundo es que los avances en el tema laboral se tienen que plantear con los entes sociales. No vale que el gobierno plantee temas que van contra la competitividad. Por ejemplo, la semana laboral es un tema que deben acordar los entes sociales y no imponerse. El gobierno no puede obligar, tiene que ser con participación de todos, y la CEOE, como patronal, ha de jugar su papel.
¿Qué hacen la industria agroalimentaria y la FIAB para promocionar el talento de los jóvenes y la relación con las universidades?
Tenemos convenios con varias universidades para temas de investigación y, por otra parte, apostamos mucho por la formación dual para que en la formación profesional se encuentren vías para acercarse al sector. Ponemos en valor al sector para hacerlo atractivo, en empresas muy dinámicas y con gran futuro, a todos los que se van incorporando.