El tren es la gran solución continental y nacional. Aprovechemos el Año Europeo del Ferrocarril para hacer del tren el símbolo de nuestra visión del mundo.
Europa busca su lugar en el mundo. Catalunya busca su espacio en Europa. Este podría ser el comienzo de un artículo sobre geopolítica. No lo es del todo, aunque de la reflexión sobre movilidad y el Año Europeo del Ferrocarril se pueden extraer algunas conclusiones geopolíticas.
La pandemia de la covid-19 ha acelerado nuestros relojes. Las llamadas megatendencias –transicion ecológica, digitalización, envejecimiento de la población o crecimiento de las ciudades– se imponen en todo el mundo. Mientras la pujanza asiática discute cada vez más la hegemonía norteamericana, Europa se esfuerza por encontrar un proyecto que la cohesione y le permita competir en el escenario mundial. En paralelo, después de una década muy agitada, Catalunya vive su propio proceso de reconstrucción política, económica y social, también con el objetivo de prepararse para hacer el salto a la economía post-carbono.
En este escenario ser capaces de cambiar rápidamente el modelo de movilidad es clave, tanto en Europa como en Catalunya, ya que la movilidad genera el 21% de las emisiones de carbono en el conjunto de la UE y el 29% en Catalunya. El tren, en sus diferentes dimensiones –metropolitano, cercanías, regional, larga distancia y nocturnos– es la gran solución continental y nacional. Ningún otro modo de transporte puede competir de manera rápida y eficaz con el coche privado y el camión y, al mismo tiempo, reducir también los desplazamientos en avión.
El Año Europeo del Ferrocarril nos brinda una gran oportunidad ya no para reflexionar, sino para concretar las apuestas discursivas que administraciones y empresas hacemos por el ferrocarril. La aproximación de Ferrocarrils de la Generalitat no puede estar más en sintonía con el hop on! que proclaman los impulsores de esta efeméride. Nuestra Agenda 10/30, aprobada en 2019, y que está en pleno proceso de actualización, ya hacía hincapié en la necesidad de poner un calendario concreto a los proyectos si queríamos cumplir con los objetivos de la Agenda 2030.
Estamos siguiendo el camino trazado en 2019: tenemos en marcha los proyectos constructivos de la L8 para poder iniciar las obras en 2022, hemos incorporado 15 nuevos trenes para aumentar frecuencias en la línea del Vallès, estamos tramitando la compra de 10 trenes por la R-Aeroport y estamos diseñando el tren-tranvía del Camp de Tarragona. Estas cuatro grandes iniciativas se suman a muchas otras complementarias que impulsamos en paralelo: mejora de la intermodalidad, compra de energía 100% renovable de origen solar o un impulso decidido para la digitalización de todos los niveles de gestión y servicio.
Y aún así, esto no es suficiente. Catalunya todavía necesita más ferrocarril. Nuestra visión es la de 2050, pero el objetivo debe ser el 2030. Por eso, y por encargo del Govern, nos hemos preparado para asumir la gestión del servicio de Cercanías de Catalunya, estamos estudiando la viabilidad de ofrecer servicios de largo recorrido con el sur de Francia y queremos conectar en un futuro próximo los tres grandes aeropuertos de Catalunya.
En el primer mundo, las sociedades más avanzadas son las que tienen las cuotas modales más altas en ferrocarril. Las grandes ciudades mejor posicionadas en los rankings de aire limpio –Copenhaguen, Vancouver, Boston o Kobe– han hecho grandes apuestas por el tren. La apuesta por el ferrocarril tiene sentido en sí misma, pero en el contexto actual es especialmente oportuna, por la aceleración de la electrificación y la apuesta por las energías renovables, su compatibilidad y complementariedad con la digitalización, por ser un espacio que genera modelos de colaboración público-privada basados en la cooperación y porque incentiva la creación de una industria tecnológica limpia y de alto valor añadido.
Aprovechemos el Año Europeo del Ferrocarril para hacer del tren el símbolo de nuestra visión del mundo. La de Europa y la de Catalunya. Territorios, países y ciudades comprometidos con la neutralidad climática, resilientes y robustos, capaces de reconstruir el mundo post-covid con una visión propia y un compromiso inequívocamente global.
Utilicemos nuestro sistema de movilidad para incentivar la innovación y la digitalización, generar una economía circular de base tecnológica, mejorar la vida en nuestras ciudades y contribuir a la reducción de las desigualdades. Si, como dice la economista Mariana Mazzucato, la economía es una creación conjunta, los trenes deben ser nuestra mejor obra colectiva.