Fuga de talento y precariedad. Estas son las principales carencias que sufre el sector cultural en Catalunya. ¿Cómo evitarlo? “En el mundo cultural faltan muchas herramientas y vocabulario empresarial. Nadie invertirá en ti si no entiende qué le estás explicando. Si no ve una sostenibilidad ni una viabilidad de tu proyecto. En cuanto al empresario, le explicamos que destinar recursos a la cultura es una inversión, no un gasto”, dice Maite Esteve, directora de la Fundació Catalunya Cultura. Esteve lamenta que buena parte de la sociedad todavía vea la cultura como algo “innecesario” y sin valor económico alguno. Desde la fundación crean puentes, entre el mundo cultural y el empresarial, con los que echar abajo estas ideas. Iniciativas como el Programa Impulsa Cultura de formación, acompañamiento y aceleración de proyectos culturales se encargan de ello. Asimismo, el Sello de Empresa Comprometida con la Cultura da visibilidad al mecenazgo empresarial.
¿Cómo nace la Fundació Catalunya Cultura?
Es una fundación que se creó en un momento de crisis financiera por petición de la Generalitat de Catalunya. Hace ocho años, el apoyo económico al sector cultural procedente de la administración pública sufrió un recorte mayúsculo sin previsión de retorno. Entonces, un grupo de empresarios decidió unirse para construir puentes entre ambos mundos –empresarial y cultural– a fin de impulsar la cultura y evitar la pérdida o fuga de talento.
¿Qué valoración hace de estos primeros años?
Desde el mundo empresarial, la creación de una fundación que pone el foco en el mundo cultural no es fácil. Pero estos años han servido para unir a todos esos empresarios afines a la cultura que tienen claro, entienden y apoyan su poder transformador a nivel territorial, social, intelectual y, sobre todo, económico. Queda muchísimo por hacer. Mientras haya talento, se necesitarán recursos y apoyo. Debemos conseguir que esos puentes en construcción se hagan fuertes y perduren, de manera estable y evidente, en el tiempo.
A la hora de valorar un proyecto cultural, ¿qué suelen tener en cuenta?
Sobre todo, valoramos su posible sostenibilidad y que no sea algo efímero. También analizamos la propuesta de valor, el presupuesto, los públicos y el propio organigrama. Le damos un enfoque y lo estudiamos como la microempresa que debe ser. Asimismo, explicamos que su propuesta cultural, por excelente que sea, no tendrá viabilidad sin recursos perdurables en el tiempo que la sustenten. La cultura debe ser rentable.
A partir de los datos económicos más recientes, ¿cómo define la industria cultural catalana?
El gasto público en cultura tocó fondo en el año 2013, cuando se desplomó hasta los 804 millones. Desde entonces, se mantiene ascendente. En el año 2019, la contribución del sector cultural al PIB español se hallaba alrededor del 2,4%. Durante ese ejercicio, los sectores culturales catalanes generaron un valor añadido bruto de 4.694,4 millones de euros. Una cifra prácticamente igual a la del año anterior y que representa un 2% de la riqueza generada por el conjunto de la economía catalana. Aun así, el presupuesto destinado a la cultura por parte del conjunto de las administraciones catalanas a finales del año 2021 fue de 1.077 millones de euros. Con la pandemia, el sector se vio afectado, con una caída del 23% en 2020, si bien después se ha detectado una tendencia de recuperación de la facturación cultural, pero no del sistema.
Estos años han servido para unir a todos esos empresarios afines a la cultura que tienen claro su poder transformador a nivel territorial, social, intelectual y, sobre todo, económico.
La recuperación del sector cultural no ha afectado, por igual, a todos los subsectores que lo conforman. La presencia física en cines y teatros no llega a niveles prepandemia…
Cierto. Podemos hablar de sectores consolidados y emergentes. La digitalización de contenidos y su consumo a través de dispositivos personales está transformando el modelo de negocio del sector audiovisual y multimedia. Mientras las empresas productoras de contenidos audiovisuales y multimedia viven una explosión de actividad, la asistencia al cine y las ventas de productos físicos están cayendo de forma exponencial, de forma que el consumo se traslada a plataformas digitales que ofrecen sus servicios a través de dispositivos personales. Es necesario ayudar a encontrar nuevos modelos de negocio en las empresas y organizaciones culturales afectadas por este cambio de hábitos de la ciudadanía. Solo la innovación les permitirá afrontar el futuro, ofreciendo contenidos culturales adaptados a las necesidades y los usos de los tiempos venideros.
Cifras aparte, ¿en qué momento se encuentra el sector?
La Covid-19 llevó a muchos creadores a dar rienda suelta a su creatividad. En estos momentos, vemos muchos proyectos que se forjaron a lo largo de ese año y medio de estar encerrados en casa o sometidos a restricciones de movilidad. No olvidemos que el cultural fue, de los sectores, el que más sufrió el impacto de las restricciones, con cierres totales y parciales. Es evidente que sigue siendo un sector muy precario, algo que todos hemos asumido y aceptado. En estos momentos se registran buenas cifras de recuperación, excepto en casos concretos como las salas de cine, afectadas por le auge de las plataformas.
Da la impresión de que parte del tejido empresarial tiene reparos a la hora de apoyar la cultura.
La cultura tiene a menudo un retorno intangible. ¿Cómo valoras que te hagan feliz o que pases un momento agradable? Esos empresarios desconocen que pocas acciones tienen mayores resultados que la cultura para captar talento o retenerlo. En lo que se refiere a la cultura, muchas empresas la comparten u ofrecen a sus empleados por una razón muy clara: está comprobado que fortalece su fidelidad con la empresa. Los trabajadores de las nuevas generaciones ya no se conforman con trabajar en una buena empresa. Necesitan que esa compañía esté vinculada a unos valores culturales determinados. Al mismo tiempo, la economía de impacto ha llegado para quedarse y ahí el gran aliado es la cultura. Los criterios ESG (Enviromental, Social y Governance) valoran de forma indiscutible la interacción del mundo empresarial con el cultural.
¿Otros motivos que dificultan la captación de financiación privada por parte del sector cultural?
En Catalunya hemos pasado por una crisis financiera, un procés, una pandemia mundial y una guerra en Ucrania. Hemos aguantado muchos años de contención de gasto. Muchas veces, los presupuestos en RSC son decididos por jefes de marketing que ven un impacto más rápido en una foto en un Banco de Alimentos o en un hospital que en una actividad cultural. Sin embargo, cada vez se comprende más que la cultura también ejerce un impacto social.
Tras dos años de pandemia, las aportaciones privadas se pueden haber desviado hacia necesidades y carencias sociales. ¿Comparten esta opinión?
Efectivamente así ha sido. Pero los mecenas lo son por convicción y no han desamparado la cultura. Seguimos luchando junto al sector social que lo necesita mucho, y el de la investigación, que ha mostrado su necesidad de apoyo por culpa de una pandemia mundial.
¿Cómo se dirigen al mundo empresarial para estimularlo y que invierta en cultura?
Les explicamos que el valor de su empresa ya no depende de un número en su cuenta de resultados. Les recordamos que tener una plantilla estable pasa, la mayoría de las veces, por compartir momentos culturales. El hecho de relacionarse con un mundo absolutamente distinto al suyo estimula la innovación y avance de la empresa. En definitiva, que lo prueben una vez y verán los resultados.
Como donantes, ¿existen diferencias entre las grandes empresas y las pymes? ¿Quiénes suelen destinar más aportaciones a la cultura?
Las grandes empresas tienen más interiorizado el apoyo a la cultura y la mayor parte de ellas tiene dentro de su RSC un apartado destinado al mundo cultural. Pero son las pymes las que lo hacen de forma más natural, porque se relacionan de manera más orgánica con sus comunidades, entorno y territorio. En nuestra fundación tenemos vinculadas más pymes que grandes compañías y multinacionales.
Usted asegura que el mundo empresarial es más estructurado, mientras que el cultural es más disruptivo, y que cuando conectan surgen cosas extraordinarias. ¿Algunos ejemplos?
Conocemos empresarios que llevan a sus trabajadores y familiares al Liceu, al Palau de la Música o a un festival para que los conozcan y disfruten. Otros emprendedores ofrecen clases de música a sus trabajadores o sesiones de dibujo a sus hijos, además de salidas a diferentes exposiciones. Desde la empresa facilitan el acceso a oferta cultural que por cuenta propia igual no consumirían. No obstante, una vez la disfrutan, la aprecian y se empiezan a relacionar con el mundo cultural de manera más asidua. Como dice nuestro presidente de honor, Enric Crous Millet, no puedes amar lo que no conoces. Quien acerca el arte a sus trabajadores crea ambientes de bienestar a través de la cultura. En resumen, un lujo que cualquier empresario tiene en sus manos. Hay que motivar y estimular el conocimiento. El amor al arte.
Básicamente, ¿cómo consiguen la cultura, el talento y la creatividad transformar la realidad social y económica de un país?
La realidad social es evidente. En algunas prisiones se llevan a cabo clases de fotografía que devuelven la autoestima a sus practicantes. Otro ejemplo que me gustaría contar es el de los conciertos y clases de música que sacan de la calle a chicos de barrios desfavorecidos. O los músicos que tocan en hospitales para acompañar a los enfermos, regalando momentos de paz y tranquilidad. Os podría relatar centenares de ejemplos. Todo proyecto cultural mueve a sus artistas y técnicos, por lo que impacta, económicamente hablando, en la zona dónde se realiza. Por ejemplo, el proyecto Gargar en Lleida o Itinera en los micro pueblos. Ya es hora de sentir orgullo por nuestra cultura, un activo y un valor para la sociedad. ¡Deberíamos aprender de nuestros vecinos de Francia que opinan que su cultura es la mejor del mundo, porque es la suya! Aquí sentimos cierto pudor, no tenemos ese orgullo por nuestro legado y creaciones. Somos uno de los países del mundo con los mejores artistas clásicos y contemporáneos, pero nos cuesta creer en ellos.
¿Otras vías para financiar la cultura desde el sector privado?
Cualquier tipo de relación es positiva, aunque no sea en metálico. Patrocinio, aportación en especie, mentorías, acompañamiento, cesión de espacios, etc.
¿En qué punto se halla la Reforma de la Ley del Mecenazgo? ¿Qué aportará al sector de la cultura, además de beneficios fiscales como tienen otros sectores?
La reforma adaptará a la situación real una Ley que no contempla las maneras de hacer del siglo XXI. En mi opinión, acercará situaciones y realidades, regulará la transparencia y fijará las nuevas relaciones entre el mecenas y el artista. A más recursos, menos necesidad de emigrar. Es evidente. El creador necesita de una estabilidad. Como toda persona de cualquier sector.
Algunos piensan que un sector cultural más sostenible pasa, únicamente, por que sea más independiente desde el punto de vista económico. En su opinión, ¿qué otros factores se deberían tener en cuenta?
Creo que no depender de los cambios en la administración es básico. Un principio fundamental es conseguir que el creador sea totalmente libre para liberar su obra y que las aportaciones no sean condicionadas. También, poder disponer de sí mismo y de canales de acceso fácil al público, tener más consciencia como sociedad de la importancia de lo que las artes nos aportan. Desde la escuela, ya deberíamos tratar la cultura como un bien fundamental y darle la importancia que tiene. En los países nórdicos, los miércoles organizan clases en museos y galerías de arte.
Recientemente, ha recibido el premio We Leadership Awards Barcelona 2022 en la categoría de promoción de la cultura dentro de la empresa catalana. ¿Cómo valora este reconocimiento tras cuatro años al frente de la Fundació Catalunya Cultura?
La verdad es que fue una grata sorpresa que acepté en nombre de todo el equipo de la fundación. Somos un equipo pequeño que trabaja duro y con pocos recursos, como sucede en muchísimas fundaciones. Eso no quita que luchemos por fines muy meritorios de interés público y, como dice, una patrona de nuestra fundación debemos hacer “magia” con lo poco que tenemos. Evidentemente fue un estímulo enorme para seguir trabajando con el objetivo de convencer a los empresarios de que inviertan en cultura. Especialmente, me hizo mucha ilusión poder dar las gracias a las personas que han puesto un trabajo tan significativo en nuestras manos. Es decir, a todos los miembros de la fundación que cada año apuestan por esta causa.