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MIQUEL PUIG: “La transferencia de conocimiento es la gran asignatura pendiente de nuestra economía”

A estas alturas de finales de mayo, fecha en que se realiza esta entrevista, el IPC ya ha aumentado en Catalunya este año un 3,2%. Los costes energéticos, con una guerra entre Rusia y Ucrania como telón de fondo, y la carestía en algunas materias primas ponen en entredicho la supuesta recuperación económica que había de llegar tras la Covid-19. Una coyuntura que, siendo grave, oculta otros déficits clave de nuestra economía. Así lo cree Miquel Puig Raposo, economista, escritor y concejal de ERC en el Ayuntamiento de Barcelona. Autor, entre otros libros, de Los salarios de la ira (los salarios y la productividad no van a la par), hemos querido hablar con él para conocer su opinión, entre otras cosas, sobre la situación de la innovación en Catalunya.

Hoy día, un total de 73 convenios sectoriales están pendientes de negociación en Catalunya, lo que afecta a 1,2 millones de trabajadores catalanes. Sin duda, la última subida del IPC no mejora las cosas. ¿Qué panorama nos espera en los próximos meses?

El encarecimiento de la energía y de ciertos productos críticos nos ha empobrecido a todos. En este contexto, lo deseable es un acuerdo general patronales, sindicatos y Gobierno que reparta equitativamente los costes. Parece ser que el acuerdo ha fracasado. Habría que volver a intentarlo, porque la alternativa es una etapa de conflictividad que aún nos empobrecerá más. Sin duda alguna, las desigualdades se agudizarán en un entorno de conflicto.

¿Hemos reaccionado tarde y mal? ¿Qué debería hacerse en este contexto?

Sí, quizás hemos reaccionado tarde y mal. Aun así, no lo hemos hecho peor que la mayor parte de los países de nuestro entorno. Ahora sabemos que Alemania ha estado tomando decisiones estratégicas que se han revelado muy equivocadas. Lo primero para sortear la crisis es conseguir mantener el suministro de energía; lo segundo, intentar reducir al mínimo la conflictividad social.

El cambio tecnológico está destruyendo puestos de trabajo y, a la vez, creando otros nuevos. ¿Cómo debería compensarse ese desequilibrio?

El cambio tecnológico destruye muchos puestos de trabajo y crea una gran cantidad de empleos muy distintos, esa es la realidad. Es absurdo intentar calcular un saldo, porque los que se destruyen y los que se generan son muy diferentes. Básicamente, no los pueden ocupar las mismas personas. La transformación tecnológica nos conviene porque aumenta la productividad y permite un mayor nivel de vida. La alternativa es la desindustrialización y la marginación. Pero, simultáneamente, hay que proteger a los que quedan desplazados proporcionándoles una alternativa laboral. Debemos permitirles que se ganen la vida dignamente.

¿En qué punto se hallan los principales proyectos de la Catalunya-Next Generation, a los que irán destinados los Fondos Europeos en la comunidad? 

Mi intervención en este tema se limitó a coordinar un informe sobre las propuestas que iba recibiendo el Govern de la Generalitat. Entonces ya nos temíamos, y así lo destacamos, que la gestión del Gobierno central se caracterizaría por la fragmentación de los recursos en multitud de programas poco transformadores. Desgraciadamente teníamos razón. Por lo que sé, algunos pocos proyectos pueden acabar con éxito. Por ejemplo, la electrificación de Seat, el diseño de un chip de altas capacidades, la iniciativa en el campo de las transmisiones cuánticas, o la resolución del problema que plantean los purines para la sostenibilidad de la industria cárnica, y quizás un par de iniciativas para la producción de proteínas alternativas. Sin embargo, la mayor parte de los recursos se difuminarán demasiado.

“Nuestra prosperidad depende, del todo, de la inmersión científica de las empresas y de la cooperación público-privada”

¿No se van a cumplir las expectativas iniciales? ¿Cuáles son los principales obstáculos?

Las expectativas siempre han sido ambiguas. Si la idea era contribuir a salir de la crisis de la Covid-19, la inyección de recursos será de gran ayuda. Si el propósito era impulsar la transición ecológica y digital de nuestra economía, el impacto será mucho más limitado de lo que podría y debería haber sido. Sin embargo, debo añadir, que el Gobierno central estaba muy condicionado por las normas que regulan los fondos. La mayor parte de los proyectos debían adjudicarse como máximo dentro del año 2023 y ejecutarse tres años después. Esa imposición limitaba muchísimo la posibilidad de que se utilizaran para una transformación profunda que exigía procesos de maduración más largos. A la hora de la verdad, se han presentado proyectos que ya se habían previsto.

¿Habrá dinero para las pymes y las startups o empresas de nueva creación?

Mucho me temo que recibirán menos de lo que sería deseable. La mayoría de los fondos les llegarán a través de contratos públicos.

¿En qué punto estamos por lo que se refiere a la innovación? ¿Más concretamente en la transferencia de conocimiento, de ese I+D que se genera en las universidades y centros tecnológicos, y que debería llegar convenientemente a las empresas?

La transferencia de conocimiento es la gran asignatura pendiente de nuestra economía. En realidad, tenemos un sistema de investigación potente –aunque demasiado frágil– pero que transfiere poco. En parte, ello es inevitable, dado que hablamos de un cambio cultural que, por supuesto, va a tardar en materializarse. Lo importante es no perder de vista el hecho que la innovación exige tiempo y masa crítica. Por lo tanto, no podemos cansarnos. Debemos exigir a los gobiernos de cualquier nivel que sigan apostando por la investigación. Además, debemos pedir a los empresarios que innoven –evitando, por ejemplo, que compitan a base de salarios bajos–, y es necesario prestigiar la innovación tecnológica privada. Nuestra prosperidad depende, del todo, de la inmersión científica de las empresas y de la cooperación público-privada. La otra opción es el empobrecimiento progresivo.

Con la supresión total de las restricciones sanitarias, se percibe el regreso turístico. En ciudades como Barcelona fue objeto de polémica la masificación y el turismo low cost previos a la pandemia. De cara a esta temporada, ¿qué medidas se deberían tomar para fomentar la convivencia ciudadana y no perjudicar la economía local?

Todos queremos un turismo más respetuoso con el entorno y que pague mejor a sus trabajadores. Lo que no sabemos con certeza es qué medidas concretas se van a tomar en Barcelona. A mí me parece evidente lo que se debería hacer: controlar eficazmente los establecimientos ilegales, ordenar las calles más concurridas de forma que se limite el volumen y el número de grupos, y encarecer las pernoctaciones mediante el recargo al impuesto turístico. También sugiero organizar y restringir las entradas de autocares de excursionistas a los puntos más concurridos e impulsar el sello de calidad laboral que promueven los sindicatos. En definitiva, deberíamos olvidar que Barcelona puede ser un destino asequible, porque eso es equivalente a degradado.

En el ensayo La salida del laberinto criticaba la masificación del turismo. En su última obra, Los salarios de la ira, ponía de manifiesto el abaratamiento de los sueldos desde hace más de 40 años y las desigualdades sociales. ¿Qué le queda por contar?

Tengo muchas ideas en mente. Ahora estoy empezando a escribir un ensayo sobre Barcelona. Me parece necesario dar elementos para enriquecer el debate sobre la supuesta decadencia de la ciudad.

Grosso modo, como economista y concejal por ERC en el ayuntamiento de Barcelona, ¿qué modelo económico sería el ideal para la Ciudad Condal? ¿Y para el resto de Catalunya?

Barcelona y el resto de Catalunya forman una única realidad, una ciudad de ciudades. No existen recetas distintas para la una y la otra. Grosso modo, necesitamos mejorar la formación, por lo que debemos reforzar su base. Hay que proporcionar una educación preescolar e infantil de calidad y equitativa, además de reducir el abandono escolar prematuro. También es necesario mejorar aún más la FP y conservar el buen nivel de la universidad y la investigación, aún muy frágil. Además, recomiendo encarecer progresivamente el salario mínimo para que el sistema productivo se encamine hacia modelos más exigentes y equitativos. Otro ámbito de actuación es el de las infraestructuras, donde se debería seguir invirtiendo hasta que la mayor parte de Catalunya funcione como una sola ciudad. Se debería garantizar una comunicación aérea eficaz de Catalunya con el Pacífico, muy precaria todavía debido a la configuración actual del aeropuerto de El Prat. Finalmente, creo que es clave impulsar un conjunto reducido de sectores económicos punteros sobre aquellas bases con las que ya contamos. El traslado del Hospital Clínic se debería aprovechar para generar un polo de desarrollo alrededor de la innovación sanitaria. Además, aconsejo apostar por el vehículo autónomo mediante colaboraciones con la industria, universidades como la UPC, entidades como el CVC y empresas como IDIADA. Es vital reforzar el ecosistema de startups en los ámbitos bio y digital, además de garantizar la sostenibilidad de la industria cárnica (ahora no lo es). Y, por último, resolver el futuro de la petroquímica en un entorno descarbonizado y libre de emisiones.

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