A pesar de los buenos indicadores en innovación, la competitividad del tejido productivo, un sistema educativo empobrecido y la falta de inversión frenan la expansión de la economía.
“Catalunya tiene un problema de crecimiento. Somos pobres. Y, si eres pobre, no tienes capacidad suficiente para alcanzar todas las coberturas y objetivos que un país como el nuestro necesita”. Esteve Almirall, profesor titular del departamento de Operaciones, Innovación y Data Sciences en Esade, es una de las voces más reconocidas en materia de desarrollo tecnológico e innovación. Cuando se le pregunta acerca de los problemas estructurales de la economía catalana, hace especial hincapié en que la pérdida de capacidad de innovación que arrastramos se debe a la falta de competitividad. “Si nos fijamos en el territorio español, aún nos salvamos, pero a la que nos comparamos con los grandes agentes internacionales, no tenemos nada que hacer”.
Algunos informes oficiales son menos pesimistas. Según el “Regional Innovation Scoreboard 2023”, que evalúa comparativamente el rendimiento de la innovación de las regiones europeas en 239 regiones de 22 países de la Unión Europea (UE), Catalunya se sitúa por primera vez en once años, junto a Madrid y el País Vasco, como un Strong Innovator –antes lo hacía como un Moderate Innovator–. En esta misma línea apunta la fundación Mobile World Capital en un documento reciente, elaborado junto con el Ayuntamiento de Barcelona y Acció, que también certifica atisbos de crecimiento: en cinco años se han doblado los centros de innovación instalados en territorio catalán, hasta llegar a los 96 actuales. De hecho, en sectores como la biología, las ciencias de la vida o las deep tech ha habido avances importantes a nivel europeo. El problema, o uno de los más apremiantes, recae en la conversión de estos avances y su entrada al mercado.
Nuestra economía, menos desarrollada que la de nuestros socios al incorporarnos a la UE, debería haber crecido a mayor ritmo.
Carme Poveda, directora de Análisis Económico de la Cambra de Comerç de Barcelona.
Uno de los principales desafíos para Catalunya en las últimas décadas ha sido la inversión en Investigación y Desarrollo (I+D). Aunque la región ha mostrado un compromiso constante con la innovación, las inversiones en I+D, comparadas con las de otros países europeos líderes, siguen siendo insuficientes. En relación con la media europea, que es del 2,2% de inversión del PIB, el Gobierno catalán solo dedica el 1,67%. “Donde tenemos el gran reto es en la innovación empresarial y la colaboración entre empresas. Es decir, en la aplicación de los descubrimientos tecnológicos a nivel industrial”, explica Carme Poveda, directora de Análisis Económico de la Cambra de Comerç de Barcelona.
El estancamiento del sistema productivo, por otra parte –y a pesar de los avances tecnológicos–, se refleja en los datos. El PIB per cápita en Catalunya sufre un crecimiento muy a la baja, si se miran los datos a largo plazo, desde el año 2007. Por entonces, según el Institut d’Estadística de Catalunya (IDESCAT), se situaba en 29.386 euros. Catorce años más tardes, en 2021, los datos apenas ascendían hasta los 31.590 euros por habitante. Poco más de 2.000 euros de diferencia. “Es verdad que el PIB ha crecido. Pero desde que entramos en la Unión Europea, nuestra distancia con la media de todos los países sigue siendo prácticamente la misma –todavía estamos a 900 euros de alcanzar la media de los UE27–. Una economía como la nuestra, mucho menos desarrollada que la de nuestros socios cuando nos incorporamos a la UE, debería haber crecido a un ritmo mucho mayor”, resalta Poveda.
Los salarios: el gran escollo
La productividad, en las dos últimas décadas, ha tenido un crecimiento sostenido. De hecho, según la Cambra de Comerç de Barcelona, entre 2013 y 2019 se incrementó en un 16,2%. Algo que no se ha traducido en una mejora de las condiciones laborales. Y es que una de las consecuencias más importantes de las deficiencias del modelo de crecimiento catalán se refleja en los salarios. Según Carme Poveda, “tenemos prácticamente el mismo salario por hora que en 2004. Eso se debe, entre otros factores, a que han aumentado, sobre todo, las horas trabajadas en sectores de poco valor añadido”.
El problema radica, si nos remontamos varias décadas atrás, en la desindustrialización que vivió el territorio entre finales de los años 80 y principios de los 90. El desmantelamiento del textil, una de las piedras angulares del sistema productivo, empezó a dibujar una tercerización de la economía que se viene produciendo hasta hoy. “El empresario catalán empezó a vender sus empresas para convertirse en inversos financieros e inmobiliario. En pocas palabras: nos convertimos en un país de rentistas”, clama Albert Recio, profesor titular del departamento de Economía Aplicada de la Universidad Autónoma de Barcelona.
El sistema económico para competir en Europa se basó, en parte, en la propia competitividad de los salarios. “Si lo que planteas es que debes competir con salarios bajos, las instituciones van a hacer todo lo posible para conseguirlo”, apunta Recio. El cambio no se ha empezado a hacer patente hasta muy recientemente. Según informa la Cambra de Comerç, el 65% de toda la ocupación creada en Catalunya entre 2019 y 2022 fue de alta cualificación. Los sectores que más trabajadores incorporaron fueron el sector TIC, el de actividades profesionales y científicas y el sector público (especialmente en sanidad y educación).
El reto de las renovables
Una de las asignaturas pendientes son las energías renovables. A pesar las enormes oportunidades que brinda el territorio, el despliegue de infraestructuras para producción de electricidad verde todavía tiene mucho recorrido. En 2021, apenas el 17,5% de la energía provino de fuentes renovables. En el conjunto de España, en cambio, el porcentaje se elevó hasta el 46,7%. Cabe destacar que el objetivo marcado por el ejecutivo catalán es conseguir la neutralidad climática en 2050. Una de las explicaciones que dan muchas de las empresas son las dificultades ante la Generalitat para el despliegue de nuevos parques eólicos. “Necesitamos una administración que sea moderna y eficiente. Si queremos atraer empresas y proyectos competitivos, es básico tener unas instituciones que no pongan trabas”, apunta Carlos Puig, decano del Col·legi d’Economistes.
Puig, además, apunta que las dificultades para lograr esta transición también repercuten en otros factores. “No vamos por buen camino, y eso también tiene un efecto negativo en la productividad y competitividad”. Para este economista, la estrategia de Catalunya debe basarse en apostar por los sectores que dominarán el futuro. “La economía azul, ser punteros en el desarrollo de las smart cities o prestar más atención al sector agroalimentario, que es uno de nuestros puntales, deben algunas de nuestras mayores preocupaciones”.
Educación: la gran apuesta
A pesar del repunte en profesiones que requieren una alta formación, la oferta de profesionales sigue siendo escasa. “Es importantísimo la colaboración público-privada para que la administración y los centros de formación creen unas carreras profesionales en consonancia con las necesidades de la economía”, cuenta a Cataluña Económica el decano del Col·legi d’Economistes.
La Formación Profesional es otra de las asignaturas pendientes. “El desprecio que hemos tenido hacia la FP es histórico. Si nos comparamos con países como Alemania, el gran referente, estamos a años luz”, destaca el profesor de la UAB Albert Recio. La falta de oferta de plazas es uno de los principales obstáculos para que miles de jóvenes puedan seguir adelante con su etapa formativa. Los que consiguen entrar en una institución pública, además, deben hacer frente a una tasa de 400 euros. Un hecho que solo ocurre en Catalunya y en Madrid. En el curso académico 2022-2023, por ejemplo, más de 15.000 jóvenes renunciaron de obtener una plaza pública de formación profesional por la escasez de oferta. “Invertir en educación será la clave para dar el salto definitivo en Europa”, afirma también Carme Poveda desde la Cambra de Comerç de Barcelona.
“En lugar de centrarse en sectores tradicionales, Catalunya debe enfocarse en plataformas tecnológicas transversales como inteligencia artificial, supercomputación, microelectrónica, energías renovables y biotecnología”, apunta Xavier Ferrás, doctor en Economía y Empresa por la Universidad de Barcelona. Cuando se habla de tecnología, existe un sector que en los últimos años ha tomado la delantera gracias a su capacidad de efecto multiplicador en la economía. Se trata de las enabling technologies o tecnologías habilitadoras. “Aquí es donde debe centrarse nuestra estrategia de crecimiento”, recalca el profesor de Esade Esteve Almirall. La aparición de Internet, el desarrollo de la nube o la impresión 3D son ejemplos pasados que pertenecen a esta categoría. “Ahora, el máximo exponente sería la inteligencia artificial y las tecnologías relacionadas”.
Si queremos atraer empresas y proyectos competitivos, es básico tener unas instituciones que no pongan trabas.
Carlos Puig, decano del Col·legi d’Economistes de Catalunya.
Según el 15º Barómetro TIC, elaborado por el Círculo Tecnológico con el apoyo de la Generalitat de Catalunya, más de la mitad de las empresas participantes considera que la fuga de profesionales cualificados afecta muy negativamente al sector. Las causas, de nuevo, se explican por una oferta de sueldos poco competitivos y peores condiciones laborales que en otros países. Hace falta talento y, para conservarlo, no solo se trata de ofrecer las mejores posibilidades a nivel académico. Si las condiciones laborales continúan sin mejorar, concluyen la mayoría de los expertos consultados, la sangría en la fuga de talentos no tendrá solución. Al menos, a corto o medio plazo.