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La otra cara de Catalunya

Malas comunicaciones, servicios sanitarios nulos, pocas escuelas… Son los habituales problemas de la vida en el mundo rural, y el futuro conduce a la despoblación.

Desde inicio de siglo se ha producido un incremento de un millón de personas en el país, unos datos que sitúan a Catalunya, con un crecimiento del 3,4 por mil, por encima del promedio español y europeo. Pero este aumento, por el impacto migratorio, se manifiesta en el ámbito metropolitano de Barcelona, área que con cerca de cinco millones de personas concentra más del 67% de la población de Catalunya, según fuentes de la Generalitat.

Catalunya tiene 947 municipios, pero poca población rural, porque la mayoría de ciudadanos (cerca del 95%) viven en aproximadamente 300 municipios de más de 2.000 habitantes, y son considerados, por tanto, población urbana. Esto explica el desequilibrio territorial del país, en el que, según un reciente estudio de la Universidad de Lleida, unos 200 municipios están en situación crítica de despoblamiento, el 21% del total de Catalunya.

Este problema afecta especialmente a zonas como el Pirineo, Prepirineo, en comarcas como Pallars, el Solsonès, l’Alt Urgell, la Noguera y el Berguedà; la franja entre Lleida y el Camp de Tarragona. De estos 200 municipios con mayor riesgo, 163 tienen menos de 500 habitantes, 32 entre 500 y 1.000, y 4 entre 1.000 y 2.000. La mayoría tienen una población envejecida y con una falta de relevo generacional por las pocas oportunidades laborales existentes.

Según un estudio de la Universidad de Lleida, unos 200 municipios están en situación crítica de despoblamiento, el 21% de Catalunya.

“Los que viven en la Catalunya rural no tiene las mismas oportunidades ni condiciones de vida que los de ciudad, y por eso se van. El modelo de urbanismo e industrial se concentra en el Área Metropolitana o en Tarragona y Girona. La Generalitat, desde el centralismo, ha diseñado una Catalunya de pesebre, para los fines de semana, y esto ha vaciado los pueblos, por falta de trabajo y de servicios”, explica Josep M. Vila d’Abadal, presidente del movimiento País Rural, expolítico y diputado del parlament de Catalunya.

Los autores del estudio, los geógrafos de la Universidad de Lleida, Ignasi Aldomà y Josep Ramon Mòdol, alertan sobre este problema, y una actividad agraria cada vez más mecanizada, sin alternativas laborales, “claramente, hay dos catalunyas, la urbana y la rural y, mientras la urbana continúa creciendo, la rural continúa en regresión. El país no se reequilibra, es cada vez más desequilibrado”.

Deficientes comunicaciones

La COVID-19 prometía una especie de éxodo de la ciudad al campo, por aquello de vivir en un entorno más natural y sin estrés. Aunque es verdad que hay pueblos pequeños que han visto la llegada de algunas familias, esta “vuelta a lo rural”, según el estudio de la Universidad de Lleida, debe analizarse bien, pues falta ver si se trata de algo circunstancial.

Josep M. Vila d’Abadal tiene claro que este desplazamiento no se va a producir. “En un pueblo ha ido uno, en el otro, dos. Cuando sumas todo, esto es ridículo. Cuando pase el invierno, ¿cuántos vuelven y cuántos se quedan? Los que están acostumbrados a llevar a los niños al colegio en diez minutos, y ahora tardarán una hora de coche, se irán. Y mil cosas que pasan en la realidad del país rural. Hay muchas dificultades”.

Si las conexiones no van del todo bien, es un gran problema para trabajar. Josep Maria Dilme es vicedecano del Col·legi d’Enginyers Agrònoms de Catalunya, vive y trabaja en Caldes de Malavella y Llagostera, y sus trabajadores están en poblaciones pequeñas como Porrera y Masroig, en Tarragona. Explica que, con la pandemia, en dichas poblaciones, Internet se colapsó. “En los pueblos pequeños todavía hay problemas. Hay conexión, pero no es lo mismo. Enviar un fichero podía tardar una hora, si bien este año ha mejorado mucho”.

La COVID-19 prometía una especie de éxodo hacia el campo, por aquello de vivir con menos estrés y en un entorno más natural.

El presidente de País Rural también comenta que las nuevas comunicaciones no llegan a todos los lugares. “No llegan los cables necesarios, ni piensan ponerlos, y los tienes que pagar tú, pidiéndote un tanto por metro, con masías que están a quilómetros de los pueblos, y no es viable pagar miles de euros por tener un cable”.

A ello le sumamos la escasez de transportes. Por ejemplo, llegar desde la capital a determinadas zonas del Ripollés puede suponer unas tres horas en transporte público. “Todos tienen coche, para trabajar y desplazarse. Lo negativo es cuando quieres ir al cine o a otro lugar porque debes desplazarte bastante”, puntualiza Josep Maria Dilme. Comenta que tiene clientes en municipios de montaña que pasan meses sin poder salir de su casa por la nieve. “Entonces, además, hay muchos problemas de acceso, sobre todo para gente mayor”.

Josep M. Vila d’Abadal cree que el transporte público se ha “hecho desaparecer” del medio rural porque no es rentable. “¿Qué transporte público es rentable en el área metropolitana? Cuesta miles de millones de subvención, y lo pagamos tranquilamente. ¿no puede hacerse igual en el medio rural?”.

Por su parte, la degana del Col·legi d’Enginyers Agrònoms de Catalunya, Conxita Villar, opina que este acusado despoblamiento en determinadas zonas se debe a que no hay servicio ni infraestructuras de calidad. “Según qué sectores productivos no acceden a precios competitivos y además están sometidos a exigencias y normativas continuas. Las profesiones en el medio rural no están de moda”.

La vivienda y construcción

El problema de la vivienda en la Catalunya rural se acentúa. Por un lado, encontramos casas vacías, por otro, segundas residencias que se ocupan un mes en verano, y otras se han dejado degradar porque no va nadie. Y es complicado construir nuevas. Josep M. Vila d’Abadal señala que no se puede crear vivienda nueva en una casa de payés ni en el territorio no urbanizable; está prohibido en toda Catalunya. “Esto no pasa en ningún lugar del mundo. Si tú tienes un hijo que quiere vivir en casa de sus padres trabajando como ganadero no puede hacerse una casa al lado y si tengo una masía grande y quiero hacer cuatro viviendas para mí, o para alquilar, también está prohibido”.

El vicedecano del Col·legi d’Enginyers opina que en las zonas despobladas se ha protegido todo, y no se puede hacer nada. Mientras que el presidente de País Rural pone de ejemplo su pueblo, Vidrà, en Girona, donde el alcalde quiere construir casas de protección oficial en terrenos del ayuntamiento. “Hace cinco años de esto, y Urbanismo no le da el permiso todavía. No podemos esperar tanto tiempo para hacer algo”.

Escasez de servicios

A los problemas anteriores se añaden otros que inciden en la calidad de vida de los habitantes de las poblaciones rurales. Con los pocos centros sanitarios de algunas zonas, es obligatorio desplazarse. Por ejemplo, La Vilella Baixa, en la comarca del Priorat, tiene el centro hospitalario más cercano a unos 45 minutos.

Datos del Observatori del Món Rural 2019 indican cómo en las zonas rurales hay el mayor número de municipios sin escuela, un total de 182, por tan solo 41 del ámbito urbano. Por otro lado, las zonas rurales contaban con 6 estudiantes universitarios por cada mil habitantes.

Josep M. Vila d’Abadal cree que la existencia de la escuela rural es determinante. “En Francia está prohibido cerrar una escuela rural, aunque no haya niños; está viva por si sale la necesidad”. Y señala que un joven que nace en el medio rural lo tiene complicado para avanzar y desarrollarse profesionalmente. “Aunque tenga escuela en su pueblo, debe ir a estudiar al Instituto a otros lugares, y después ya formado no puede volver a trabajar a su casa; y otros no encuentran trabajo porque las industrias se han ido”.

Pocas competencias

Que los problemas de la Catalunya despoblada se agudicen se debe, en gran parte, a que sus habitantes no pueden decidir en sus quehaceres, según los expertos consultados.

“Lo correcto sería planificar, teniendo en cuenta a las personas que viven en estas zonas. El planeamiento que se está haciendo a nivel de país está todo pensado en Barcelona y Área Metropolitana y parece que los vecinos de la Catalunya rural no pueden decidir sobre lo que les afecta. Como son poca gente y pocos votos, tienen poco poder y sus problemas no son importantes”, afirma el ingeniero Josep Maria Dilme.

De la misma opinión es el presidente de País Rural que cree que cuando se planifica Catalunya no se cuenta con el medio rural, “solo con la voluntad de la gente que se concentra en las grandes ciudades. Los pueblos tienen ahora muy pocas competencias”.

Si no se persigue este fin, según d’Abadal, vamos hacia el despoblamiento total y absoluto. “La desertización del país rural”. En su opinión, los pueblos deben recuperar la gobernanza de su territorio, tanto alcaldes como vecinos deben tener capacidad de decisión en aquello que afecte a su municipio. “Lo primero que debemos hacer es cambiar las leyes para que esto sea posible. Cambiar las leyes de urbanismo y de conservación de la naturaleza”.

Ahora bien, se trata de un problema de todos, de toda Catalunya. “En las tres cuartas partes del territorio viven menos del 30% de la población, esto quiere decir que si no se tiene discriminación positiva a la hora de poner en marcha servicios e infraestructuras siempre estará en inferioridad de condiciones. Por lo tanto, debemos pensar que los problemas de la Catalunya rural son problemas de toda Catalunya porque es la mayor parte del territorio”.

Un halo de esperanza

Los expertos dan a conocer la dureza de las condiciones de la Catalunya interior, de la escondida, de la que no se ve y está olvidada. Si bien, entre todos estos problemas, creen que hay algo de esperanza. Los indicadores demográficos de 2019 constatan por primera vez un ligero crecimiento de la población rural en su conjunto. Los datos del Observatori de Món Rural 2020, reflejan que, aunque no es muy significativo, (3.798 nuevos habitantes), esto rompe la dinámica histórica de despoblamiento y culmina así la tendencia de desaceleración iniciada en los últimos años, de una manera más notable a partir de 2017. La mayoría de nuevos vecinos se han concentrado en los núcleos de población más grandes, por lo que los municipios por debajo del medio millar de habitantes han continuado perdiendo población, pero en menor grado que los años anteriores.

“Si se hacen bien las cosas pienso que las perspectivas son buenas, porque con el teletrabajo muchas personas que creían que no podrían vivir en el medio rural ahora lo ven factible. Los últimos acontecimientos nos están poniendo en valor vivir en lugares con baja densidad de población como espacios saludables. Las innovaciones tecnológicas y digitales hacen la vida más fácil a las personas y los avances en investigación nos ayudan a obtener alimentos de manera eficiente y sostenible”, opina la degana del Col·legi d’Enginyers Agrònoms de Catalunya, Conxita Villar.

Soluciones e iniciativas

Los profesionales opinan que el futuro de la Catalunya rural debe pasar sí o sí por la renovación generacional. Los autores del estudio de la Universidad de Lleida concluyen que hay que pasar a la acción con medidas contundentes para evitar esta despoblación.

Conxita Villar, del COEAC, cree que debe ser gente joven que pueda tener servicios e infraestructuras, que pueda acceder a la digitalización y las nuevas tecnologías para poder reactivar la agricultura y otras actividades económicas y que se sienta orgullosos de vivir en el medio rural.

La experta pone de manifiesto que, para que esto sea posible, se necesita financiación y “para financiar hay que explicar a la sociedad el valor que tiene el equilibrio territorial, una Catalunya viva”.

En el Col·legi Oficial d’Enginyers Agrònoms de Catalunya tienen diversas iniciativas en defensa del mundo rural, todas centradas en su profesión, la ingeniería agraria, que trabaja en la investigación, la formación, la transferencia de conocimiento, la dirección y el asesoramiento para que esta Catalunya rural sea próspera y respetuosa con el medioambiente.

El movimiento País Rural está integrado por representantes de la ciudadanía y organizaciones arraigadas al mundo rural. Su presidente, Josep M. Vila d’Abadal, tiene claro que el país son los pueblos y ciudades, y la gente que vive en ellos. “Todos los sectores económicos de la población, no solo el sector primario de la agricultura, la ganadería y los bosques. Por eso tenemos socios ayuntamientos, empresarios, pimec…”.

País Rural quiere intervenir como lobby de presión en las modificaciones que deban hacerse en las leyes que afecten al territorio y también proponer leyes concretas. “Lo primero que intentaremos hacer es un Estatuto del País Rural, donde se indique la gobernanza que corresponde a la gente que vive en el medio rural, que aseguren que no hay despoblamiento y que hay vida y futuro en nuestro país”.

Sus responsables tuvieron conversaciones con el anterior gobierno de la Generalitat y están iniciando diálogos con el actual y con la oposición, PSC. “En general, hay interés e iremos hablando con los diferentes grupos parlamentarios que se han creado ahora para ir conectando con ellos. A los partidos políticos también los fuimos a ver y les presentamos un programa con ideas concretas para evitar el despoblamiento. Creemos que los partidos deben conocer la realidad”.

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